Para poder tener una percepción equilibrada de un problema necesitamos generar los dos tipos de pensamientos más comunes: el convergente y el divergente.
El pensamiento convergente ve el detalle del problema. Esto significa que necesitamos primero sumergirnos para ver los detalles, cual es su núcleo para poder comprender cuál es el problema y cuál es la necesidad que genera ese problema.
Pero si nos quedamos allí solo con esa visión “mi visión” estaremos perdiendo de vista el panorama general y ese se da al distanciarnos y determinar el pensamiento que llamamos divergente o del “escenario total”.
De esta manera es que podemos tener una percepción balanceada. Quedarse con el pensamiento convergente, te deja encerrado en ti mismo, fomenta el egocentrismo emocional y hace a la persona poco empático porque no es capaz de ver el escenario completo y eso incluye a otros: lo que piensan, lo que sienten, lo que necesitan. La falta de perspectiva te desconecta del mundo, de los demás y de sus necesidades. Así no se puede hacer familia.