Psicología Católica Integral - Mercedes Vallenilla
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Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Una familia que se comportaba a diario como una familia como cualquier familia, donde el Niño Jesús nació, creció y fue descubriendo en medio del amor de su familia, la misión que tenía en la vida: ser el salvador, el Mesías que vendría a abrirnos las puertas del cielo para que accedamos a la vida eterna.

Dios Padre pensó en que Jesús naciera en el seno de una familia como cualquiera para poder llevar a cabo su misión. Y esto fue muy importante para la vida del propio Niño Jesús. El crecer en esta familia, llena de amor donde se sentiría amado como niño, como ser humano, amado de la misma forma como Dios nos ama: con un amor incondicional, por lo que somos, nunca por lo que hacemos. Valorado. Sentirse importante para sus padres. Experimentar ese amor que nos ama incondicionalmente.

Pienso como psicóloga que importante fue para el Niño Jesús haber nacido en el seno de una familia cualquiera que lo amo desde el mismo momento que su madre recibió el anuncio del ángel. Y también, desde el momento que José acepto ese plan de acompañar a la Virgen en ese plan divino, incomprensible a la razón.

Una familia cualquiera, con las vicisitudes que vivimos a diario. Su papá trabajando como carpintero para poder llevar el pan a la mesa. Su mamá cuidando de ellos, cocinando, educando y formando al Niño Jesús con paciencia y amor. Cuidándolo cuando se enfermo o se cayó jugando. Brindándole las bases afectivas que son tan necesarias recibir desde que nacemos para poder desarrollarnos adecuadamente en el futuro. La solidez que da el sentirse amado desde pequeño. Una vida sencilla. Quizás llena de esas alegrías de jugar, reír, amar. Y también de esas tristezas que de seguro también vivieron. Pero todo vivido juntos, en unión. Con amor.

Dios Padre pensó en esto para que todos nos sintamos identificados de la manera más cercana con Jesús. No pensó que Jesús naciera y llevara a cabo su misión solo, con su divinidad “todo poderoso”, sin la necesidad del amor de su familia, sino todo lo contrario. Y es por esto que Jesús vivió 30 años impregnado de ese amor de familia, que creo se inhalaba ese amor en el ambiente. Y ese amor de familia es lo que lo sostuvo en su parte humana para poder llevar a cabo su misión a plenitud. Y el amor de Dios Padre, lo sostuvo con la gracia esa parte divina de su ser.

En la Sagrada Familia encontramos el ejemplo perfecto que como cristianos debemos imitar en nuestras propias familias cualquiera que esta sea. Una familia directa, extendida, adoptiva o incluso una familia fraterna espiritual o de un grupo que estén llamados a estar unidos por un mismo ideal: el del amor. Pero el del amor de Dios que infunde en los corazones de cada miembro de esa propia familia y no por relaciones de interés de algún tipo.

Ese amor es lo que hace que podamos intercambiar no solo ideales profundos de vida sino experiencias de alegrías, también de tristezas. Apoyarnos en las buenas y las malas. Ser fieles en ese amor que es un don y un tesoro para nosotros mismos y para los demás. Pero no con patrones emocionales superficiales donde se viva todo desde relaciones poco significativas, sino desde relaciones que se construyan de manera profunda, que ayude a comprendernos unos a otros. Donde fomentamos el dialogo. Donde podamos apoyarnos cuando un miembro se siente triste o cuando tiene un problema. Una familia que como equipo, se une y saca al caído adelante. Siendo siempre fieles.

La Sagrada Familia era una familia como cualquiera en su forma de vivir. Sencilla, alegre, unida. Que trabajaba por suplir sus necesidades básicas. Que sufría y luchaba. Se divertía. Lloraba y reía. Ellos fueron descubriendo mientras Jesús crecía, su misión. Y lo fueron acompañando durante 30 años hasta que llego el momento de salir a su vida pública.

Que hermoso ejemplo nos han dejado. Y es por esta fidelidad en el amor al plan de Dios sobre su hijo, que hoy podemos llamarlos “La Sagrada Familia”. La familia no solo es la base de la sociedad. Es el principio y fundamento que permite y da la solidez no solo para que cada miembro se realice, alcance el éxito profesional, sea feliz; sino para que cada miembro llegue y alcance la vida eterna.

Ojalá y nosotros podamos brindarnos la compañía necesaria para poder cumplir todos nuestra misión en la vida. Sostenernos mutuamente con el amor de Dios que se derrama en cada corazón para luego ser derramado sobre los corazones de los demás que conforman mi grupo familiar. Para que podamos no solo ser exitosos o llegar a tener muchas cosas materiales, sino para que podamos cumplir con nuestra misión más grande, profunda y definitiva en la vida de todas como cristianos, que es llegar al cielo y ayudar a todos los miembros de ella a alcanzar de igual forma la vida eterna.

Nosotros también estamos llamados a ser como la Sagrada Familia. Una familia como cualquiera.

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Mercedes Vallenilla

Psicóloga católica con experiencia en Psicología Social y Maestría en Matrimonio y Familia. Doctora en educación de la Universidad Anáhuac, con estudios de postdoctorado. Autora de cuatro libros, pionera en Psicología Virtual con 30+ años de experiencia.

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Mercedes Vallenilla

Psicóloga católica con experiencia en Psicología Social y Maestría en Matrimonio y Familia. Doctora en educación de la Universidad Anáhuac, con estudios de postdoctorado. Autora de cuatro libros, pionera en Psicología Virtual con 30+ años de experiencia.

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