La resiliencia es un término que ha sido usado en diferentes contextos de las ciencias a lo largo de la historia. En ecología es utilizado para señalar la capacidad que tiene un ecosistema de absorber las perturbaciones que se generen dentro de él sin que estas perturbaciones alteren la estructura de dicho ecosistema o sus funciones. Un ecosistema es resiliente cuando es capaz de regresar a su estado original de “crisis” en las que esas perturbaciones lo indujeron, una vez que hayan pasado las mismas.
Los elementos que hacen a un ecosistema potenciar su capacidad de resiliencia han sido identificados como aquellos que tienen dentro de si mismo mayor número de interacciones entre las partes que lo conforman; es decir, a mayor riqueza de especies que conforman ese ecosistema mayores opciones para poder responder a esas perturbaciones pues aumentan su capacidad de autorregularse.
Estas afirmaciones que son válidas para la ecología también lo son para la ingeniería. Un material es resiliente cuando es capaz de regresar a su forma inicial después de haber sufrido un proceso que lo haya deformado.
Al extrapolar el concepto de resiliencia a las ciencias sociales, encontramos una interesante historia del desarrollo y evolución del concepto hasta llegar a la fecha a su definición más sencilla. La resiliencia en psicología está definida como aquella capacidad que tenemos todos los seres humanos para sobreponernos a las adversidades y salir fortalecidos de ellas, reorientando los recursos interiores que poseemos para poder responder a las nuevas circunstancias de crisis personales que se presentan en la vida y salir transformados positivamente de ellas. Es como si después de un huracán, el ecosistema se renueva mucho mejor a como era antes o como si en ingeniería, el material regresa a su forma original quizás más fortalecidas sus moléculas.
El elemento común del concepto en cualquier área científica en que lo analicemos, es la capacidad de ese “algo” llámese cosas, seres vivientes o seres humanos de regresar a su estado original o quizás a una mejor versión de ese estado original después de haber sufrido un trauma, choque, golpe o perturbación que haya atentado contra la estabilidad del mismo. Si bien es cierto que los ecosistemas pueden tener esa capacidad, podemos afirmar que mucho mayor es la capacidad del hombre para regresar a su estado original de estabilidad después de haber vivido -por ejemplo- un gran sufrimiento pues contamos con una enorme gama de recursos interiores para ello.
Al igual que en los ecosistemas, la riqueza de los elementos internos con que contemos y tengamos disponibles a la hora de las crisis hace que podamos ser en mayor medida más o menos resilientes. En este sentido, el concepto tiene dos vertientes a considerar. La primera, como una capacidad del propio ser humano que poseemos de manera innata para proteger nuestra propia identidad ante situaciones límites como incluso un mecanismo hasta de defensa o supervivencia para poder sobrellevar el dolor, la muerte, las crisis y todo aquello que tengamos que afrontar en la vida. La segunda vertiente del concepto está más orientada a la capacidad de igual forma innata que poseemos de construir y reconstruirnos interiormente después de una situación de crisis saliendo renovados o incluso una mejor versión de la propia identidad que teníamos antes de la misma crisis. Con capacidad innata me refiero a que nacemos -sin distinción- todos con ella.
Mientras más recursos contemos a la hora de las crisis, mayor capacidad de resiliencia tendremos. En este sentido, las personas resilientes tienen una enorme capacidad para percibir y afrontar las crisis como oportunidades para crecer, para salir adelante, para poner a prueba sus propios recursos personales. El poder asumir las crisis con esperanza es un factor de igual forma importante para una persona resiliente pues comprende que lo que está viviendo es temporal y que podrá salir adelante fortalecido de la situación en la que vive por lo cual no se aferra a la situación de crisis como algo definitorio del cual no será capaz de avanzar hacia un cambio.
En el ámbito laboral también necesitamos ser resilientes pues para ser emprendedores debemos de enfrentar muchas batallas que implican cada una de ellas salir de una zona de confort donde nos sentíamos seguros y estables, para movilizarnos hacia una situación nueva que requiere que utilicemos nuevos recursos para poder afrontarla con éxito. Las personas que están dispuestas a “caer” en el intento, que permiten el error en su vida y lo asumen como una oportunidad para aprender y avanzar sabiendo que en el proceso estaran expuestos a mucho, son los que salen victoriosos. Este tipo de personas toman lo que están emprendiendo o la caída en el intento como una oportunidad para crecer, aprender y avanzar. De igual forma, los emprendedores no trabajan solos, trabajan con un equipo de forma entusiasta, sus miembros son metafóricamente esos elementos diversos del ecosistema que lo enriquecen día con día. El líder camina al paso del mas lento del equipo e integra de forma creativa todos los talentos que los miembros del equipo aportan.
Se necesita ser positivo para poder ser emprendedores resilientes. Ser optimistas y tener emociones de esperanza nos podrán ayudar a salir adelante aunque sean acciones concretas y pequeñas sabiendo que esos pasos no nos sacarán de la situación que deseamos cambiar de forma inmediata pero que si nos conducirán si mantenemos un esfuerzo sostenido dirigido a la meta que deseamos lograr.
