Psicología Católica Integral - Mercedes Vallenilla
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El día que yo nací, se enfermó mi mamá. Es difícil vivir con una realidad así. Aun cuando no te culpen ni seas culpable de ello, terminas sintiéndolo de tal forma. Para mí ha sido un gran dolor en mi vida que me llevó muchas veces a preguntarme, ¿qué sentido tiene vivir un vida así?

Por muchos años, la vida tuvo un significado amargo para mí. Encuentro curioso como divagamos en ella. Luchamos contra ella. Lloramos con ella. Reímos con ella y muchas veces huimos de ella y de su significado. Lo más irónico de todo, es que somos uno con ella y si es así entonces ¿Por qué razón huimos de ella?

La vida se puede parecer a veces a un cuarto sin ventanas, sin oxígeno y sin luz. Un lugar donde no hay espacio para enfrentar aquello que nuestro corazón desconoce y le desconcierta y lo cual produce un inmenso miedo. Tristemente, muchos seres humanos viven actualmente en un cuarto como ese. Y cuando estamos en el, nos preguntamos ¿cómo fue que llegue aquí?

Tres cuartas partes de lo que llevo vivo, estuve buscando respuestas. Las busqué en muchos lugares, sin darme cuenta que las tuve frente a mí todo el tiempo. Y entonces, ¿qué fue aquello que causó tal búsqueda en mi corazón? Por suerte, es algo tan común e inherente a la condición de ser humano, como el cielo y las estrellas. Se llama “Dolor”.

Mi corazón adolecía. Era tal el sufrimiento en mi interior, que preferí no sentir. Preferí negar cualquier tipo de afecto que pudiera recibir, aún aunque viniera de las personas que más me aman. Decidí, negar lo que soy: un ser humano que siente y que padece que está llamado a dar y recibir amor.

Poco a poco con el paso del tiempo, podía sentir como algo dentro de mí iba consumiendo mi ser; pero también podía sentir que algo nunca me iba a dejar caer y se resume en una sola palabra: amor.

De pronto un día, todo fue más claro. Me habían hablado de él toda la vida, lo había vivido toda mi vida. Estuvo frente a mis siempre. Es la única razón por la cual vine a este mundo, pero el dolor me había cegado lo suficiente como para no verlo. Su nombre es Amor.

Lo irónico de todo esto, es que el Amor había estado presente durante toda mi vida, incluso en los momentos más difíciles y yo no lo veía. Ese amor, estaba en todo mí alrededor. Me encontraba encerrado en mi dolor, en mi sufrimiento, creyendo que no existía cura a lo que estaba viviendo, que yo era un desdichado y que si esto era el significado de la vida, entonces ¿para qué vivir?

Culpe mucho a Dios. Fue en Él, en quien descargue todo mi rencor, mi enojo, mi odio, mi tristeza pero sobre todo, mi dolor. Le reprochaba y le rechazaba. Para mí, Él siempre fue el causante de mi sufrimiento y la vida de sacrificios que llevábamos en familia. A pesar de todo esto, me puedo dar cuenta de que Él siempre se ponía en mi lugar, para que yo no sufriera, pero yo no lo podía ver.

Hoy entiendo que el dolor, es mucho más que un sufrimiento. El dolor en el fondo, también es amor. Porque cuando a uno le duele el corazón, generalmente es porque alguien a quién uno ama con el corazón se encuentra sufriendo. Un día me di cuenta, que el Amor es mucho más de lo que yo pensaba que era. Es algo mucho mas grande y trascendente. Algo que esta por encima de uno mismo.

El mismísimo Amor vino a este mundo. Y si quieres saber quién es, carga una cruz con tres clavos y porta una corona de espinas. Para mí no hay más grande ejemplo de amor, que aquel que da su vida por quien ama.

Las historias de sufrimiento no se entienden sin él. Así que te pido que abras tu corazón para que puedas comprender aquello que estas padeciendo pero de la mano de Dios. Él vino a enseñarnos algo muy importante a este mundo. Nos enseñó a Amar y nos lo enseño entregando su propia vida.

El camino del amor, no es un camino sencillo. La invitación a descubrir el amor por medio del dolor, es para todos. Sin embargo no todos la aceptan, ya que hay que tener un corazón dispuesto. La única certeza, es que es el camino en el que más paz y felicidad encuentras.

Amar es para valientes. Es para aquellos que pueden tocar el corazón de otros y ver el dolor que hay ahí dentro y transformarlo. Es para aquellos que están dispuestos a sufrir, pero otorgándole un sentido a ese sufrimiento, porque el sufrimiento sin amor, es como vivir sin un corazón.

Si estas padeciendo, no puedes dejar que el dolor haga que dejes de ver el amor que hay en tu vida. Porque la vida es bella y porque no vale la pena huir de ella. La invitación es a buscar abrazarla y aferrarnos a ella, sencillamente porque el creador de tal deleitable belleza, fue el mismísimo Amor.

El dolor nos ha forjado a cada uno y en familia. Dios escribe las historias de las personas que se dejan guiar y se entregan en totalidad a Él. Tenemos que darnos la oportunidad a descubrir su amor en medio del dolor. Porque dolor, también es amor.

Autor: Laureano Gutiérrez / 21 años

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Mercedes Vallenilla

Psicóloga católica con experiencia en Psicología Social y Maestría en Matrimonio y Familia. Doctora en educación de la Universidad Anáhuac, con estudios de postdoctorado. Autora de cuatro libros, pionera en Psicología Virtual con 30+ años de experiencia.

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Psicóloga católica con experiencia en Psicología Social y Maestría en Matrimonio y Familia. Doctora en educación de la Universidad Anáhuac, con estudios de postdoctorado. Autora de cuatro libros, pionera en Psicología Virtual con 30+ años de experiencia.

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