El evangelio de hoy nos recuerda cuando Jesús le dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto (Jn 12, 24-26). En este contexto terapéutico podemos comprender que quien haya tocado fondo «muriendo a sí mismo» es quien puede reconocer que tiene un problema.
Esto requiere una gran dosis de humildad para poder ver todo aquello que se tiene que cambiar. Morir a sí mismo puede significar a los vicios, a todo aquello que esté en desorden, incluso a ideas fijas, al control y aquello que en el pasado te hicieron y dolió. La semilla al “tocar tierra” se tiene que romper para poder dar frutos, sino se rompe, no es fecunda.
Dios permite muchas veces esa misma pedagogía en nuestra propia vida. Tocar tierra puede representar el tocar nuestra realidad, así como es, así como está, reconocer nuestras miserias allí donde estemos para luego saber qué hacer con esa verdad. Solo así podremos dar abundantes frutos que además necesitan ser regados con la sangre del sacrificio amoroso pero nunca doloroso. Porque es Dios quien le dará finalmente sentido a todo lo vivido.
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