Todas las personas tenemos sueños, esperanzas, expectativas e ilusiones. Todos necesitamos sentirnos reconocidos en alguna medida y de forma equilibrada, apreciados y valorados. Sino se recibe esto de parte de las personas de las cuales se depende es probable que no se despierten todos aquellos mecanismos intrapsíquicos que necesitamos despertar para ser resilientes. Pero si las personas de las cuales se depende utilizan las suficientes destrezas para motivar, alentar, inspirar y guiar a un equipo de trabajo o por medio de las relaciones de trabajo que se mantengan, es probable que el desempeño laboral evolucione hacia la eficacia y la producción en todo su potencial.
Tener desde el comienzo relaciones positivas y sanas en todos los ámbitos en que la persona se desenvuelva, son los cimientos de cualquier empresa de hoy que desea ser exitosa en el mañana. El capital humano es la mejor inversión en cualquier sector en que nos ubiquemos. Pero si vamos más allá la vincularidad es señalada en el estudio de la resiliencia como uno de los factores más importantes para poder fomentar esta capacidad en las personas, pues al igual que un ecosistema sale adelante mejor después de una crisis mientras más riquezas hayan entre las especies que lo conforman, nosotros los seres humanos también pero en mucho mayor medida que un ecosistema el cual se dará dependiendo de la riqueza de las interacciones con las que contemos a la hora de la crisis.
Al hablar de vincularidad nos referimos a todos aquellos lazos y vínculos afectivos que una persona establece con otra persona o con diferentes personas que forman parte de una red de apoyo donde se brinda amor, respeto y comprensión, acompañando en el dolor para poder compartir todo ese –sin sentido- en el que pudiera sumirnos una situación de dolor, pero que al compartirlo con otro recobra un sentido y con ello la esperanza de que la situación podrá cambiar. El poder contar con alguien o con un pequeño grupo de personas crean lazos importantes a la hora de un problema que ayudan a crear vínculos con uno mismo y con los demás lo que a su vez, fomentará esas capacidades resilientes.
Además de la vincularidad, el sentido del humor también se ha demostrado ser un factor importante para despertar las capacidades resilientes pues quien es capaz de reírse de sus fracasos, quien admite en lo imperfecto algo perfecto, quien acepta que Dios siempre sacará algo bueno de lo malo que nos suceda, quien reconoce que todo colabora para el bien de los que aman a Cristo, quien logra reírse de si mismo, despertará todo el potencial interior para sacar las fuerzas para continuar buscando formas alternativas para solucionar su situación y podrá con ello despertar todos esos recursos interiores disponibles en situaciones límites.
En la biblia vemos claramente la historia del Santo Job en el Antiguo Testamento. Un hombre piadoso, virtuoso e intachable que gozaba de estima, bienes, familia, buena salud, dinero y una excelente reputación. Pero en el libro de Job vamos viendo como Dios permite que sea tentado incluso -al parecer humano- más allá de sus fuerzas. En el libro vemos múltiples expresiones de la humanidad de Job quien cansado, agotado y agobiado reclama a Dios por las permisiones que estaba viviendo. En Job podemos ver las típicas reacciones que todos podemos tener en el camino del sufrimiento y del dolor además de cómo su enorme fe fue puesta a prueba de forma constante y continua y de cómo ésta se tambaleó muchas veces en el camino.
En Job vemos una enorme capacidad de resiliencia. El muestra su frustración ante Dios pero no resuelve su crisis interior solo con frustración pues aunque no entendía la lógica y pedagogía de Dios para su vida, esas interrogantes que tenía y que no lograba comprender no le impidieron resolver su crisis de forma satisfactoria.
Job a pesar de que pelea con su humanidad no se queda solo con sus dudas. Al final resuelve con una profunda fe al aceptar que todo lo que proviene de la mano de Dios tiene que ser para su bien, él deja de pelear con la voluntad de Dios acogiendo con amor todo lo vivido y es en ese momento donde su capacidad interior es movida por su fe para ser fiel ante todas esas circunstancias de vida. Pudiéramos pensar que cuando Job dejó de pelear con Dios por medio de su razón para poder entender lo que le estaba pasando, fue que sus resortes interiores se prendieron y paso a aceptar la prueba en su vida de una forma resignada, lo que lo ayudó –gracias a su fe- a mantenerse fiel.
Si un ecosistema puede reorientar sus recursos para salir fortalecido de las perturbaciones, cómo no estaremos nosotros en capacidad de hacerlo si contamos con la fe y la ayuda de Dios, de todos los recursos interiores con los que desde nuestro nacimiento contamos, además de aquellas pocas o muchas personas que nos fortalecen con su ayuda.
Los cristianos debemos de partir –por la fe- de que no existen cruces que no podamos cargar sin la ayuda de la gracia que Dios derrama en los corazones. Si Dios solo permite los sufrimientos que con su ayuda seamos capaces de cargar, entonces podemos tener la certeza de que en su hermosa creación hemos sido dotados en nuestra mente con los recursos interiores para poder hacer todas esas conexiones intrapsíquicas que nos permiten salir fortalecidos de ellas, transformándonos en unas mejores personas. La resiliencia es un recurso divino con el que hemos sido dotados para poder afrontar las adversidades. Pero no solo tenemos esa capacidad interior que todos podemos potenciar, sino que además contamos con la fe que nos ayuda a creer en lo que quizás aun no podemos ver.
4 respuestas
Muy buen articulo, me gusta como combina lo habitual con la Palabra de Dios. Saludos.
Muchas Gracias Roberto por tu comentario. Gracias por leerlo. Dios te bendiga.
Excelente artículo. Dios te guarde.
Muchas Gracias Padre. Dios lo bendiga.