Es muy común escuchar a padres decir con orgullo «es que yo soy amigo de mi hijo». Esto es un error porque supone que se están asumiendo dos roles: uno de ser papá y el otro de ser amigo. Los padres podemos ser muy cercanos a nuestros hijos, pero no estamos llamados a ser sus amigos. Por eso, necesitamos poner límites y eso conlleva decirles que no. Los límites hacen funcionales las relaciones y los prepara para recorrer el camino de la vida.