Soy Isabel, tuve la fortuna de nacer y crecer en un ambiente profundamente católico; desde pequeña he tenido la certeza que la mayor herencia que pude recibir de mis padres, es la fe cristiana.
A la edad de 29 años tuve la necesidad de comenzar un proceso de acompañamiento psicológico, sin embargo, cuando buscaba ayuda en este ámbito, me encontraba con dos extremos: psicólogos que no podían entender, integrar o incluso respetar mi fe cristiana; o acompañantes espirituales, que negando la eficacia de los medios psicológicos, me invitaban a abordar mis cuestiones personales desde la fe, espiritualizando toda mi problemática biológica y emocional, inclinándose a analizar más bien, el cumplimiento de mi piedad religiosa.
Cada proceso de acompañamiento espiritual o psicológico que comenzaba, quedaba truncado por no experimentar una unificación de las diferentes dimensiones de mi persona.
Viviendo en Hermosillo Sonora, tuve la fortuna de contactar a Mercedes, quien desde una perspectiva psicoespiritual pudo, no digo abordar mi problemática, sino acompañarme a mí como persona, y bajo la luz del Espíritu Santo ayudarme a sanar las heridas en esa etapa de mi vida. Los recursos con que cuenta una propuesta de psicología católica integral, me permitieron integrar dimensiones biológicas, emocionales, espirituales y afectivas, y con esa reestructuración personal pude no solo resolver una problemática concreta, sino aprender los procesos que me permiten a 4 años de haber concluido mi proceso, autogestionarme y realizarme de una manera independiente, madura y consciente de toda mi realidad humana.
Los 3 años que duró mi proceso cambié de ciudad en 3 ocasiones, la propuesta de acompañamiento virtual de Mercedes, me permitió continuar mi proceso y poder ser acompañada desde cualquier parte del país.
Atesoro como momentos de gracia muy importantes, cuando dentro del acompañamiento, incluíamos momentos para la oración o para la lectura de pasajes bíblicos o de frases de santos, que oportunamente me brindaron lo que yo necesitaba para fortalecerme en la búsqueda de mi verdad y mi sanación.
Mercedes hizo un trabajo, de “filigrana” en la parte médica, haciendo un trabajo en equipo con un neurólogo presente en la Ciudad de México, para descartar cualquier enfermedad y para poder monitorear de la mano de un experto, lo que yo necesité para una recuperación adecuada.
Hoy, volteo para atrás para agradecer y alabar a Dios, cuando por medio de la Psicología católica integral, pude conocerme mejor y sanar lo que necesitaba, para seguir cumpliendo el propósito divino al que Él me ha llamado.
Aquella problemática por la que comencé a hablar con Mercedes, fue solamente el pretexto para poder adentrarme en mí y unificar toda la mi persona a la luz del bien y la verdad.
Estoy convencida de que esta propuesta es urgente, pues respondería a la necesidad de personas creyentes, o no creyentes, a unificar las diferentes dimensiones de su persona y a vivir coherentemente, en un ambiente que invita muchas veces a la simulación, a la mentira y a la ambigüedad hasta de la propia identidad. Quien entiende que la persona es una unidad, no puede ya negar ninguna dimensión de su personalidad y necesita una sanación integral y trascendente.