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El Punto Negro en la Pared

Un día estando en una misa en una ciudad que no es la mía en el coro había una señora que cantaba de solista. En realidad, no estaba cantando sino más bien gritando.

Mientras observaba cómo cantaba, la persona que estaba a mi lado me dijo: “Dios mío. Qué mal canta. Nos vamos a quedar sordas. Está gritando y desafinando. Cuántos gallos se le han escapado. Y ella cree que esta cantando lindisimo”.

Al escuchar esto pensaba: “Tiene objetivamente la razón” pero me salió del alma decirle al oído: “Es verdad. Pero ¿se ha fijado más bien el amor con el que ella le está cantando al Señor? Es hermoso ver cómo sus ojos se le llenaron de lágrimas en la parte donde le dice que lo ama. Estoy segura que mi Señor sonríe en el cielo al verla cantar con tanto amor. Ella lo consuela con su entrega”.

Ese día en la Iglesia terminé la misa pensando que quizás la señora salía con “los tímpanos inflamados” además de molesta y en cambio yo salía con el corazón lleno de amor al apreciar la belleza como esta señora le había cantado a mi Señor.

Lo que observo…

Estoy sirviendo en mi Iglesia desde muy pequeña. Para ser precisa, desde los 18 años. Estamos hablando de 31 años de mi vida. Todo mi desarrollo profesional ha sido dentro de ella. Como psicóloga en primera instancia social, puedo de una manera adecuada identificar aspectos comunes en las conductas de grupos sociales. Grupos de diferentes culturas, pues la riqueza de mi trabajo entre otras cosas es esa: la cantidad de personas con las que he entrado en contacto por tantos años alrededor del mundo de diferentes edades y países.

Por tal motivo, en cada viaje, en cada conferencia, en cada evento, en cada contacto con pacientes de diversos lugares del mundo, identifico algo que tienen todos en común: su deseo de amar a Dios. A veces en contra de viento y marea. Pero también identifico otro aspecto que no es tan positivo.

El perfeccionismo

En el deseo de agradar a Dios, de amarlo y de servirlo muchos católicos están más enfocados en buscar la perfección minuciosa y detallada de lo que hacen sin fijarse en el amor con qué lo hacen. Peor aún, cuando expresan sus puntos de vista sobre el ministerio del otro, dicen de primero ese pequeño punto negro en la pared que no les gustó porque hizo imperfecto la misión.


Esto es una constante que veo en los grupos con los que entro en contacto cuando viajo. Siempre me encuentro con ese perfil de señora o señor muy rígido, que está extremadamente nervioso por el evento o la conferencia, que no se relaja ni disfruta.  No tiene tiempo para tener una breve conversación porque eso representa una perdida de “valiosos minutos” ante las urgentes funciones que aún tiene que desempeñar para que todo quede perfecto.

Que si se modifica algo del plan o se retrasa el tiempo se irrita.  Que no tiene tacto en decir las cosas que espera del otro. Y que incluso se molesta con aquella que sí está disfrutando en cosas que quizás no considera relevante.

Una de sus manifestaciones

Esto me pasa también cuando recibo algún mensaje por cualquier vía de algo que he escrito, un video que he elaborado o cualquier cosa que he preparado con amor para ayudar a otros de forma desinteresada a encontrar luz, consuelo y esperanza.

La típica versión es recibir un mensaje diciendo que me piden disculpas. Después de eso, incluyen una frase espiritual que justifica el comentario el cual es siempre una observación desde mi perspectiva del “punto negro en la pared” sobre eso que creen debo corregir. El 99% de las veces son opiniones muy personales de lo que ellos consideran que hubiera sido mejor “en vez de” para que “eso” hubiera quedado perfecto. Y otras veces es un error realmente insignificante que quizás nadie se dio cuenta.

Recuerdo que cuando lancé mi primer video a los 48 años, sin tener idea de cómo editar y después de haberle picado muchas veces y cometido infinidad de errores me llegaron estos mensajes:

Mensaje 1: “Merce, me encantó la música, súper movida, súper moderna, me captó la atención todo el tiempo”.

Mensaje 2: “Merce, me aturdió la música. Es mejor que pongas música más lenta y baja de volumen por favor porque no se me antojaba verlo”.

Mensaje 3: “Merce, te felicito. Me encantaron los efectos no permitió que me durmiera. ¿Dónde aprendiste a hacer eso o te lo hizo una compañía?

Mensaje 4: “Merce, me dieron ganas de vomitar con tanto efecto. Me mareé. No se si fui yo, pero creo que no es correcto que le metas tantos efectos a un video”.

