Psicología Católica Integral - Mercedes Vallenilla
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Hace poco llegando de un viaje me senté unos momentos con mi esposo a ver una serie de televisión para descansar un rato. En los espacios comerciales pasaron uno de una marca de coches mundialmente conocida. El comercial atrapó mi atención, estaba muy bien hecho. Trataba sobre un padre que hacía muchas cosas con su hijo en su coche nuevo que presumo no le gustaban a la esposa porque al final de cada actividad le decía al hijo “no le digas a tu mamá”. Al terminar el comercial sucede al revés, la mamá sube al coche una bicicleta después de hacer deporte y le dice al hijo “no le digas a tu papá”.

Mientras veíamos el comercial nos reímos. Cuando acabó hasta con un buen sabor de boca me había quedado, pero a los pocos segundo pensé: “que comercial tan poco formativo” pudiera decir hasta deformador de la moral y de las conciencias de los hijos por parte de los padres.

El comercial expresa una cruda realidad de la educación que muchos padres modernos brindan a sus hijos en estos tiempos, si pudiéramos llamar a eso “educación”. Una completa aberración, producto de padres inmaduros que no hacen bloque en

tre ellos ante los hijos, porque no existe un consenso previo del tipo de educación y de los valores que desean trasmitirles a los hijos pero porque ellos no los tienen claros.

Origen de la falta de consenso

La falta de consenso no existe en muchos padres modernos porque quizás no existió previamente en el fondo una relación profunda que buscara consensuar en los elementos esenciales de las relaciones humanas y de pareja. En esa cosmovisión que todos estamos llamados a tener para poder saber qué queremos en la vida y qué debemos por tanto perseguir. Una alianza de amor que esté sustentada no solo en simples gustos e intereses, sino en metas objetivas. En consecuencia, se sabe que se desea perseguir y tras de qué debemos ir.

En un articulo pasado llamado Olviden la Pasta de Dientes describo quizás el fondo que hay detrás de este tipo de comportamientos de los padres modernos, donde no se va a las bases que crearán cimientos para poner cada piso de ese edificio llamado familia y de esos niños llamados personas que necesitan en la vida alimentarse no de cosas materiales, sino de valores trascendentales.

La educación en valores

Los valores son las cualidades que le conferimos a las cosas, a los hechos o las personas donde hacemos una estimación ya sea positiva o negativa respecto a ello. Dependiendo de esa cualidad que le asignamos y del significado que tenga para nosotros, dependerá que lo persigamos o no en nuestras vidas.

La valía dependerá de esa interpretación que hagamos de acuerdo a nuestros propios criterios que a su vez son producto de nuestro aprendizaje en casa que desde niños respiramos como si fuera un cigarro que nos están fumando todos los días encima sin que nos demos cuenta. También son producto de la existencia o no de un ideal que se practique en casa y también de percibir o tener una creencia superior a nosotros mismos que nos motive a trascender.

Los valores se reflejan de manera casi imperceptible en el curso de la vida, se adquieren y se viven interiormente a veces sin poder determinar el cuándo y el cómo se adquirieron. Los valores son producto de una abstracción integral en si mismo que no se puede dividir y a su vez, cambian con las necesidades y las experiencias de las personas pero no de forma esencial sino más bien en forma. Algunos migran para mal otros crecen para bien. El vivir de cara a esos valores que tenemos y que fueron inculcados, genera satisfacción en uno mismo cuando los practicamos. Si para creo en el valor de la honestidad, cuando tenemos la oportunidad de decirle al mesero que entregó más dinero al pagar la cuenta eso nos da una gran satisfacción porque en el fondo estamos siendo coherentes con lo que creemos y perseguimos a diario.

Los valores trascienden este plano concreto del aquí y del ahora. Ellos nos otorgan sentido por el significado que les atribuimos a la vida humana y a la misma sociedad. Ellos se agrupan en jerarquías, por ello, tendremos valores que serán superiores a otros en base justamente a lo que hayamos aprendido y recibido; a su vez, podemos trasmitir de generación en generación. Ellos, se aplicarán toda la vida y se irán construyendo progresivamente a lo largo de nuestras vidas.

