Testimonio de Alejandra

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México 🇲🇽

Soy Alejandra de México y soy religiosa. Tenía 43 años cuando comencé mi terapia psicoespiritual con Mercedes. La busqué aconsejada por la superiora de mi convento, pero no muy convencida de necesitarla, pero poco a poco pude ahondar en que esto tenía que ver con problemas más hondos a resolver: rigidez mental (deber ser y la razón) como problema de una represión afectiva (amor), frustración y creencias erróneas.

Vengo de una familia disfuncional y encontré mi seguridad al entrar en mi congregación donde – en ese momento – todo funcionaba bien. Dentro de ella comencé a ser la “monjita estrella” por mi liderazgo, los donativos que conseguía, las nuevas vocaciones que atraía, lo bien que predicaba los retiros, etc.

Mi seguridad se basaba en el deber ser y en estar en control. Me costaba convivir con la imperfección y aceptar las diferencias, percibía que todo lo que acontecía era más grave de lo que era y reaccionaba a priori, controlando o proyectando negativamente.

Me ayudó que después de cada sesión me quedaba con una tarea o ejercicio para poder conocerme y manejarme mejor. Así, fue ayudándome a usar mi inteligencia emocional para transformar mis pensamientos negativos, a no vivir de lo externo sino a resolver todo desde el interior, a no dejar que mi psicología convirtiera mis sentimientos en verdades, a no personalizar ni generalizar, a acoger el cariño, y, sobre todo, a descubrir la mirada amorosa y compasiva con la que Dios me mira.

Me percibía como una oveja “sindicalista”, perdida, enojona y Mercedes me ayudó a ver que tengo un gran corazón que simplemente gritaba en ese momento que quería ser amada. Me invitó a hacerme vulnerable, dejarme conocer, abrir mi corazón mostrando que es alegre, noble, delicado, consagrado a Dios, que ama y perdona.

Después de hablar con profundo conocimiento de causa sobre lo humano y psicológico, solía elevarme siempre a los principios evangélicos y a Dios para pedir su fuerza y confiar en Él. A los tres meses de tener sesiones quincenales virtuales sin cámara, nos vimos cara a cara por primera vez. A los cinco meses volví a ver a Mercedes en persona para poder contarle que había sido abusada a los 8 años por un tío político.

Por primera vez pude ponerle palabras a este evento y ella me hizo ver que yo había reaccionado de modo normal, que podría haber sido peor y que no tenía tanto peso en mis comportamientos. Esto me dejó tranquila.

Obviamente me di cuenta de la necesidad de nutrir mi afectividad y Mercedes me fue ayudando a buscar ese amor en mi vida de oración, en mi ministerio, mi familia y mi comunidad.

Sus motivaciones y consejos se tornaron cada vez más espirituales para que comprendiera que mi peso me lo da la experiencia íntima y diaria del amor de Dios en mi corazón.

Finalmente, el 31 de octubre de 2016 fui dada de alta y brinqué de felicidad. Le agradecí a Dios el don que Mercedes había sido para mi vida durante esos 3 años y lo mucho que había aprendido tanto a nivel psicológico como espiritual. Sus últimas palabras, movidas por el Espíritu Santo fueron: ¡a volar! Y aprendiendo a volar estoy…

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