Mensaje 5: “Merce, los títulos no quedan. No sabía si leerlos o prestarte atención. Me distrajo”

Mensaje 6: “Merce, qué buena idea poner esos títulos debajo porque la verdad es que en psicología hasta en espiritualidad hay palabras tan raras que sino las usas para ponerlas nos perdemos”.

Percepción de Peligro

No exagero. Fue así como los recibí. Y no solo una vez. Estoy acostumbrada a recibir este tipo de mensajes que al final, son opiniones muy personales sobre lo que debo de hacer y sobre él cómo lo debo hacer. O mensajes sobre aquellos detalles imperfectos en la forma que no hacen lucir bien mi trabajo para este tipo de personas, como la vez que me contacto una persona conocida urgente -hasta pensé que la vida de alguien estaba en peligro- para decirme que en mi último articulo había conjugado dos verbos mal. Y yo me había salido de una junta para atenderle la llamada porque pensé era realmente urgente.

Otros mensajes no han sido tan bonitos como los que aquí escribo. Han sido agresivos, groseros y ofensivos. Poco cálidos, al grano, directo y sin anestesia de personas que no conozco y que nunca en mi vida he visto.

¿Por qué sucede?

Estoy segura que esto que comparto aquí no lo he vivido yo sola, sino todo el que sirve con amor dentro de la Iglesia. Y muchas veces me he preguntado ¿por qué los católicos somos así? Y aquí intento responder a lo que considero está de base equivocado en una forma de ser y de actuar dentro de nuestro servicio que no tiene justificación alguna porque incluso impide desde mi perspectiva que opere la caridad cristiana, la misericordia y el amor. Para mí, la cereza del pastel y de lo que siempre se ha tratado.

El perfeccionismo es un diagnostico muy común que he atendido en terapia infinidad de veces. Ocurre entre muchas cosas por creencias nucleares erróneas donde se ha vinculado inconscientemente al amor con el deber ser. Es decir, la asociación equivocada es “valgo por lo que hago y por ello lo que hago debe de ser perfecto para merecer el amor o para amar”. Y si le metemos creencias erróneas con el toque espiritual entonces sería al final “para amar como Dios nos ama”.

¿Cómo se vive?

La persona que ha estado más enfocada en buscar la perfección de los actos se pierde lo mejor que es la experiencia en el amor. Y no es que el amor sea incompatible con una entrega y servicio bien hecho, sino que se obsesionan tanto con buscar la perfección de esos actos que se pierden la capacidad de disfrutar, de compartir, de conversar, de dejar que no todo sea perfecto. De ver más bien al fondo que la forma. El amor que la acción. Pensando que Dios nos amará más por qué hacemos más cosas buenas y perfectas y nos amará menos sino las hacemos. Y esto nada tiene que ver con la incondicionalidad del Amor.

Cuando se practica esto, porque así se piensa y así se entrega el amor, se escala con el tiempo. Al final, se percibe la realidad en totalidad distorsionada pues, ese pequeño punto negro en la pared representado por ese supuesto error que se cometió o error pequeño y objetivo, para este tipo de mentalidad hecha a perder todo el contexto, cuando en realidad no es así. La persona no puede dejar de pensar en el foco del supuesto error, se obsesiona con ello y no quita el dedo del renglón hasta que haya sido corregido o al menos expresado.

¿Qué efectos tiene?

Para este tipo de psicologías, se pierde la percepción en totalidad, porque ese excesivo foco en el punto negro no permite que se pueda apreciar la pared entera. Es como si la mente se pone unos binoculares para ver ese punto y al verlo fijamente no puede apreciar que el punto está en todo un entorno hermoso de infinidad de cosas buenas que estuvieron también allí, pero que no las alcanzan a percibir porque la mente las descarta.

La percepción se distorsiona porque no hay equilibrio entre ese punto negro y una pared entera de cosas positivas y buenas. Y que quizás no solo en número fueron más las cosas buenas que “la supuesta mala”, pero la persona está impedida en verla. Y además de ello, el que tiene tiempo así, lo percibe con alarma y peligro, necesitando correr a comunicar de inmediato que existe ese punto negro en la pared que supuestamente expone el resultado de este, incapacitando a la persona para poder pensar en una solución porque se inhibe la capacidad de reflexionar.

¿Qué consecuencias tiene?

Durante estos episodios, la persona no disfruta. Vive estresado, irritable, cansado. Y es muy probable que genere conflictos o desgaste a su equipo de trabajo y se relacione bajo presión de manera inadecuada. Pero, además, también es muy probable que hasta se enoje porque las cosas no salieron perfectamente conforme a lo planeado y comience a repartir mensajes de regaños a quienes voluntariamente lo están apoyando. A agredir activa o pasivamente.

