Esto lo he oido toda mi vida. Mucho más cuando era más joven. ¡Merce, es que te falta malicia, eres muy ingenua! La realidad es que es una muy mala definición de lo que realmente pasa que nos lleva a distorsionar las propias relaciones y a cambiar lo bueno que hay en nosotros de manera natural.
Es así como a mis casi 52 años sigo viviendo de cara a esa bondad que Dios puso en mí y que es compartida por todo ser humano porque hemos sido creados a su imagen y semejanza. Esto no quiere decir que aprendamos a poner límites y a distanciarnos de todo aquel que nos usa y nos hace daño.
Es así como seguiré confiando en otros, en la bondad intrínseca de otros. En su generosidad. Y si en el camino me demuestran lo contrario, entonces aprendí a conocer que en el corazón de otros se ha corrompido por las malas opciones que han hecho llenándose de malicia.
Al final concluyo que a a mí no me falta malicia, porque a nadie le falta algo malo. Más bien es a otros los que les falta bondad. Si te identificas con esto, te invito a no cambiar tu bondad y a no buscar mucho menos la malicia que supuestamente te falta