Uno de los dolores morales más grandes que una persona puede llegar a experimentar es cuando se siente juzgado. Sentirnos juzgados antes de ser conocidos por otros, es una pena profunda que hiere en lo más hondo del interior y que lamentablemente es ocasionado por la ligereza con que muchas personas viven su vida sin ponderar el daño moral que se puede ocasionar cuando se juzga a la primera.
Hay una creencia popular que permite aceptar como socialmente “bueno” el aparente derecho a juzgar la vida de otros otorgando interpretaciones que expliquen de alguna manera lo que no puede comprender la razón porque no tiene todos los elementos a la mano o especular sobre las motivaciones interiores que expliquen el comportamiento de otros el cual están seguramente muy lejos de ser acertadas.
El juicio se da cuando una persona es castigada, rechazada o simplemente señalada por terceros por un “algo” que escuchó de boca de otras personas y asume una postura de represalia o indiferencia hacia el otro heredando de una forma concreta el juicio de otros. En su máximo esplendor se puede dar otro tipo de juicio que es cuando por comportamientos moralmente incorrectos se asume como licito juzgar a otro como una forma de castigo que se ha ganado la persona por su error.
Cristo en el evangelio nos dejó un enorme legado al respecto de siempre y en todo momento acoger al pecador con misericordia y amor, el nunca juzgar a las personas sino a los actos que esas personas cometen y el de brindar en todo momento el beneficio de la duda a todos pues en el fondo, nunca podremos saber lo que motiva a alguien a tomar una mala decisión.
El beneficio de la duda es sumamente útil para evitar el juicio hacia otros. El término fue utilizado por primera vez por el médico Inglés Thomas Inman en 1860 en sus ensayos sobre la praxis médica. El decía que un paciente no debía recibir un medicamento si el médico no estaba seguro de que serviría para curarlo.
En el ámbito filosófico se utilizó el término para indicar la necesidad de poder hacer una suspensión de un juicio cuando la persona no tiene todos los elementos claros porque tiene lícitamente una duda filosófica lógica y se ve en necesidad de poder tener un espacio de tiempo para poder reflexionar y analizar el cuerpo de conocimiento con la que cuenta para tomar postura ante algo o tomar una decisión ante un suceso.
En el ámbito del derecho el beneficio de la duda fue creado para proteger el derecho que tiene cualquier persona a que se le considere inocente hasta que se pruebe su culpabilidad pues sería injusto que se juzgue a alguien sin tener pruebas de que es culpable. Si se tienen todos los elementos para pensar algo en contra de alguien pero le damos ese derecho, eso restaura la confianza de la persona y le da libertad de probar su inocencia.
La duda es una indeterminación entre dos opciones que debemos tomar lo cual nos hace vacilar ante un hecho, una noticia o una creencia. En realidad cuando hablamos de dudas, hablamos de que no tenemos certezas fundamentadas ante aquello que deseamos fijar postura o simplemente emitir una opinión. Mientras que la palabra beneficio es definida como el bien o mejora que se le otorga a una persona.
Por lo tanto si intentamos entender que es el beneficio de la duda, podemos definirla como la abstención de una opinión para el beneficio de otro debido a que carecemos de pruebas objetivas y fundamentadas que nos hagan estar totalmente seguros de lo que creemos acerca del hecho u acontecimiento. En este sentido, debemos partir de la premisa de que no podemos fijar una postura a priori porque en la mayoría de los acontecimientos no contamos con todos los elementos que nos permitan formular un juicio inclusive en el escenario en que seamos miembros de un jurado, tampoco podremos dar un veredicto de culpable o inocente sino contamos con las suficientes evidencias que nos sirvan para ello.
En la vida cotidiana y fuera del salón del juzgado debe ser como dice un refrán popular: la moneda tiene siempre dos caras y generalmente solo conocemos una de esas caras que es la externa de forma parcial sin que estemos en posibilidad de conocer la otra cara que generalmente es la cara interna; es decir, lo que está oculto para los hombres porque pertenece al interior de la persona y solo es visible para Dios.
En el ámbito espiritual podemos plantear argumentos todavía más profundos. Cristo en Juan, 1-8 al presentarse en el templo le trajeron a una mujer que había sido adúltera y al preguntarle a Jesús si procedían a apedrearla como marcaba la ley, Jesús respondió que el que estuviera libre de pecado lanzara la primera piedra.
En este pasaje del evangelio Jesús nos introduce en la manera como debemos proceder ante un hecho que moralmente podemos catalogar de incorrecto o de pecado. Y es que en este sentido, la enseñanza de Jesús no va orientada a no llamar al bien como bien y al mal como un mal; sino que sabiendo juzgar los hechos moralmente incorrectos sepamos a su vez no juzgar a las personas porque si las juzgamos estamos asumiendo un rol que solo corresponde a Dios además de que le estaremos robando a la persona esa mirada de misericordia que debemos de tener siempre y en todo momento al pecador. Sumado a ello, podemos recordar que todos somos pecadores y que como consecuencia, no debemos de juzgar el pecado ajeno cuando a veces no somos capaces ni de tener conciencia sobre el pecado propio pues eso sería como si estuviéramos siempre prestos a juzgar la paja del vecino sin tener conciencia de que se tiene una viga en el ojo.
