En enero publiqué -como todo lo que publico -por inspiración del Espíritu Santo- una oración que titulé Aquíy que escribí cuando venía en un avión en un vuelo de regreso de Estados Unidos.

Al parecer ayudó a muchas personas y no solo a mí. Una de esas personas me contactó por Direct Message en Instagram (mercedes.vallenilla.psicologa). A pesar de que no soy capaz de poder leer y comentar los mensajes que recibo a diario, ese captó mi atención pues me dijo que él era sacerdote.

Ofrecimiento

Como muchos saben, mi enfermedad está ofrecida por la fidelidad de los sacerdotes y las vírgenes consagradas desde hace 26 años en un momento muy diferente al que vivimos ahora. En esencia, el ofrecimiento desde ese primer día siempre ha sido el mismo y el Señor ha sabido utilizar esas gracias en este misterio de dolor y amor.  

Este misterio comenzó quizás mucho antes desde que Dios me pensó en la eternidad. En esta vida,  alcanzo a identificar varios momentos, uno de ellos cuando apenas tenía 19 años y me pidió en un retiro que le diera mi vida usando la palabra quiero que me entregues “todo”.  

Después de ello, pensé que era la vida como laica consagrada, pero vi que no era mi llamado. Luego unos años después pensé que ese “todo” era entregarme a través de un ministerio sirviendo a otros, pero más tarde discerní que más bien era irme de misionera con mi esposo a Manila después de un contundente llamado de Dios. Nunca se me cruzó por la mente que el “todo” era hasta el don de la salud para convertirme en una persona enferma. Mi seguridad humana y espiritual, estaba en mi fortaleza no en mi fragilidad.

Todo

Ese día donde me pidió “todo” estando en un retiro después de una lucha interior le dije que mi vida era suya a pesar de que pensaba que decir eso era darle permiso a que hiciera con mi vida lo que quisiera, incluso enviarme una enfermedad. Así de textual lo compartí con mi guía espiritual de ese momento: “Padre, decirle eso al Señor es darle permiso a que me mandé una enfermedad”.

La noche antes de acabar el retiro, después de una lucha interior ante el Santísimo, se lo dije estando completamente sana: “Señor, mi vida es tuya, te entrego todo, te la entrego completa”. La paz y la profunda alegría que sentí al vencer mis miedos y confiar en Dios, fue algo indescriptible. Esto, fue la antesala de todo lo demás.

Por eso, me encantó que este Padre-Psicólogo me contactara en enero después de haber publicado “aquí”, sin saber realmente desde dónde lo hacía porque ellos me recuerdan el para qué de mi ofrecimiento y eso, me ayuda a seguir dándole sentido a tanto dolor que a diario experimento en este cuerpo enfermo.

Diocidencia

Unos meses después publiqué un video invitando a un evento en Pereira, Colombia que muchos vieron por meses en mi página web y redes sociales. Mi sorpresa fue que el primero en escribir fue él, mi amigo de las redes para decirme que era colombiano, que vivía a 11 horas de esa ciudad y que le daba alegría que fuera a su tierra.

En seguida llena de sorpresa supe que Dios estaba tejiendo una historia de amor, de las que solo Él sabe en sus planes misericordiosos armar, como un perfecto escritor en renglones torcidos, pero con buen puño y con una perfecta letra. Le escribí tarde en DM de Instagram, diciéndole que quería que fuera al evento y en cierto modo lo comprometí. Había en mi interior una moción que me decía que él tenía que estar allí. Él me envió una foto de su agenda donde salía escrito “Pereira”.

Una guitarra

El contacto continuó de forma esporádica por whats app al intercambiar nuestros celulares. Lo primero que recuerdo es ver sus fotos con su guitarra la cual es su medio de evangelización con los jóvenes. Otra foto donde estaba caminando con su guitarra a cuestas la cual me recordó al “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Y otra foto ante el Santísimo alabando al Señor.

Unos días después me envió un video donde él cantaba mientras un grupo de jóvenes muy dinámicos saltaban alabando a Dios. Me emocioné mucho y le dije que ese era el dinamismo de la Iglesia, una Iglesia joven y que Dios se consolaba con su entrega. Comprendí no solo cuán importante era para él su guitarra sino lo importante a su vez como medio de evangelización.

Contra viento y marea

Después de un viaje sumamente accidentado el cual casi me hace quedarme en la escala a la mitad del camino llegué a Pereira muy descompensada de salud. En estos viajes me doy cuenta de que el mundo no está hecho para una mujer como yo que está llena de discapacidades ocultas y poco visibles para otros camuflageadas por un cuerpo aparentemente sano. Algo incomprensible al mundo hedonista en que los seres humanos intentamos a diario no naufragar.

Al día siguiente de haber llegado, me avisó la encargada del evento que el Padre había logrado ir y que estaba a dos horas de Pereira. Mi corazón saltó de júbilo. Él era sin que lo supiera mi invitado especial.

