Si en el hogar la convivencia se convierte en “como perro y gatos” ¿quién quiere llegar a la casa? O peor aún, ¿quién quiere quedarse en casa?
Aunque una familia esté conformada por diferentes miembros existen diferencias de forma en cuanto a -por ejemplo- los rasgos de personalidad y a los gustos hasta con la comida, las películas, como les gusta pasar el tiempo libre, etc.
Si nos enfocamos en las diferencias, entonces siempre algún miembro que se comportará como perro y el otro como gato. La unidad que nos da el Espíritu Santo es justamente con relación a estas pequeñas y no tan significativas diferencias que son plenamente complementarias.
Busca todo aquello que te una con tu familiar en casa además de la sangre en vez de estar enfocado en la diferencia y verás que la convivencia mejorará. El amor justamente hace eso posible.