Psicología Católica Integral - Mercedes Vallenilla
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El abuso es un flagelo social y familiar muy común en estos tiempos. Es un tema escabroso y doloroso para la persona que lo padece: la víctima. Es muy difícil de tratar por la manipulación psicológica que se gesta en la propia mente del que lo padece que por sus mismas consecuencias le cuesta reconocer que está siendo abusado además del perfil del abusador que es considerado por el entorno social como llamaríamos coloquialmente un “tipazo” o un “gentleman”.

El mejor aliado de la propia violencia es el silencio de la víctima quien le cuesta pedir ayuda. Algunas veces por el terror que el abusador ejerce hacía la víctima, otras veces por la condición de minusvalía en que la víctima queda al haber sido sometida a un chantaje emocional por la mente manipuladora del abusador. Otras veces, porque la víctima ha quedado aislada de un circulo sano de vinculación afectiva principalmente con la familia o con aquellos amigos con los que contaba por lo que se queda sin opciones para pedir ayuda. Otras veces, porque la misma víctima por la relación de codependencia que sostiene con el abusador lo disculpa constantemente en su mente maximizando las cualidades positivas que tiene y minimizando las negativas buscando transferir la culpa a otros de esta manera disimula los abusos que comete. Al final, porque no es consciente quizás de que se está siendo abusado.

Me ha tocado escuchar muchos casos en mi práctica profesional de infinidad de abusos en diferentes niveles. Las secuelas y el dolor que deja en el interior de las víctimas es devastador y requiere mucho tiempo para sanar las heridas tan profundas que deja.

El abuso psicológico es definido de diferentes formas pero el común denominador donde confluyen todas las definiciones es cualquier tipo de comportamiento cuya característica principal es que agrede la estabilidad emocional de la víctima de forma continua y sistemática robando su seguridad emocional porque al final, le roba el valor que la persona en si misma tiene mediante la manipulación constante.

El abuso tiene mil caras. El más común es de carácter físico a través de golpes que el abusador incluso ocasiona en zonas poco visibles para las demás personas así se garantiza no ser descubierto. El abuso emocional de tipo verbal representado por palabras ofensivas, disonantes o agresivas buscado descalificar a la persona, minimizándola y ridiculizándola ante otros con el objetivo de hacerle creer que no vale y que no es capaz de nada por sí misma. El abuso activo que se puede ver y medir con una conducta observable o pasivo representado por acciones o palabras para desgastar la psicología de la persona que no se pueden medir por otros como ofensas pero que el abusador y el abusado saben que lo son. La relación se establece en una polaridad afectiva basada en los extremos del odio y del «amor».

Todas estas acciones van orientadas por parte del abusador para hacer sufrir a la víctima y ejercer un control total sobre ella donde se hace sentir el poder. Este control se implementa mediante la intimidación para generar miedo y así mantener a la víctima sometida posando culpas constantemente para hacerla sentir mal e incapaz de tomar decisiones. De esta manera la hace sentir “inútil”; pero peor aún, es que la víctima se termina creyendo que es inútil y crea de esta manera una dependencia afectiva hacia al victimario porque la persona como ya se ha creído muchas cosas, se siente incapaz de tomar acciones para poder liberarse de ello.

El abuso también opera por medio de la desvalorización constante de la víctima haciendo uso del supuesto aprecio, amor o cariño que aparentemente siente hacia su agresor y que el agresor le recuerda constantemente lo que mantiene muy confundida a la víctima. El agresor usa de la misma manera el agradecimiento que engloba todo aquello que supuestamente hizo por la víctima en el pasado y ese aparente agradecimiento es lo que la víctima la mueve interiormente para aceptar en su nombre chantajes, manipulaciones, agresiones, indiferencia y abuso constante, como si fuera aceptable sufrir todo lo que se tenga que sufrir para ser consecuente y “agradecido” con el favor recibido.

Generalmente la dinámica de la relación en su máximo esplendor se mueve en un círculo vicioso que comienza por el período de “luna de miel” donde el abusador está aparentemente feliz porque la víctima actúo conforme a sus deseos. Pero llega un día en que cualquier aspecto cotidiano se vuelve un detonador de la ira y de la violencia, porque dejó de hacer o hizo “algo” mal la víctima o sin permiso del abusador. El mismo explota en un estallido de violencia agrediendo a la víctima de forma activa pero también de forma pasiva. Después de este episodio, viene un período de aparente “recapacitación” donde el abusador en algunas ocasiones pide disculpas de una manera u otra o exige que la víctima se la pida, pero siempre sin que haya un conocimiento consciente y objetivo de las causas reales del problema, sino con un discurso donde se hace “razonar” a la víctima de los supuestos errores que cometió. Se genera un aparente pacto de «amor» donde la víctima se compromete a no cometer el mismo error y se concentra en controlar aún más su conducta y todo aquello que pueda molestar al abusador y se vive otra vez en el período de la “luna de miel” exaltando la relación al polo del «amor» hasta que vuelve a suceder otro detonador.

En otros casos de abuso emocional la víctima vive sintiéndose culpable porque hizo algo que le mereció la indiferencia o burlas del abusador. Cuando se ha creado una relación de cualquier tipo ya sea amorosa, laboral, de amistad o familiar bajo estos vicios con el tiempo va empeorando por lo que se va incrementando este tipo de acciones que el abusador genera con constancia y determinación para mantener sometida a la víctima. A mayor tiempo mayor control se ejerce, haciéndole perder gradualmente su libertad de forma importante porque va perdiendo con ello, su autoestima.

La manipulación afectiva es el motor que la sostiene con el tiempo haciéndole creer a la víctima que todo es por el amor o el aprecio que le tiene, sacando constantemente en cara las aparentes cosas buenas que el victimario ha hecho por la víctima que supuestamente deberían tapar o justificar las constantes agresiones o indiferencia.

