Despegue de Venezuela y un Llamado Especial
Cuando despegó el avión en Venezuela, se me escurrían las lágrimas. De alguna manera supe, por acción del Espíritu Santo que sería desprendida de raíz de todo lo que hasta ese momento conocía. Él me dijo: «Hija, a partir de ahora, cumpliré tu deseo de ir por todo el mundo a caballo, hablando de mi amor. Tu caballo serán los aviones. Yo me ocuparé de tus cosas y tú te ocuparás de las mías«.
Última Vista de Caracas
Así fue como vi, desde la ventana del avión, el mar de la Guaira, en Caracas, Venezuela, mi patria natal por última vez hace 29 años. Mi niño de 2 años iba en el medio de mi amado esposo, mi San José y yo. Los tres íbamos con las manos juntas, llorando. A pesar de su corta edad, nuestro pequeño solo decía: «no quelo i a piliina» (no quiero irme a Filipinas).
Un Proyecto de Vida para Dios
Partimos dejando todo habiéndolo tenido todo para llevar su amor a aquel que cruzara en nuestro camino. Al hablar de todo, no me refiero a lo material, sino a cambiar nuestro proyecto de vida por el de Dios. Ser misioneros modernos de su Iglesia, sabiendo que estábamos llamados a ser profetas no en nuestra tierra, sino en otras tierras. Lo de moderno era simplemente porque hace 30 años no había familias misioneras católicas que se entregaran así, recorriendo medio mundo para servir, mucho menos con un pequeño hijo de dos años.
La Visa Especial en Filipinas
Fue tan innovador este llamado, que, gracias a ello, descubrieron un «hueco» en la ley de migrantes en Filipinas. La visa que nos darían era una visa religiosa, reservada a los misioneros que iban a evangelizar en esa hermosa tierra de Dios. El problema es que no podían darle esa visa de misioneros a un niño de 2 años. Así que estuvimos un año y 3 meses con un permiso especial otorgado por el secretario de migración. Hace 10 años que regresé a Manila, me dijeron que, gracias a nosotros, ya existía visa de misioneros para las familias misioneras de todas las religiones.
El Cardenal Jaime Sin y la Providencia Divina
Gracias al Cardenal Jaime Sin, arzobispo de Manila, pudimos estar allí, sirviendo, confiando en la providencia que velaba por nuestras más básicas necesidades como alimentación, luz, gasolina, etc. Así ha sido desde el día uno en que partimos. Es un hecho que mi caballo han sido los aviones pues no he parado de viajar por la misión que Él inmerecidamente me ha encomendado y revelado a cada paso del camino. Él siempre se ha ocupado de nuestras cosas, mientras nosotros hemos intentado con todas nuestras imperfecciones ocuparnos de las suyas.
Viajes Constantes y la Misión encomendaba
Estos meses del verano del 2024, he estado 15 días de viaje y semana y media en mi casa. La misión encomendaba en Mindove Catholic Therapy no ha parado, además de atender otros asuntos de salud y misión.
Ángeles del Camino: Tony y Danilo
Pensaba que ya a mis casi 55 años, estaba cansada de vivir en hoteles y que necesitaba un respiro. Junto a mi pensamiento, vino el nombre de Tony y Danilo, y con ello el sentido de esta historia, pues el Señor me sopló con ello, el recordatorio que siempre me ha enviado a los ángeles del camino para hacer de mi viaje algo especial, al ver como Él se sigue ocupando de nuestras cosas, mientras intentamos ocuparnos de las suyas.
Desafíos en los Viajes por Salud
Cuando vivimos 8 meses en Monterrey en el 2022, gracias al repentino cáncer de mi esposo Carlos, viajar se puso aún mucho más complicado de lo que ya era. Ahora, no era la silla de ruedas que solicito, pues no puedo caminar por el aeropuerto ni hacer filas. Tampoco era ahora mi «carry on», llena de medicamentos que no pueden ir en la maleta porque si se pierde, corro riesgo de muerte al no poder tomar mis medicinas diarias. Ahora se sumaba una dificultad más al estar mi esposo en una condición igual.
El Encuentro con Tony y Danilo
En ese momento, vi lo complicado que sería. Dos sillas de ruedas y dos «carry on» llenas de medicamentos de los dos. ¿Quién sería el fuerte ahora? Si mi San José era el que siempre velaba por mí. Pues resulta que, en estos viajes siempre acostumbro a dialogar con quien nos ayuda empujando la silla de ruedas. En esa primera vez que llegamos a Monterrey iba haciendo bromas de que éramos la pareja bien pareja, pues los dos estábamos «averiados».
