Psicología Católica Integral - Mercedes Vallenilla
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Testimonio de Amparo

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🇨🇴 Colombia

“¿Por qué no llamas a Mercedes?” esta pregunta venía de mi interior, en un eco constante que, en medio de tanto dolor, me daba paz. Esta fue la señal. Unos meses más tarde, ya ubicada en Bogotá fue que la llamé. Enero 2015. Y ahí comenzó este maravilloso acompañamiento que me ha hecho resurgir de las cenizas.

Así fue como llegue a ella: hecha polvo, cenizas, con apenas fuerzas. Desintegrada interiormente. Le expuse mi situación solicitando su ayuda y, gracias a Dios, pudo llevar mi caso.

Hoy puedo decir que soy resiliente gracias a las herramientas que a lo largo del acompañamiento Mercedes me fue enseñando para aprender a conectar conmigo misma, para integrar mi persona (pensamiento-afectividad-espíritu), para aprender a gestionarme, ¡para vivir en plenitud de amor el momento presente!

Con la pedagogía, sabiduría y acompañamiento que le caracterizan a Mercedes, fue pulverizando la rigidez psicológica con la que me recibió. Eso era como una piedra de granito. Pero fue a base de escucha paciente, tareas, ensayo-error, oración y lágrimas que se fue pulverizando.

Las creencias erróneas eran como un iceberg que me sorprendió su profundidad. Por mencionar una de estas, quizá la más importante: el de la identidad ¿valgo por lo que hago (logro, cualidades, lo útil que uno pueda ser) o por lo que soy? Y este ha sido el trabajo de quitar escamas que me impedían ver mi verdad: SOY AMADA. (Parafraseando a Descartes: “Soy amada, luego existo”).

Mecanismos inconscientes tan arraigados que me hacían mucho daño: buscar (y encontrar) el sesgo confirmatorio en todo me estaba llevando a la locura o a un Trastorno Obsesivo Compulsivo de la Personalidad (TOC) irreversible.

El analfabetismo emocional o la “cero” inteligencia emocional por esa incapacidad de conexión o permisión de conectar con lo que sentía que me impedía, por un lado, cuidarme a mi misma para responder a algo tan sencillo como ‘qué necesito, qué quiero, qué pido’. O de no saber conceptualizar, menos aún expresar la emoción -positiva o negativa- que me albergaba. Y claro, esto me llevaba a pensar como sentía y eso era “el acabose”.

Varias veces le pregunté a Mercedes “¿estás segura de que esto se cura?” yo me sentía en una cueva oscura que no veía el fondo, sin fuerzas, desanimada, con dolor en el alma. Y ella, con toda la paciencia, entusiasmo y pasión de amor que le caracteriza, me repetía: ya verás que sí; es cuestión de tiempo. Vivirás en plenitud de amor. Y así lo ha dicho el tiempo.

¡¡Claro que se cura!! Doy fe y testimonio de ello. Hoy vivo en plenitud, no sin luchas y sin dejar de trabajarme…. Encontraré en mí una ‘tendencia’ al perfeccionismo, y a otros aspectos, pero ya soy consciente y se cómo trabajarme, gestionarme, levantarme, tratarme.

Gracias Mercedes, gracias por existir, gracias por responder al llamado que Dios te hizo de ofrecer tu vida, de ser pastora del Buen Pastor y cuidar de las ovejas que El te ha confiado, llevándolas a buen prado. Yo soy una de ellas. Dios siga bendiciendo tu labor.

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