Cuando Dios nos llamó a entregar la vida como misioneros en Filipinas, dejar todo y seguirlo pensé que estaba siendo muy generosa. Cambiar mis planes por los De Dios. Pero, Él me tenía reservada una sorpresa, que ni en mis mejores días con mi limitada inteligencia podría imaginar.
El mayor regalo de estos 25 años de servicio ha sido descubrir a cada paso del camino que Él nunca se ha dejado ganar en generosidad y que mientras más me pide ocuparme de sus cosas, Él se ocupa de las mías de una manera muy desproporcionada.
Así de grande es el amor. Es su promesa hecha vida. El ciento por uno en esta tierra, pero además la vida eterna. Eso es lo que me ha regalado el servir: amor y más amor a borbotones, no de donde pensé que vendría sino de muchas formas inesperadas.
Como dijo la Madre Teresa: “Sin una mano dulce dispuesta a servir y sin un corazón generoso dispuesto a amar no creo que se pueda curar esta terrible enfermedad que es la falta de amor”.
Hoy agradezco que el amor que he entregado en forma de mis 5 panes y mis dos peces se ha multiplicado con creces. Sirve y no dejes de servir.