Jugué softball muchos años en mi vida y es un deporte que disfrutaba muchísimo, sobre todo cuando lograba hacer un «home run» o dar un hit muy bueno.
Cuando comencé hablar con Merce tenía 25 años. Aprendí tantas cosas que todavía tengo muy presentes. Una de esas es: vivir la vida como el softball. Disfrutándola al máximo, jugando en equipo, aceptando errores y cuando venga una buena lanzada -que podría ser incluso algún tipo de situación difícil- dar el mejor batazo que puedas.
Pero esto aplicó también dejando pasar una mala bola cuando sea necesario. Convirtiendo el dolor en amor. Abrazado el dolor con amor. No dejando que el dolor te robe el amor. Aceptando la realidad y las personas como son.
Crecí en una familia bastante disfuncional, por lo que muchos años de mi vida crecí creyendo que no era valiosa, viéndome menos que los demás. El Buen Pastor, a través de Merce me hizo darme cuenta de que caminaba en la vida como un regalo todavía envuelto… Me daba miedo salir y ser como soy.
Con la gracia de Dios me ayudó a encender todos mis resortes interiores, para salir, ser feliz y ser libre. Me siento tan afortunada y agradecida con Dios y con Merce por ese tiempo que me acompañó y me compartió su gran amor y pasión por la vida. Sabiendo que con Dios siempre hay Victoria.