Hemos visto en estos días la brutal represión que se vive en Venezuela a la vez que hemos quizás leído artículos enfocados desde diversos ámbitos, analizando los aspectos económicos, políticos y sociales que están involucrados en esta grave situación que se vive en la tierra que me vio nacer.
En este blog he hablado de infinidad de temas y en esta oportunidad no quisiera dejar pasar estos hechos que hieren profundamente a los miles de venezolanos; no solo a aquellos que tuvieron que emigrar por esta situación sino a los que viven dentro un verdadero holocausto de terror y horror. Quizás escribo como muchos lo han hecho, para poder en cierto modo canalizar toda la impotencia que se siente al ver el circo en que los gobernantes han convertido al país y llevado a una profunda miseria al que era uno de los países más ricos de Latinoamérica, pero mucho peor, en ver como la dignidad del ser humano ha sido rebajada a la más mínima expresión donde el respeto a la vida que es el don más supremo al que debemos aspirar los seres humanos ha quedado relegado a última instancia.
Es por esto que hoy escribo estas líneas, con profundo dolor por lo que no solo veo en las imágenes, sino por lo que mis propios familiares y amigos que están padeciendo en las calles -el único lugar- que hoy tienen para expresar su repudio ante tanta agresión.
Son muchas las historias que han circulado. Es difícil reflexionar y decidir cuáles son reales y cuáles de ellas tienen el objetivo de manipular a las conciencias colectivas de las personas lo cual es característico de las dictaduras. Pero hoy quisiera hacer una reflexión sobre la imagen -desde mi perspectiva- más icónica que los medios internacionales e infinidad de periodistas de todos los ámbitos han hecho referencia. En este caso me refiero al video de un joven llamado Hans, que se presenta desnudo ante una tanqueta blanca que lanza agua con una enorme fuerza además de perdigones y gases lacrimógenos a los manifestantes.
Hans va caminando hacia ellas, con la biblia en la mano y según dicen los medios diciendo “ya basta”. El se va abriendo paso con su débil piel sin que lo proteja nada en medio de los perdigones, solo con su biblia en la mano y con la confianza de quien camina en medio de la depravación más baja del ser humano aferrado a su confianza en Dios.
El joven se sube a la misma, se inclina y parece hacer un pequeño gesto de quien parece clamar al cielo por la bondad con la que todo ser humano nace al ser creado a imagen y semejanza de Dios. Pero los guardias siguen disparando sus perdigones y uno de ellos comienza a gritarle con mucho desespero que se baje de la misma. Hans termina en el suelo, llorando, clamando, con su biblia en la mano mientras le siguen disparando infinidad de perdigones en su piel ya adolorida, pero señala que lo que más le duele no son los perdigones sino el hambre en Venezuela.
Hans representa no solo a una Venezuela desnuda, despojada de todo respeto, de aquello tan básico para poder vivir: comida y medicinas. Pero también representa la perdida de los valores más básicos y profundos que deben garantizar la convivencia social y que es el respeto a la vida y a la dignidad de la persona, cuando los tres elementos que deben de dar estructura a una sociedad y garantizar que la misma ayude al progreso de los que viven en ella está profundamente trastocado.
Las leyes como primera instancia las cuales no existen y no se respetan los más mínimos derechos de los ciudadanos, el estado de derecho se pierde en ello. No solo al derecho a manifestarse pacíficamente, el derecho a disentir de un régimen autoritario sin que esto sea motivo de agresión y burlas no solo verbales sino también agresiones físicas que atentan contra la propia vida; sino además el derecho a un abogado cuando se ha sido suspendida la libertad arbitrariamente justamente por haber ejercido el derecho a la libre expresión.
La cultura que en este caso representa no solo a nivel superficial las tradiciones, lo que vestimos, cómo hablamos, los gustos o lo que comemos, sino que representa algo mucho más profundo que es la forma de interpretar al mundo y con ello, el poder definir qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, teniendo al final como núcleo de esa cultura lo que creemos para con ello poder determinar cómo se debe vivir.
En este sentido cuando un gobierno que está destinado a servir y lograr con ello proporcionar los medios para que los seres humanos que habitan en dicha sociedad puedan optar en libertad por esos medios para desarrollarse integralmente no saben distinguir entre el bien y el mal o peor aún han optado por usar el poder para ejercer el mal, la sociedad deja de ser un lugar seguro, ordenado y equilibrado donde se puedan desarrollar sus miembros en plenitud y comienza a ser lo que hoy es Venezuela: una selva de asfalto donde los colectivos paramilitares del gobierno lanzan bombas y balas a mansalva. Donde el presidente es capaz de burlarse de forma pública de las partes íntimas de este joven noble y valeroso que clama con bondad por la bondad oculta de quienes lo agreden.
