Me costó aceptar tener que buscar ayuda a mis 41 años para entender qué estaba pasando en mi interior. Llevaba tiempo que no me sentía bien conmigo misma ni me sentía comprendida por la gente que me rodeaba.
Me sugirieron hablar con una psicóloga con la que me escribí una vez y me sentí inmediatamente etiquetada. Sin embargo, mi sentido de culpabilidad, mi perfeccionismo en todos los ámbitos posibles, mi rigidez, una relación de codependencia seguían ahí y me llevaron al límite. Fue entonces cuando una amiga me propuso hablar con Mercedes.
Hacía años había llegado providencialmente un libro suyo a mis manos que me había generado curiosidad de conocerla, así que me lancé a esta aventura.
Empezamos a hablar cuando yo trabajaba en Italia. Desde el principio me convenció de que en el proceso no estábamos solas, la presencia del Espíritu Santo fue muy palpable. Al menos para mí que me sorprendía la memoria que tenía y que ella alegaba que era Él el que hacía recordar lo que era necesario en el proceso.
Fueron años donde ella no me soltó, con paciencia infinita me repetía mil veces las cosas hasta que lograba comprenderlas. Todos los diagnósticos que he mencionado antes los fui deduciendo a lo largo del proceso, nunca me sentí etiquetada, eran realidades que íbamos poniéndole nombre para superarlas…
Mercedes trató con sumo respeto mi interior, se ganó mi confianza desde el inicio. Y me acompañó incluso cuando por trabajo volví a España. Me enseñó a poner mi foco en Dios y a asumir la responsabilidad más importante que tengo en mi vida, que es ser feliz.
Han pasado ya unos años desde que me dio de alta y sigo recordando la mirada amorosa de Dios que me quiere tal cual soy, que le da ternura mi esfuerzo y que no mide lo que hago o dejo de hacer.
Después del proceso me he quedado con herramientas muy útiles que me siguen ayudando en el día a día. No tengo más que agradecer una vez más a esta mujer de Dios que me ha devuelto la estabilidad que había perdido y me ha abierto la puerta para poder experimentar desde la libertad interior el deseo que tiene mi corazón de amar y ser amada.