Y si es el encargado mucho peor, porque utiliza el puesto de responsabilidad que solo se le ha dado para servir, amar, unir y dar testimonio del amor. Se comporta más bien, como un jefe burocrático de gobierno que intenta mandar y controlar a las personas que generosamente están allí solo para amar y ser amadas como Dios nos ama.

Contrario al amor

No estamos diseñados para vivir así. No fue creada la misión del laico para esto. Porque esto no viene de Dios sino de psicologías afectadas por heridas emocionales que enferman a otros en nombre de Dios. Al final, impide que la misericordia opere, porque construye la mente una barrera que incapacita qué se exprese el amor en plenitud. De este escenario el salto a un Trastorno Obsesivo-Compulsivo de la personalidad es solo un peldaño.

Muchas veces he pensado en los fariseos, a quien me hubiera encantado conocer. Sin embargo, al analizar en los textos bíblicos sus conductas y el trato que le daban a los demás, puedo generar una hipótesis de manera muy respetuosa que psicológicamente parece que padecieron de lo mismo. Un excesivo interés por el “deber ser” y no por la “esencia del ser”. El cumplimiento perfecto de la ley por la ley sin centrarse en la esencia de la persona humana.

¿Qué es entonces la perfección?

La perfección está solo en el amor y no en la perfección de los actos. A veces tenemos excelentes intenciones, pero como somos seres humanos imperfectos por el pecado original y por rasgos de personalidad, no nos sale lo que deseamos tan bien y eso no significa que el amor entregado pierda valor. Pero lo importante no es fijarnos en el punto negro en la pared, sino en la cantidad de elementos que si están presentes y que -al reconocerlos- nos daremos cuenta de que no era tan relevante ese punto negro ante el amor que el alma está intentando entregar.

Pero lo más importante no es solo eso, sino fijarnos en el amor que personas sin ningún tipo de interés mas que alabar al Señor y servirlo ponen en todo lo que hacen. Al igual que la señora del coro, quizás he roto tímpanos, pero no con el canto sino con las mil y una cosa que por tanto años he intentado entregar a otros de forma imperfecta, con amor en nombre de mi Señor. Y estoy segura que Él se ha valido de ello.

Primero lo primero…

Cada vez que recibo un mensaje de éstos, veo no solo lo innecesario de haber invertido tiempo en comunicar algo así; sino en la forma tan inadecuada como se comunica. Pero siempre me ayuda a pensar que Él está feliz con mi entrega y que lo que lo consuela en la cruz, es mi unión amorosa a su cruz.

A veces me pregunto ¿por qué más bien no te preguntas que otros muchos aspectos positivos tiene lo que deseas corregir antes de invertir tiempo escribiéndole a otros que no conoces a decirle lo mal que te pareció su trabajo? ¿Por qué mejor no te fijas quizás en el amor que hay detrás de todo lo que ves? ¿Por qué no piensas que a ninguno de los que servimos nos pagan por hacerlo? ¿Por qué no intentas pensar qué significaría para ti hacer todo lo que hacemos y cuánto tiempo invertimos en esto? ¿Por qué no intentas conocer la historia de amor que hay detrás de cada misión? ¿Por qué no intentas hacer lo que hacemos?

Vocación al amor

Así vivo yo y así quiero continuar viviendo. Intentando siempre mirar al alma y al amor que emana de esa alma quien desinteresadamente está intentando aportar algo a este mundo tan perdido. Antes de expresar un comentario que pueda desanimar a otros en su misión, porque más bien no le dedicas tiempo para agradecerle y motivarlo por lo que hace sin decirle nada negativo a cambio.

Se necesita un camión de horas, pero también de fe para resistir todo esto. A mí es lo que me sostiene cada vez que alguien me ha agredido porque no le gustó un video o la canción. Saber que éste no es mi trabajo, sino que lo hago después de 8 arduas horas diarias de trabajo, en “mis tiempos libres” que no tengo, con un gran costo y sacrificio personal, en medio de muchos malestares por mi enfermedad, pero con toneladas de amor a Dios y a esos que amo en su nombre sin conocerlos.

La esencia del Ser

El “deber ser” es lo que vemos, pero solo debe emanar de forma natural por el resultado de la “esencia del ser” que está amando a otros porque se sintió amado primero por su creador y gracias a ello, se encontró con Él y le reveló su misión.

