Psicología Católica Integral - Mercedes Vallenilla
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Esta Navidad captó totalmente mi atención un video que fue publicado en Facebook. Es de un niño del norte de México quien es grabado por sus papás cuando le hacen entrega del regalo de navidad de parte de su abuelo.

El niño -como cualquier otro- muestra una enorme emoción a la vez que una gran sencillez de corazón mientras mantiene una conversación con sus padres. Al abrir el regalo me quede muy sorprendida: era una caja de cereal de esos cereales que muchos niños en México y en otros países desarrollados comen a diario y a su vez, de esos que muchos nunca llegan a comer.

Cuando el niño logra desenvolver su regalo, su emoción inicial sigue intacta a la vez que expresa con un tono entusiasta “es una caja de cereal”. Solo se le ve una enorme sonrisa. Pero allí no se queda la razón de mi sorpresa, sino que el niño le busca con bondad razones a esa caja de cereal que expresa el valor del regalo recibido. Por ello les dice a sus padres mientras sigue mostrando con una sonrisa su caja de cereal frases como: “me lo dio el abuelo”, “mi caja favorita de cereal”, “para que Uds. no gasten”.

Por un rato más los papás le siguen la conversación mientras el sigue mostrando con una sonrisa y una enorme bondad el agradecimiento genuino que siente al haber recibido una caja de cereal de parte de su abuelo, con la cual no podrá jugar. Pero después de los padres haber documentado en video esta hermosa respuesta, lo invitan a probar el cereal.

Háganse como niños

Al niño le parece una buena idea y al abrir la caja se encuentra que dentro hay dos videos juegos “los que siempre había querido” y aquí vuelvo a sorprenderme: el niño sigue contento, no más contento que antes de saber que había recibido una caja de cereal. Y aunque menciona que le gustaron muchos los juegos, su emoción se mantiene intacta de principio a fin sin hacer referencia a que la caja de cereal había sido un error. Ese regalo que venía en una caja de cereal se lo había dado su abuelo. Y eso, para él parece ser suficiente.

Este fue el mensaje que esta navidad más ha tocado mi corazón. Cuánta profundidad contenida en tan solo un niño de 4 años. Cuánta sencillez. Con cuánto amor recibe su caja de cereal. Cuánta delicadeza al buscarle un sentido a ese regalo que para cualquier niño quizás no lo tendría así de esa manera porque no cumple con el fin objetivo y útil de un regalo de navidad para un niño: que sirva para jugar. Cuánta delicadeza al pensar en que gracias a ese regalo sus padres no gastarían más dinero comprando su cereal.

No tengo el gusto de conocer a este hermoso niño ni a sus padres, pero me atrevo a decir que le han dado una extraordinaria educación. Y cuánto contraste vemos hoy al como están siendo educados muchos otros niños que más bien lloran y hacen berrinches porque sus padres no le pudieron dar el juguete de temporada. Cuántos padres que creen que el mejor regalo está contenido en algo con un enorme valor material.

Quise ser ese pequeño niño. Quise tener por un momento ese enorme corazón. Que valora lo que tiene sin pensar en lo que no tiene. Que recibe con alegría y una sonrisa lo que la vida le permita tener sin pensar en lo que no ha logrado obtener. Que no se entristece porque no alcanza a tener aquello que se compra con dinero, porque sabe que lo más importante es justo lo contrario, aquello que se da con amor y que no se puede comprar con todo el dinero del mundo.

¿Háganse como adultos?

Unos días después me topé con otro mensaje. Una persona se quejaba en las redes sociales de la poca utilidad de los regalos recibidos en un intercambio familiar. Y pensé: con gusto te cambiaría tu lugar. Somos muchos los que no contamos por diversas razones con una enorme familia extendida para pasar la navidad. Y son muchos, los que teniéndola no la valoran.