Pero el hombre siempre tiende a juzgar y no solo a juzgar sino a hacerlo apresuradamente con pobres elementos de esa cara externa sin tener una pequeña idea de la cara interna de la historia. Entonces es cuando al dolor que ya experimenta el pecador se le suma el dolor que causa el juicio de otros como un peso extra añadido creando un sentimiento de culpabilidad que se une al dolor moral de haber pecado.
Siempre hay no solo que partir de que Dios es el único que podrá juzgarnos por nuestras faltas a la hora que nos encontremos cara a cara con Él pues es el único que puede conocer en totalidad lo que hay en el corazón de aquel que cometió una falta, es el único que conoce en profundidad al corazón de cada persona, es el único que sabe lo que había dentro; lo vivido, lo sufrido y todas aquellas circunstancias que quizás llevaron a esa persona a fallar pues no solo conoce todo el corazón sino aquellas heridas, circunstancias o penas que la misma persona haya vivido en su interior y que están totalmente ocultas para otros.
Cuando la biblia quiere hablar de la palabra corazón se refiere a toda la persona, a todo su interior y no a un órgano físico. Por eso en I Samuel 16, 7 dice el profeta “el hombre mira la apariencia, pero el Señor mira el Corazón». Parece que el profeta describe la actitud que muchos asumen hoy en día.
En el antiguo testamento los sentimientos del hombre también eran atribuidos a Dios. Por eso se dice: “El Señor se duele en su corazón (Gen. 6-6) y se elige a un hombre según su corazón (I Samuel, 13,14) Es solo Dios quien puede transformar el corazón de Piedra en un corazón de carne, que no juzgue sino que sepa acoger con amor.
En el nuevo testamento también el corazón es el centro del alma y del centro del espíritu. Porque el corazón es el punto de partida de la conducta humana Dios imprimirá su ley en los corazones (Heb. 8,10) El corazón se convierte en el «órgano» de la religión. Es por medio de la fe como podemos arraigarnos a Dios.
Como el corazón solo es conocido en totalidad por Dios, es por esto que cualquier persona que se llame cristiano no debe juzgar a otra persona pues eso es antítesis a lo que nos dicen las escrituras y el ejemplo que Jesús nos dejó con su propia vida. Es poco coherente decir que amamos a Dios y juzgar a otros dejándose guiar por criticas, cizaña, chismes de “radio pasillo” o comentarios de otros infundados. Pero esto tiene igual validez incluso cuando podemos tener evidencia de un comportamiento moralmente incorrecto de otros.
Es Dios y solo Dios quien está en el derecho de juzgar a cada ser humano en su juicio final, ninguna persona en esta tierra está en el derecho de juzgar a otros pues es Dios quien conoce todo lo que hay en el corazón del hombre y el hombre que juzga solo conoce de forma muy parcializada y limitada la realidad que se ha atrevido a juzgar.
San Pablo en su primera carta a los Corintios, en el número 13:12 dijo una frase que es muy reveladora en este sentido: “Ahora vemos en un espejo un enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido”. Lo que nos está diciendo San Pablo es que mientras seamos mortales siempre el mundo interior de otros o el mundo interior propio será un enigma incluso para nosotros mismos en totalidad. Es solo cuando estemos ante Dios que podremos ser escrutados en totalidad en nuestros corazones, siendo allí y solo allí cuando nos conoceremos y seremos conocidos en totalidad. Por lo tanto, solo estamos en capacidad muy limitada de conocer parcialmente los corazones de nuestros hermanos los hombres, por lo que hacer un juicio siempre será una apreciación muy pobre y limitada de la realidad interior que existe en el corazón del otro.
Es mejor siempre esforzarnos por brindar a otros el beneficio de la duda, no solo porque no estamos en capacidad de juzgar lo que hay en el corazón de los demás, sino porque estaremos evitando ocasionar un dolor mucho más grande a otros que les impedirá quizás, reconciliarse con Dios, consigo mismo y con los demás, pues se sumará junto con la falta o el pecado cometido como un peso más que separará a esa persona del amor de Dios.
Cuando sientas la tentación de juzgar a otros seria bueno que recordarás cuál ha sido tu peor pecado y si te hubiera gustado que otros lo supieran y sabiéndolo te hubieran señalado, rechazado o criticado. Recuerda siempre cuando tengas ganas de juzgar a otros todas las veces que Dios te ha perdonado. Si al contrario, sientes un profundo dolor en tu interior porque te has sentido juzgado por otros, aprende a distinguir el comportamiento errado humano del amor de Dios y ofrécele a Él todo tu dolor pues Él sabrá consolarte manteniendo siempre en tu conciencia la certeza de sentirte amado y totalmente conocido por un Dios que es un Dios de amor y que solo desea contar con tu amistad.
Brinda siempre el beneficio de la duda a otros. No le robes a nadie esa mirada de misericordia y de amor que todos necesitamos experimentar en nuestras vidas, pero en especial, cuando nos hemos equivocado.