Fue allí cuando conocimos a Tony y Danilo. Personas que están llenas de caridad, servicio y amor, que con solo sus palabras te sientes cuidada y segura. Esos ángeles del camino que el Señor en estos casi 30 años de viajar, siempre nos envía en el camino para cuidarnos.
Danilo, Un Ángel con Su Propia Cruz
Pues resulta que Tony y Danilo casualmente eran los que siempre nos recogían llegando a Monterrey y viceversa. Un día, vi que Danilo se tocaba la columna como suelo tocarla cuando me duele. Y le pregunté qué le pasaba. Allí me enteré de que Danilo había tenido una vida bastante estable laboralmente, pero que un día tuvo un grave accidente de moto pues un camión se lo llevó por delante y estuvo muy grave al borde de la muerte. Se fracturó muchas cosas, entre ellas su cerebro, y su columna quedó lesionada al igual que la mía.
Solidaridad y Generosidad en el Camino
Me conmovió mucho que Danilo estuviera empujando mi silla de ruedas cuando él casi no podía caminar. Me dijo que cuando se había recuperado, ya había perdido todo y no encontraba trabajo. Entonces se puso a vender cacahuates en la calle, hasta que un primo le dijo que, por favor, viniera a trabajar al aeropuerto empujando con su lesión a los que estamos quizás menos lesionados que él.
Pensé que, en otras dimensiones, en algo se parecían nuestras historias, pues mi seguro médico no cubría mi costosa enfermedad, dado que cuando me enfermé siendo misionera, no contaba con seguro médico. A la vez, el seguro médico de mi esposo se había acabado y el tratamiento de cáncer estaba por nuestra cuenta. En esencia, sabía lo que era perder la estabilidad económica por temas de salud.
Un Acto de Amor Incondicional
En ese instante le pregunté qué le estaban dando para el dolor. Y le comenté lo que a mí me ayudaba. Intuí que Danilo no tenía los recursos para comprar su medicina para la columna, así que le pedí su celular y le dije que de regreso lo buscaba llegando al aeropuerto para darle la medicina. Él me agradeció mucho, quizás con sorpresa y cierto escepticismo.
Llegando al hotel, mi esposo y yo comentamos que cada uno en su nivel estaba sin las posibilidades de tener su medicamento. Pues nosotros en el pasado, habíamos vivido eso y que justamente en esos meses, el medicamento de mi esposo del cáncer estaba agotado sin que pudiéramos hacer nada al respecto. A la mañana siguiente, casualmente había una farmacia saliendo del hotel. Así que le dije a mi esposo que, mientras llegaba el Uber que nos llevaría al cheque médico del oncólogo, iría corriendo a comprar la medicina de Danilo
La Sorpresa en la Farmacia
Cuando entré apurada, pensaba que esa medicina no se conseguía tan fácil. Para mi sorpresa, me dijeron que sí la tenían. Quise comprarle más de una, pero pensé que no habría sino quizás como máximo dos, pues esa había sido nuestra experiencia con ese medicamento. Quedé muy sorprendida cuando me dijeron que había 10 cajas. Hasta el farmacéutico comentó que se le hacía extraño que hubieran enviado tantas cajas el día anterior. Allí supe que el Señor quería este acto de amor de parte nuestra.
Un Pensamiento Tentador
En ese instante no dudé y le dije que me llevaría las 10 cajas. El farmacéutico me preguntó si estaba segura, dándome el monto total, pues quedó sorprendido. Le dije que sí. Cuando se fue a buscarlas, me sentí tentada, y un pensamiento saltó en mi mente: «Merce, qué loca. Tu esposo no tiene su medicamento para el cáncer y tú estás aquí comprándole medicinas a un desconocido». En ese instante pensé que había una enorme desproporción en el costo de la medicina de cáncer de mi esposo y esto, pero enseguida pensé que no era acerca del costo, sino de la esencia del amor. El amor que siempre acorta desproporciones y da sentido a toda la existencia humana. Allí recordé esa celebre frase que tanto nos ha acompañado: «Ocúpate de mis cosas, que yo me ocuparé de las tuyas».
La Decisión de Amar Sin Condiciones
Pensé que, así como muchos ángeles del camino nos habían ayudado toda la vida a fondear dos enfermedades que no cubría el seguro médico, Él nos invitaba a ser esos ángeles que ahora daban en nombre de Dios esa respuesta de amor.
Compré las 10 cajas de medicinas sin dudarlo y salí corriendo al Uber. «Señor, me sigo ocupando de tus cosas, porque sé que tú te ocuparás de las mías» . Mi fe siempre ha sido el motor del amor, porque viene de la fuente inagotable del amor más pleno y profundo de todos: el de Dios.
