Psicología Católica Integral - Mercedes Vallenilla
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Testimonio de Andrea

27
🇲🇽 México

Soy Andrea, mexicana de 30 años.  Cuando busqué el acompañamiento, tenía mucha inestabilidad emocional, perdida e insegura. No estudiaba ni trabajaba a los 27 años, y lo único que hacía era entrenar diariamente 6 a 8 horas. Tenía una relación codependiente con mi mamá y no me agradaba estar cerca de mi papá además de una historia de relaciones de noviazgo muy destructivas.  Me costaba mucho trabajo socializar y tener amigos porque tenía tanta inseguridad en mi realidad en ese momento que me daba pena hablar de ella. Manifestaba mi ansiedad mediante obsesiones por una alimentación sana, por el entrenamiento y creencias de que era un bicho raro. Mis psiquiatras anteriores me habían diagnosticado con trastorno obsesivo compulsivo y trastorno depresivo mayor, por lo que me habían dicho que era muy probable que no pudiera lograr la independencia económica de mis padres.

Anteriormente había llevado procesos con 7 psicólogos y psiquiatras, uno tras otro desde los 14 años. No sabía que existía el acompañamiento psicoespiritual ni se me había cruzado por la mente buscar a un psicólogo católico. Cuando lo escuché, me llamó la atención porque está alineado con mis valores Cristianos.  Podía entregarme al proceso sin miedo de que fuera a entrar en conflicto con mi fe.  Podía invitar a que Dios fuera el protagonista de mi sanación.  Me dio confianza de que Dios estaba detrás de todo y que mediante la colaboración de Mercedes me decía que me amaba, que la situación iba a mejorar y que todo lo podría encauzar eventualmente para ayudar a otros con una situación similar.  Esto fue importante para mí porque en mis acompañamientos previos habían sido con personas agnósticas/ateas con quienes no conectaba y quienes me aconsejaban técnicas de terapia que iban en contra de las creencias cristianas, sobre todo en el ámbito sexual.

Mi proceso de acompañamiento duró 2.5 años. La paz la encontraba en cada sesión y cada granito de arena tuvo un efecto sumatorio.  A los 5 meses tenía más claridad y seguridad de que podía salir del hoyo en el que estaba y mis padres empezaban a notar cambios, también empecé a trabajar. Al año, la ocurrencia de mis crisis eran menos esporádicas;  empezaba a entender cómo lidiar con ellas pero aún tenía que ser muy consciente de constantemente estar aplicando las recomendaciones de Mercedes, como cuando uno está aprendiendo a manejar.  

A los dos años sabía evitar el desarrollo de una crisis y por lo tanto eran más bien escasas, y prácticamente nos enfocamos a “afinar detalles”. En este momento predominaba mi bienestar. Empecé a adaptarme mejor a las situaciones desconocidas y a hacer amigos. Los últimos meses de terapia empecé a aplicar los cambios de forma automática y a sentirme plena. 

Actualmente después de 8 meses de haber sido dada de alta, realmente disfruto estar con mi familia, tengo amistades cercanas y significativas,  estoy a un año de terminar mi licenciatura, ya pago el 60% de mis gastos y estoy emprendiendo mi negocio para ayudar a otras mujeres que están pasando por situaciones parecidas a las que viví. Estoy tan en paz y feliz que tengo que hacer un esfuerzo para recordar lo mal que la pasé. 

Considero que es importante que un católico como yo tenga la oportunidad de ser acompañado desde su fe por que en esos momentos de vulnerabilidad, da mucha tranquilidad de que el acompañamiento va a ser guiado por alguien que tiene los mismos valores Cristianos, y que puede ayudar a retomar el camino. Se puede relacionar el proceso de dolor con el proceso de Jesús, encontrar el sentido al dolor, y reorientarse hacia el amor, como Él lo hizo por nosotros. 

Pienso que es importante que los psicólogos católicos conozcan este modelo de acompañamiento ya que al ser minoría, a muchos les puede causar duda expresar sus creencias por miedo a perder pacientes. Sin embargo, considero que al ser neutros, tienen el riesgo de resonar con menos personas, y por lo tanto que sean menos los que se identifiquen y acepten las propuestas de terapia.  Cuando se comparten los mismos valores y el mismo objetivo, pienso que hay una mayor posibilidad de que el proceso tenga éxito. Por último, no se puede competir con el poder sanador de Dios. Invitarlo al proceso y a dejar que Él sea el que sane, hace que los cambios sean verdaderos y significativos.  

Si encontrara a otro joven católico que tenga heridas emocionales le aconsejaría lo siguiente: busca a un terapeuta que comparta los mismos valores Cristianos. Esto te dará la seguridad de que serás guiado por el camino al que tu corazón te está llamando aún en momentos de vulnerabilidad.  Al involucrar a Dios en tu proceso de sanación, y permitir que colabore a través de tu terapeuta, la transformación será desde la raíz y verdadera.

Otros testimonios

Hola, mi nombre es Sandra. Tengo 27 años. Fui diagnosticada con ansiedad médicamente. Un matrimonio me habló y recomendó a Mercedes Vallenilla. Haber contactado a Merce fue lo mejor que pude haber hecho.  La Sandra acelerada y grosera con ansiedad quedó atrás. He aprendido a vivir desacelerada en ...

Después de recibir recomendaciones y postergar tomar la decisión de buscar ayuda, finalmente di el paso, me sentía perdido en cuanto a qué hacer en el área profesional y personal y me faltaba encontrar un sentido diferente en mi vida.  Después de varios meses en terapia fui entendiéndose ...

Jugué softball muchos años en mi vida y es un deporte que disfrutaba muchísimo, sobre todo cuando lograba hacer un «home run» o dar un hit muy bueno. Cuando comencé hablar con Merce tenía 25 años. Aprendí tantas cosas que todavía tengo muy presentes. Una de esas es: ...