Purifica tu entrega

Durante la noche me descompensé de nuevo. De repente, mi pequeño estómago “prefabricado” estaba contrayéndose como si le hubiera caído ácido, algo normal que suele suceder cuando cambio de alimentación. Pasé un muy mala noche y sentí ese día como muchas veces lo he sentido que no tenía fuerzas para levantarme a dar las dos conferencias.

Al ver que las horas pasaban y a pesar de que me había tomado los medicamentos adecuados sin que lograra recuperarme mientras hacía mis alabanzas al Espíritu Santo, hice un esfuerzo para ir a misa dado que tuve la enorme bendición de que en frente al hotel estaba una hermosa Iglesia. Necesitaba que la Eucaristía fortaleciera mi cuerpo enfermo y la gracia sostuviera mi espíritu.

Pan de vida

No pude levantarme de la banca en toda la misa. Viví lo que siempre vivo: mi espíritu saltando de amor y mi cuerpo latiendo de dolor. Las lecturas de la misa eran justo las que fundamentan la espiritualidad en que está basada mi Modelo de Acompañamiento, la que practico y en la que creo, nada de esto era una coincidencia.

Así que mientras me latía mi cabeza con la migraña, escuchaba el recordatorio del centro de la misión de mi vida con la lectura del Buen Pastor que dio su vida por las ovejas y que dejó a las 99 para ir por la perdida. Justo el día que volaba había escrito exactamente lo mismo en mis redes sociales haciendo una afirmación de mi propósito de vida.

La oveja perdida

El Señor me hacía un recordatorio del ofrecimiento de mi vida como cordero a imitación del cordero supremo que es Él para poder ser pastora de las almas ofreciéndose con amor directo al matadero. Él siempre yendo delante de mí para enseñarme como se sufre, rescatando con su gracia y su amor -incluso de las coladeras- a la oveja perdida y al verlas, recordarme constantemente de Lázaro resucitar.

La comunión me dio fuerzas para vestirme e ir al teatro. Mi migraña estaba a raya, si hablaba aumentaba el dolor. Nunca me pregunté ¿Señor cómo podré hacer esto? Pues mi confianza en Él me decía que, como siempre, sería solo su amor y su gracia la que sostendría una vez más mi cuerpo enfermo siempre superado con creces por la misión de vida. Siempre viviendo así, entregándome así con este choque entre tanta vulnerabilidad, pero a su vez siendo sostenida con la fuerza de la gracia y el amor del Buen Pastor.

Cuidando el fuerte

Llegué al teatro y después de varias pruebas todo comenzó. Entré al escenario con una fuerte migraña, pero creo que nadie lo notó. Cuando estaba compartiendo mi historia de vida en la primera conferencia, pregunté si en el auditorio había sacerdotes y religiosas, en realidad en mi mente también estaban incluidas las laicas consagradas. Allí me di cuenta dónde estaba sentado él, mi amigo de las redes, justo en la esquina derecha del auditorio en la primera fila, en el lado contrario a la izquierda una religiosa y en el medio una laica consagrada.

En ellos tres estaba una representación perfecta de la razón de mi sufrimiento. Ellos teológicamente representan las vocaciones de entrega total a Cristo. Ellos, estaban allí como un recordatorio de Dios dándome ánimo y diciéndome: “Hija, mira a quien sostienes con la entrega de tu vida y tu enfermedad. Ellos, su fidelidad, son la razón de tu existencia, no lo olvides”.

Todo esto me lo decía mientras yo explicaba una diapositiva de ese momento donde Él me lo reveló. Recuerdo haber pensado: “Señor, están sentados estratégicamente cuidando el fuerte y ni siquiera se conocen”, parecen esos arcángeles que están siempre en la entrada de las grandes catedrales o alrededor de los altares cuidando al Señor. Me sentí profundamente acompañada y sostenida por ellos, sin que ellos lo supieran.

Un solo latido

Al descubrir esto mi corazón latió con más fuerza, sentí a nivel sensible la gracia y el amor con la fuerza de un huracán, pero con la suavidad de una brisa que me sostenía en ese momento de tanta debilidad humana mientras mi cuerpo temblaba. Todo latía junto, mi corazón de amor, el latido de mi migraña y también de la lesión en mi columna. Todo junto, en el mismo momento, en la misma persona humana en esa unidad sustancial de cuerpo, mente y alma como un todo habitando el dolor y el amor.

Todos estos latidos representaban la vida misma. Cruz y resurrección todo concentrado en un milésimo instante, un mismo momento, en una misma persona. Un instante concentrado en un segundo que quedará atesorado en la memoria de mi corazón como signo visible de mi Dios de amor que me hace ver de manera muy palpable que no estoy sola en esta misión. El mismo Vía Crucis de Cristo y la Pascua de la resurrección. El dolor no me estaba robando el amor.

MercedesVallenilla

Que el dolor no te robe el amor

Al acabar la primera conferencia “Que el dolor no te robe el Amor” corrí al camerino. Me senté y traté de respirar. La migraña amenazaba con crecer mientras repasaba en la mente una alabanza que le canto todos los días al Señor: “Cuando pienso en tu amor y en tu fidelidad, no puedo hacer más que postrarme y adorarte. No me quiero conformar, he probado y quiero más”.