Allí radica la importancia de los valores. Somos nosotros los responsables de educar a nuestros hijos con valores. Un hijo sin valores será siempre como un velero sin timón pues no sabrá como conducirse en la vida porque carece de una brújula para hacerlo.

Consecuencias de no educar en valores

Cuando los padres no educan y forman a sus hijos en los valores los hijos no podrán desarrollar la capacidad de valorar al mundo objetivamente y con verdad, deformando la visión que realmente tienen. Entonces, tendremos a un joven que dirá “es mi verdad”, una verdad muy subjetiva porque no existe capacidad de integrar elementos objetivos de la realidad que lo circunda.

Las consecuencias es que tendremos adultos que no actuarán en sociedad con un comportamiento que se ajuste a lo ordenado por la norma social. Y que tendrán que desenvolverse por la vida sin una moral que está vacía de valores que guíen el comportamiento humano.

Un joven que no aprende la honestidad, la prudencia, la justicia, la templanza, la igualdad, la gratitud, el respeto, la responsabilidad, el orden, la integridad, la solidaridad, la lealtad, la verdad; entre otros, de sus padres quienes son sus modelos, no podrá desenvolverse de forma adecuada en la familia que fundará y por ende en la sociedad.

El tener valores claros proporcionará una eficaz orientación de la vida entera del individuo. No podrá conducirse en la vida de forma coherente y correcta, mucho menos tomar decisiones que vayan sumando hacia metas concretas que se planten.

Estilos formativos

Es únicamente responsabilidad de los padres formar en valores a sus hijos usando la cabeza y predicando con el ejemplo. Los padres, deben mostrar esa alianza de amor que un día los llevo al altar y por consecuencia a ser padres, pero unos padres responsables que sepan trasmitir a sus hijos estos valores trascendentales para la vida. Y esto, nada tiene que ver con el dinero que se tenga o no, con los bienes materiales con los que se cuente o no. Tiene que ver con tener claro cuáles son los valores que se desean trasmitir en la vida.

Hoy en día, se puede diferenciar cuatro estilos o formas de educar a los hijos. Esto no quiere decir que los padres se comporten de manera siempre igual, sino de una tendencia o estilo habitual. Este estilo se basa en el tipo de relación que se establece con los hijos y que a su vez repercute en como los padres se sigan comportando.

El primer estilo es el democrático. En este estilo, los padres suelen ser muy afectuosos, manteniendo altos niveles de comunicación con los hijos. Las normas y limites, que es característico de funcionalidad son claros y explicados ante los hijos de forma razonable y adaptado a sus edades. El comportamiento de sus hijos, se controla y restringe con esas normas y limites claros de una forma fluida y sin tanto choque o roce.

El segundo estilo es el autoritario. Estos padres suelen ser poco afectuosos manteniendo un bajo nivel de comunicación porque están más interesados en comunicarse para corregir o exigir el cumplimiento de las normas y los límites que suelen ser impuestos más que explicados de forma razonable. Suelen ser padres muy controladores del comportamiento de sus hijos que viven con mucha rigidez y falta de adaptabilidad la vida.

El tercer estilo es el permisivo. Estos suelen ser padres muy afectuosos que mantienen altos niveles de comunicación con los hijos pero que no suelen poner normas y limites existiendo poco o nulo control sobre el comportamiento de los hijos. Son aquellos padres que dicen con orgullo ser “amigos” de sus hijos, cuando en realidad los padres no podemos ser amigos de nuestros hijos porque son dos roles diferentes de vida.

El cuarto estilo son los padres indiferentes caracterizados por ser padres poco afectuosos que mantienen muy baja comunicación con sus hijos y con muy poco control de su comportamiento.