Sentía ese júbilo en el interior, esa pequeña victoria de confianza. Ese no sé qué, difícil de explicar a otros por los que servimos cada día, amando a quien Él cruce en el camino, sea o no conocido. Esa experiencia interior que seguimos sintiendo a pesar de vivir así por más de 30 años.
La Recompensa Inmediata
Al entrar al Uber, mi esposo me dijo: «¿Amor, cuántas conseguiste?». Cuando le dije que no lo iba a creer, que eran 10 cajas, mi San José me dijo: «No me queda duda alguna de que el Señor nos pidió esto, qué bueno que las compraste», mientras le comentaba mi pensamiento de tentación.
En el justo momento en que terminé de decirle esto y él de responderme que Dios siempre había sido bueno y fiel con nosotros, sonó mi celular. «Dra. Vallenilla, sé que hablamos hace apenas dos días y que le dije que esto seguía para largo. Pero quiero decirle que de la nada acaba de llegar el medicamento de su esposo y se lo hemos guardado aquí. Usted siempre me decía que confiaba en Dios y que el medicamento iba a llegar. Aquí está. Su fe lo trajo de regreso. Necesito que se vengan lo más pronto posible para ponérselo a Don Carlos».
La Gracia de Dios en Cada Momento
Colgué el celular sin poder hablar. Solo se me escurrían las lágrimas mientras mi San José me decía: «Amor, ¿qué pasa?». No podía decirle, porque no me salía la voz. Cuando pude decirle: «Llegó tu medicina, después de 4 meses llegó, amor», los dos nos abrazamos a llorar juntos diciendo: «Dios, eres bueno y fiel, gloria a ti, Señor» mientras pensaba «te ocupaste de nuestras cosas, porque nosotros nos seguimos ocupando de las tuyas».
La Providencia Divina
Mientras lloraba, la bolsa con las 10 cajas de medicinas estaba aún en mis piernas. Como un recordatorio de la confianza en Dios, de ese santo abandono que tanto cuesta. Tony y Danilo son nuestros ángeles del camino. Ellos dicen que eso somos nosotros, pero no es verdad. Todos los que llevan las sillas en el aeropuerto de Monterrey nos conocen, gracias a ellos. Aterrizamos y estos ángeles nos hacen sentir en casa, seguros y cuidados en medio de tanta fragilidad. Él se ocupa de nosotros a través de estos ángeles del camino.
La Comunión de los Santos
Cuando vivimos la comunión de los santos, sin importar dónde estés, en qué lugar de la vida Dios te haya colocado, dónde hayas nacido y cuál sea tu modo de vida, podremos no solo reconocer a esos ángeles del camino que están allí para hacerte el camino más suave, ligero y lleno de amor. Estos ángeles te permiten ver el rostro del Señor en ellos, y si te dejas transformar por la experiencia del amor, de ellos en ti. Es el mismo Dios ocupándose de tus cosas, a través de los que menos esperas.
Para mí, esa es la comunión de los santos, a la que todos estamos llamados si creemos en un mismo Dios de amor. Para mí, eso es ser y hacer Iglesia. Una Iglesia reinante, purgante y triunfante. Una sola, unida, por el amor que es capaz de amar en nombre de aquel que nos amó primero. Viviendo esa unidad en la diversidad que solo es capaz de inspirarla el Espíritu Santo, nuestro gran socio y aliado del cami
Un Lenguaje de Amor
Aquí no es solo un sistema de creencias que unifica, sino algo mucho más profundo: un lenguaje de amor. Por el que seremos al final del camino juzgados, evaluados e inspeccionados, más que si tuvimos o no una práctica religiosa y espiritual perfecta.
El Reflejo de Dios en los Ángeles del Camino
¡Gracias, Tony y Danilo! Gracias, ángeles del camino por apoyarnos con tanto amor. Que Dios me los bendiga hoy y siempre. Seguiremos viendo a Nuestro Jesús, al Buen Pastor, al Adonai y al Adoshin en ustedes.
Cada vez que aterricemos en Monterrey y al salir del avión, estará Él en ustedes para decirnos: «Ánimo, hijos, no están solos. Aquí está su escolta de ángeles para ayudarlos a seguir caminando por mi santa voluntad con sus cuerpos enfermos hablando de mi amor, en sus caballos —los aviones—». Para que sigan ocupándose de mis cosas, mientras yo seguiré -como el primer día- en que dejaron Venezuela, ocupándome de las suyas.