Es normal que nos sintamos a veces desesperanzados. Es un sentimiento que surge cuando estamos cansados de luchar. Pero ese sentimiento cuando se convierte en una emocionalidad porque ha estado allí por largo tiempo, pasa a robarnos toda la esperanza de un mejor mañana y allí dejamos de luchar.
La desesperanza aprendida es un concepto que llega en este estado emocional a convercernos de que “nada de lo que haga va a cambiar mi situación” y al convencernos la virtud teologal de la esperanza deja de operar. Si llegamos a creer esto no solo dejaremos de luchar abandonándonos a la desesperanza. Aprendemos a estar así, desesperanzados creyendo que no hay solución. Pero lo peor es que terminamos creyendo que Dios no tiene el poder de brindarnos su auxilio.
Cree y no dejes de creer. Lucha. Espera y Confía. No crees esa mentira de que nada puede mejorar. Para Dios no hay imposibles.