Para muchos la navidad se ha convertido en solo eso. En recibir un regalo que represente un bien útil y nada más, dejando de lado el sentido más profundo que tiene en la vida afectiva y espiritual del ser humano. Un regalo que -si sirve- entonces vale para quien lo reciba; cuando lo relevante de recibir un regalo en Navidad no es lo útil del mismo, sino la intencionalidad de quien lo da que expresa el amor que se tienen mutuamente. Un amor familiar o de amistad, cualquier tipo de amor. Deseo de agradar y corresponder. Deseo de decirte con él “eres de mi familia” o “valoro tu amistad” y valoro que seas parte de mi vida. Sino es el regalo esperado o útil lo único que significa es una falta de conocimiento de los gustos de la persona, pero no significa nada más. Y cuantas personas no valoran esto.

El amor: más vital que el agua

La exhortación apostólica Familiaris Consortio escrita por el papa San Juan Pablo II en noviembre de 1981 expresa con su nombre lo que la familia significa: un consorcio, pero no en el sentido empresarial sino familiar, un grupo, una alianza, un compañerismo, una asociación. Es un llamado a que la familia sea lo que está llamada a ser: una comunidad de vida y de amor donde lo menos relevante para que cumpla esa misión es el regalo que se recibe porque cada uno representa y se valora como un don ya en sí mismo. Cada persona que la conforma es ya en sí misma un regalo. Donde se valoran aspectos más esenciales y trascendentes para el ser humano como la vida misma, la salud, el poder compartir, el simplemente estar juntos y poder reír.

El hombre no puede vivir sin amor. Fuimos creados por amor y en el amor debemos vivir. Es el ambiente más idóneo donde podemos desarrollarnos como seres felices y plenos. La familia es el lugar donde puede darse este contexto. Primero el hombre y la mujer para aprender a donarse mutuamente y luego poder donarse a los hijos. Es por eso que la familia se basa en esa unidad indivisible donde la pareja hace comunión con Dios y esa comunión se fortalece por el amor que Dios vuelca en sus corazones y a su vez, en cada miembro de la familia.

Cuando esa comunión se basa en el amor de Dios es Indisoluble y se caracteriza por su unidad. Exige la fidelidad de los cónyuges, imitando la fidelidad de Cristo a la Iglesia: su esposa. Cuando hay comunión conyugal habrá comunión en la familia. El amor entre ellos además de la fortaleza que da -sin darse cuenta- el mismo Espíritu de Dios a través del Espíritu Santo hace que los miembros participen de esa comunión como un intercambio educativo entre hijos y padres donde el perdón, la reconciliación y el apoyo mutuo serán la consecuencia natural de ello.

Itinerario de los esposos

Los esposos deben de tener un itinerario moral donde se forme, eduque, capacite con conocimientos para que los mismos puedan hacer opciones diarias fundamentadas en una moral correcta que los guíe en su camino de crecimiento personal y matrimonial en el mismo dinamismo de la vida. Para así, poder suscitar convicciones y ayudas concretas a los esposos y a los hijos.

La familia que se ve con amor, solo necesita darse regalos en ese contexto del amor. No importará lo útil, lo caro, la marca del mismo, o lo que esté contenido dentro de la caja porque solo importará el amor que existe entre ellos. Lo que adquiere valor al final, solo será la convivencia, el simplemente “estar” juntos. El poder compartir a la mesa. El recibir una caja de cereal solo porque lo da el abuelo sin importar lo que esté contenido dentro.

Está vida es difícil transitarla, pero caminar por esta vida sin Dios lo es mucho más. Fracasar en un negocio o en un trabajo, tiene solución. Pero fracasar en el proyecto más importante del ser humano que es la propia familia, puede teñir de tristeza toda una vida. Cuando la familia funciona adecuadamente encontramos la fortaleza para caminar, luz para optar, valores que nos guíen, el amor que nos ayuda a levantarnos o mejor aún que no permitirá nunca que caigamos. El amor en familia es el mejor tesoro que un ser humano podrá siempre tener. No importa si éste viene contenido en forma de regalo dentro de una caja de cereal.

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Dra. Mercedes Vallenilla

Psicóloga católica con especialidad en psicología social. Maestra en Matrimonio y Familia. Doctora en Educación, con estudios de postdoctorado en Psicología. Autora de cuatro libros sobre psicoespiritualidad. Pionera en Psicología Virtual con 30*+ años de experiencia.

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