La Madre Teresa de Calcuta dijo que sin una mano dulce dispuesta a servir y sin un corazón generoso dispuesto a amar no creía que se podía curar la terrible enfermedad que era la falta de amor.
El amor se expresa bajo la virtud teóloga de la caridad. La virtud llamada “reina” que conforma junto con la esperanza y la fe las tres virtudes teologales. Por el amor es que venimos al mundo, por amor es que necesitamos movernos para ser felices y por amor es que seremos juzgados.
Pero este amor necesita ser operante. Es decir, salir al encuentro del otro pero no de una forma codependiente asumiendo las responsabilidades que el otro tiene, sino de forma madura mostrado por hechos reales y concretos de amor.
El otro extremo es ser indiferente a las necesidades de los demás. Y pudiendo hacer algo por el otro, no hacerlo. Pero haciéndolo no por un sacrificio ni tampoco por un beneficio personal, sino solo por amor.