La moral o ética como elemento esencial de esta triada que debería garantizar justamente el poder jerarquizar lo que son los bienes objetivos que se valoran subjetivamente para los individuos que viven en dicha sociedad, pero en este caso al no existir dicha jerarquía moral en quienes gobiernan que ordena en prioridades los valores esenciales que deben garantizar no solo nuestro desarrollo integral sino el preservar la vida misma, no existe no solo una ética que la rija sino principios que puedan ordenar dichas acciones con coherencia de vida.
Es por esto que cuando un gobierno llega a este punto no podemos más que presenciar a las calles convertidas en un circo romano por la falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace y donde la vida misma pierde valor en ellas, pues no hay un principio moral y ético rector de dichas acciones sino todo lo contrario, cayendo durante 19 años en la mitomanía expresada diariamente en la mentira compulsiva para justificar con explicaciones efímeras la anti coherencia vivida cotidianamente, pero además con el ingrediente esencial de quien vive sin una moral: posando la culpa en otros para justificar lo imposible trasladando la culpa en quien si ha decidido vivirla como es el caso de los valientes líderes de la oposición.
Cuando estos tres elementos en la estructura social no están presentes no pueden interactuar en equilibrio porque cada uno de ellos esta desvalido, desvirtuado e inexistente en quien dirige a un país; en consecuencia, se vive sin orden, sin respeto a los valores más supremos como es la vida misma oprimiendo a los que forman parte de ella con violencia y agresiones sin precedentes.
Hans se presenta ante unos militares la mayoría alienados, otros llenos del odio que han chupado como la leche materna desde que nacieron este discurso de división, otros quizás aterrados por lo que ven y deseando seguir viendo al pueblo en la calle clamando por justicia.
Pero a nivel espiritual, Hans representa algo mucho más elevado y profundo. Representa a ese ser humano que participa de sus tres dimensiones: la orgánica, la psíquica y la espiritual en una poderosa unidad de cuerpo y alma. La orgánica porque se ha presentado ante el mal indefenso con su cuerpo desnudo. La psíquica porque se ha presentado unido su mente a su cuerpo desnudo con palabras de “ya basta”, sin miedo, sin agresiones, desesperado de sufrir y clamando con sus lágrimas un cese a la agresión. Y la espiritual por haberse presentado con su biblia en mano, su arma blanca de confianza que representa el último recurso de quien sabe su porqué entonces sabe su cómo. Y aunque el espíritu es invisible no quiere decir que sea irreal pues muchos comportamientos humanos como el amor, la verdad, la generosidad, la bondad son invisibles a los ojos humanos, pero tan reales que podemos palparlos en este tipo de imágenes tan profundas como el mismo hecho en sí mismo.
Hans representa a la desnudez originaria del hombre como dice el Génesis 2:25, “Los dos, el hombre y la mujer estaban desnudos, pero no sentían vergüenza”. La desnudez de Hans no sentía vergüenza porque representa el total abandono ante otro donde lo que está de por medio es la confianza total en aquel ante el que se presenta desnudo con una profunda sinceridad en dicha donación y entrega. Lo más relevante del asunto, es que se presenta ante personas que no son dignas de confianza, pero quizás de la confianza de la que estamos hablando es en la confianza suprema de todas que es la que debemos tener en Dios.
La desnudez total sin vergüenza de Hans, no representa en la espiritualidad algo accidental, representa el bien originario de la visión divina; es decir, la inocencia más pura que expresa toda la sencillez y simplicidad en la que se manifiesta el valor real del hombre que por medio de su cuerpo como un don sincero de sí mismo se dona desinteresadamente por amor, esperando que aquel que la presencia vea y conozca con una mirada de amor toda esa realidad que la motiva interiormente de quien se dona a si mismo sin traer nada consigo a cambio más que el amor, la nobleza y la bondad en el interior.
Pero solo la desnudez se convierte en vergüenza cuando el hombre ve al hombre sin una mirada pura no como un don de sí mismo que se entrega por amor por los ideales más altivos, sino cuando su mirada lo convierte en un objeto para satisfacer sus propios fines, como un objeto del odio que se lleva en el interior, como un objeto de burlas y sarcasmo, como un objeto al hay que utilizar como una cosa y el cual hay que responder a tanta bondad con tanta violencia y desamor.
Para los que tenemos amor en el corazón, una escala ética de valores jerarquizado en una moral que conduce a principios sólidos que nos hacen vivir en coherencia, para los que respetamos las leyes y nos acogemos a ellas, para los que dentro de nuestra cultura poseemos valores trascendentales que nos permiten optar por bienes objetivos que conduzcan al ser humano a su desarrollo integral, no solo personal sino de aquellos que nos rodean, para los que vivimos comprometidos con coherencia por nuestros ideales y entregamos amor en el servicio desinteresado a otros, la desnudez de Hans no es motivo de vergüenza y burlas sino de admiración total. Hans representa la confianza última en Dios en que se vence al mal con el bien y es esa misma confianza en Dios la que siempre debe ser mayor a los propios miedos.
Hans, mis respetos y admiración por tu testimonio valiente de vida. Y a todos los venezolanos que se encuentran en las calles exponiendo con amor sus propias vidas. Por favor, Oren por Venezuela.