Amar no tiene nada que ver con la perfección de lo que se hace. La perfección está en el amor. Corregir y desmotivar expresa una actitud interior de una psicología herida de quien no sabe amar porque realmente no ha conocido al amor en la plenitud y la extensión de la experiencia. Y esto, no significa que no sea perfectible lo que hacemos, pero eso se dará por añadidura con el tiempo a quién realmente se dedica a amar con pureza de intención y como prioridad. Y cuando se comunica un mensaje correctivo, es porque primero se ha garantizado la experiencia previa del amor a esa persona para que sea ese amor el que amortigüe la corrección y surja el efecto deseado.

Un virus

El perfeccionismo invade las mentes de quienes desean servir a Dios, pero que debido a su herida no han podido experimentar el amor de Dios en plenitud. Porque si se ama realmente, se comprende que primero hemos sido amados y nos reconocemos limitados, vulnerables y débiles ante la grandeza del amor de Dios.

Entonces comprendemos que nunca estaremos a la altura de su amor y que la vida no será nunca suficiente para retornarle todo lo que inmerecidamente hemos recibido, aunque quede perfecto lo que hagamos. Por eso, nos dedicamos a donar nuestras migajas con profundo amor, sabiendo que lo que agrada a Dios es el amor que estamos entregando regado con la sangre del sacrificio para que eso abone los frutos que Él en su infinito amor desea hacer fecundar en otros.

Sigue cantando desafinado

Al igual que la señora del coro, yo le canto muy desafinado cada mañana a mi Señor, pero le canto con profundo amor. Tengo la certeza de que no he hecho nada perfecto, pero sí lo he hecho siempre con amor. Eso, me hace vivir en paz porque solo me dedico a escuchar la voz del Espíritu Santo que me comunica la hermosa melodía de lo que Él desea en esta alianza de amor que hemos pactado entre los dos.  

Vivo con la certeza de que tengo en mis manos el amor el cual deseo entregarle a Dios en mi juicio final cuando me arrodille ante Él deslumbrada por su grandeza. Y comprenderé finalmente que soy y seré siempre una sierva inútil ante el amor y la grandeza de mi creador.

Solo me resta continuar viviendo, cantando desafinado, amando imperfectamente y sonriendo mientras le digo con amor: “Abba Pater. Soy y seré tu sierva inútil que solo hace con amor lo que le toca hacer”.

Dedicado a todos los que -como yo- entregan a diario alma, vida y corazón. Intento imperfecto para amar a otros como Dios nos ama.

Mercedes Vallenilla

Mercedes Vallenilla

Psicóloga Católica Virtual / Conferencista Internacional / Escritora / Blogger / Candidata a Doctora en Psicologia

Psicóloga con más de 25 años de experiencia dentro de la Iglesia Católica en diversos países. Pionera en la atención psicológica de manera virtual desde hace 18 años. Autora de 4 libros sobre psicología y espiritualidad cristiana. Maestra en Ciencias del Matrimonio y de la Familia por el Instituto Pontificio Juan Pablo II y la Universidad Anáhuac. Candidata a Doctora por la Universidad Anáhuac en México.

Mercedes Vallenilla

Psicóloga Católica Virtual / Conferencista Internacional / Escritora / Blogger / Candidata a Doctora en Psicologia

Psicóloga con más de 25 años de experiencia dentro de la Iglesia Católica en diversos países. Pionera en la atención psicológica de manera virtual desde hace 18 años. Autora de 4 libros sobre psicología y espiritualidad cristiana. Maestra en Ciencias del Matrimonio y de la Familia por el Instituto Pontificio Juan Pablo II y la Universidad Anáhuac. Candidata a Doctora por la Universidad Anáhuac en México.

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4 comentarios

  1. Woww ese articulo me ha dado muy fuerte porq describe mucho lo que soy “perfeccionista” y cuanto esto me ha afectado, porq me he vuelto regañona, grosera, amargada pero en mi familia. Y en la Iglesia criticona, quisiera trabajar en esa parte, yo trabajo para Dios con mucho amor y se q no soy perfecta pero mi inconsciente cree q todo lo debemos de hacer perfecto o casi perfecto. Quiero ser feliz y dar lo mejor de mi a Dios, mi familia y a mi prójimo desde mi imperfección, pero con todo mi amor. Gracias!!

  2. Wow que grande ensenanza , me siento bendecida porque se que El me escucha,y tambien eh tenido la experiencia de toparme con personas que al final de cuentas me ayudar en reflexionar,y saber que los fariseos existieron y seguiran existiendo, y doy gracias a Dios por ello,porque aprendo a saber que Es lo que no debo hacer

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