Me tomé una segunda proteína líquida y salí de nuevo al ruedo con la fuerza del amor que mueve a este cuerpo enfermo, sabiendo que allí, frente a mí estaban mis tres custodios para sostenerme con la fidelidad de sus vidas -yo a ellos y ellos a mi- para que juntos rescatáramos a esa oveja perdida que estaba sentada en el auditorio con la comunión de la misma Iglesia reinante, purgante y triunfante.

Cuando acabó la conferencia la migraña se me quitó. Sabía que no había sido perfecto, pero tenía la certeza de que sí había sido con amor. Para el momento que llegó la rifa de los libros no me dolía la cabeza, sino solo lo que siempre duele en mi cuerpo enfermo. Estaba segura de que el Señor quiso purificar los frutos con la sangre del ofrecimiento en ese sacrificio amoroso en ese mismo momento, frutos que no veré pero que por la fe y el gemido de mi cuerpo se que así se dieron.

Espejos del amor del redentor

En la noche al llegar al hotel mi amigo de las redes y yo estuvimos conversando por whats app en ese diálogo entre las almas sellados por el amor del redentor. En un momento de la conversación supe que él había empeñado su amada guitarra para poder hacer el viaje en camión para ir al evento y así corresponder a un llamado de cumplir con la voluntad de Dios.

En ese momento me sentí indigna de tanto sacrificio y dije: “Señor, venirme a escuchar a mí no valía la pena, demasiado esfuerzo y sacrificio” mientras mis lágrimas se escurrían de mis ojos. Pero mi socio, el Espíritu Santo me dijo: “Hija, no te vino a ver a ti, vino a escuchar al Dios que habita en ti”. Comprendí que él estaba respondiendo a un llamado de Dios en su corazón, y eso me dio de paz.

¿Por qué Señor?

A pesar de ello, por minutos me sentí culpable y quise decirle: “Padre, ¿por qué hizo eso?” Me dolía profundamente que hubiera empeñado su medio de evangelización con los jóvenes, recordaba ese video todos saltando y cantando, la foto ante el Santísimo y la otra caminando con su guitarra a cuestas “¿Por qué Señor? eso sí que no”, mientras mis lágrimas salían de mis ojos.

En ese momento contacté a una persona para que me ayudará a recaudar el dinero para recuperar su guitarra. El me dijo que no creía que en su ciudad la compraran de inmediato y que él era pobre, que no estaba apegado a nada.

Sacerdote para siempre

Mi corazón sentía dolor, pero sabía que esa era la voluntad de Dios y que la voluntad se expresaba en el alma de este santo sacerdote. Eso era solo entre él y Dios. Tenía claro que el Señor lo había traído para sostenerme a mi en mi espíritu y recordarme mientras latía el cuerpo de dolor, el amor que hay en toda la entrega de mi vida y de todos los que allí estaban presentes representando esa alianza suprema con el Pastor.

Al acabar el evento nos dimos un abrazo. Le tomé las manos y le dije:

Pero no alcance a decirle todo esto que aquí escribo. Esa noche le hice la promesa de que recuperaríamos su guitarra y que, al hacerlo, él me debía enviar una nueva foto con ella.

Todo, te entrego todo

Esa noche me recordó el evangelio del óbolo de la viuda que fue criticada por los que más tenían porque dio todo lo que tenía que en apariencia era poco. Solo porque estaban enfocados en la cantidad de lo que había entregado y no en que había dado justamente todo lo que tenía, aunque fuera pobre e insignificante ante los ojos de los demás. Su única y preciada posesión. Mi amigo de las redes dio todo lo que tenía además de su vida.

Gracias Padre por su testimonio de vida. Gracias por cuidar el fuerte junto a esas dos hermosas esposas de Cristo. Gracias por sostenerme ese día con su presencia, por representar a otro Cristo, por santificar ese auditorio pisando fuerte con la entrega de su vida y con su sacrificio amoroso al Señor.

Aquí…

Tenga la certeza que “Aquí” seguiré sosteniendo la suya y la de todos los sacerdotes y vírgenes consagradas de toda la Iglesia con la entrega de mi vida en este sacrificio amoroso y no doloroso para que las almas puedan tener la oportunidad de conocer a Dios. Esa es la invitación de Dios que nosotros en libertad elegimos ofrecer y renovar cada mañana al levantarnos viviendo un día a la vez.

Así, juntos, en nuestro ofrecimiento nos fortaleceremos en la debilidad recordando que es solo en ella donde se expresa la grandeza del Señor para ir cada uno en su misión a rescatar a la oveja perdida mientras a su vez somos también nosotros rescatados por el amor del creador.

Mi amigo de las redes, ¡Dios me lo bendiga! Gracias por la entrega de su vida.

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Dra. Mercedes Vallenilla

Psicóloga católica con especialidad en psicología social. Maestra en Matrimonio y Familia. Doctora en Educación, con estudios de postdoctorado en Psicología. Autora de cuatro libros sobre psicoespiritualidad. Pionera en Psicología Virtual con 30*+ años de experiencia.

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