Consecuencias de los estilos formativos

De estos cuatro estilos el democrático ha demostrado ser el más beneficioso. Son padres que suelen crecer con sus hijos fomentando la autonomía tan necesaria a medida que los hijos se van desarrollando y creciendo. Estos padres no empujan a los hijos a crecer pero tampoco los detienen sino que van acompañando al hijo en su propio crecimiento.

Los hijos de padres autoritarios cuando tienen personalidades introvertidas suelen desarrollar problemas emocionales, como ansiedad o baja autoestima e incluso depresión. Y los que tienen personalidades más extrovertidas, suelen comportarse de forma muy rebelde infringiendo normas pero no solo las familiares, sino las sociales.

Los hijos de los padres permisivos, generan conductas problemáticas sociales porque serán incapaces de manejar y controlar su propio carácter e impulsos, siendo muy inmaduros afectivamente al creer que todo lo merecen.

Los hijos de padres indiferentes generan en los hijos serios problemas emocionales producto de una afectividad desnutrida. Estos niños no experimentan amor y por lo tanto al no haberse sentido amados no pueden desarrollar relaciones interpersonales adecuadas con sus pares. Esto genera problemas de atracción al mismo sexo, rechazo social, aislamiento y ansiedad entre otras cosas.

Tipos de decisiones de los padres al educar a los hijos

Cuando un hijo está entrando en la adolescencia y deseamos seguir acompañándolos bajo el estilo democrático debemos aprender a tomar tres tipos de decisiones:

1) Las impuestas o dictatoriales: son aquellas que tomamos los padres para resguardar la seguridad e integridad de los hijos cuando esta se pueda ver afectada o cuando son coherentes al modelo de educación que deseamos dar a los hijos. Ejemplo: hora de llegar a la casa, viajes de vacaciones, tipo de actividades de diversión a las que los dejamos ir, edad de manejar, rendimiento en los estudios, etc.

2) Las negociadas: aquellas que podemos dialogar con ellos, escucharlos y llegar a un acuerdo que resguarde su seguridad o que sean afines al modelo de educación que deseamos. Ejemplo: lugar donde se divertirán, la película que ver con los hijos, el restaurante donde ir o la forma como gastaran su mesada, el colegio al que asistirán en la preparatoria, etc.

3) Las que ellos pueden tomar en libertad: son aquellas que podemos dejar tomar a los hijos porque eso no afecta su seguridad e integridad a la vez que vayan acorde con la educación de los hijos. Ejemplo: el tipo de zapatos o la tienda donde compran su ropa, los libros que leerán, la carrera que estudiarán, las amistades que desean tener siempre y cuando no atenten contra ellos mismos.

Dile no a las coalianzas

El modelo de padres que refleja este comercial de televisión, son padres que le están enseñando a sus hijos a vivir con deshonestidad y sin valores. Quien no es fiel en lo poco, nunca podrá serlo en lo mucho. Decirle a un hijo “no le digas a tu mamá” es crear lo que los modelos sistémicos de la familia llamamos “coalianzas” característica de las disfuncionalidades familiares. El niño se sentirá dividido en su corazón y establecerá una alianza con un padre o con la madre indistintamente dependiendo de sus intereses lo cual lo lleva desde pequeño a aprender a manipular y a engañar según le convenga, porque el sistema así se lo ha enseñado previamente.

Los hijos siempre tienen que ver en los padres un solo bloque, una sola expresión unificada de aquello que se persigue en la vida y sobre todo ver en nosotros sus padres un modelo de aquello que le predicamos con las palabras. Al final, una única alianza. El mejor modelo es aquel que vive lo que predica y eso aplica para los padres cuya misión más importante en la vida amar a sus hijos y formarlos para que puedan tener las bases para una vida plena.move between tab

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Dra. Mercedes Vallenilla

Psicóloga católica con especialidad en psicología social. Maestra en Matrimonio y Familia. Doctora en Educación, con estudios de postdoctorado en Psicología. Autora de cuatro libros sobre psicoespiritualidad. Pionera en Psicología Virtual con 30*+ años de experiencia.

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