Cuando la víctima intenta expresar con mucho miedo o prudencia su desacuerdo, el victimario arremete con más fuerza y posterior a ello, acciona el botón de manipulación recordándole esas cosas buenas que supuestamente hizo por la víctima a la vez que utiliza sus sentimientos para manipular y posar culpas en ella. El supuesto agradecimiento que la víctima siente por el abusador por esas cosas positivas que hizo en el pasado además de la desvalorización que ya experimenta hacia sí mismo, es lo que hace seguir en este tipo de relación porque ya no es capaz de tomar una decisión por el bloqueo emocional en que se encuentra. Racionalmente lo disculpa ya que le ha dado un enorme valor a aquellas cosas positivas que hizo en el pasado maximizándolas a la vez que minimiza las negativas para restarle valor porque necesita de esta manera creer que todo estará bien y seguir en la irrealidad que se crea para reducir de esta manera la disonancia interior que le genera.

Abusar de una persona va en contra de su dignidad de hijo de Dios, del respeto que todos nos merecemos hacia el valor de su propia vida. Llamar amor, aprecio o cariño alternado con acciones de agresión pasiva o activa no es nunca amor y nunca debe ser confundido con el verdadero amor porque no tiene esas características basadas en el respeto, en la valoración mutua y recíproca capaz de amar siempre y en todo momento de una forma libre, total, fiel y fecunda en igual de condiciones. Un amor que busca siempre el bien del amado, que se sacrifica, que motiva, que eleva, que pone los medios adecuados para poder vivir en plenitud de vida. Que lleva al bien y que busca siempre el bien de otro. Que fomenta, no que somete. Que ama, no hiere.

Hay muchos tipos de maltrato pero en todos ellos la manipulación opera por medio de la afectividad donde se busca someter a la persona por medio del control que se ejerce a través del constante chantaje emocional. El control se mantiene a su vez también por medio del dinero, pues si una víctima cuenta con recursos le será más fácil obtener los medios para salir de una relación de codependencia y dejar de esta manera al abusador, mientras si la persona está sin dinero, es más fácil que pueda ser dependiente del abusador pues no puede ampliar su rango de opciones para liberarse por falta de recursos. A esto se le suma la falta de vínculos afectivos de la víctima, dado que el abusador se encargó de limitarla y aislarla previamente.

El camino para vivir en libertad afectiva de este tipo de relaciones abusivas es largo. Es solo cuando la víctima comprende que esta forma de trato no es amor y nunca puede ser llamado amor, cuando comprende la distorsión afectiva que tiene, es que puede comenzar a gestarse una reconstrucción dentro de su propia mente del verdadero valor que como persona tiene, su derecho a vivir en autonomía de sus propias opciones asumiendo responsabilidad sobre sí mismo, encontrando las causas que llevaron a establecer un tipo de relación sumisa de estas características y abrirse a la posibilidad de vivir con libertad interior.

La experiencia del amor solo es posible cuando una persona se valora a sí mismo. Por eso el mandamiento del amor dice “Amar a Dios y al prójimo” pero al final dice “como a ti mismo”. Si consideramos esto de manera ponderada, en ningún momento el mandamiento del amor se refiere a ser egoísta o egocéntrico, a lo que se refiere es que nadie que no se ama a sí mismo de manera equilibrada y que no se experimenta amado por Dios, puede a su vez valorarse y respetarse además de amar a los demás de la misma manera a como Dios los ama.

De la necesidad afectiva de sentirse valorados equilibradamente, es que surge la necesidad afectiva de autonomía que incluye la libertad para poder optar por lo que la persona considere es bueno para sí mismo. Pero una persona que no se valora a sí mismo, nunca es capaz de poner los límites necesarios a un abusador ya que cede la responsabilidad que tiene sobre su persona a otra persona y allí es cuando se distorsiona todo. La persona confunde amor con complacencia. Humildad por la aceptación de la humillación. Poner límites sanos con falta de generosidad. Expresar sus propias necesidades con agresividad. Decir lo que se siente con sensibilidad. Ser fiel con someterse a perder su autonomía. Ser obediente con enmudecer. Pedir respeto con no ser agradecido. Control con cuidado del otro. Suprimir sus necesidades con agradar a los demás. Autonomía con Infidelidad. Bondad con sumisión.

Sentirnos amados y valorados por otros, así como ser autónomos al buscar opciones para conectar con nuestras necesidades afectivas, espirituales, corporales y cognitivas es vital para el equilibrio de la persona. Sin contar con esto, las personas son incapaces de poner límites a las personas abusadoras. Los límites son necesarios para poder vivir en constante balance interior a la vez que para poder relacionarnos de manera sana en cualquier ámbito donde las relaciones interpersonales se establezcan.

Si estas en una relación de abuso rompe tu silencio. Busca contarle a alguna persona de tu entera confianza donde tengas la certeza de que no le dirá nada a la persona que está abusando de ti. Acepta tu cuota de responsabilidad en este problema, sabiendo que en primer lugar es tu responsabilidad no haber puesto límites a tiempo. Construye una red de apoyo en la que puedas confiar que te ayude a buscar opciones de manera prudente para salir de esta relación de abuso. Nunca tomes decisiones sin antes verificar que estás salvaguardando tu integridad o seguridad y más si tienes hijos. Traza un plan y una estrateia con aquellos que pueden acompañarte en este camino de desvinculacion afectiva. Deja el pasado atrás para que aceptes la realidad como es sin maquillajes ni engaños emocionales que distorsionan e impiden dar pasos hacia adelante. Mantente alerta para que puedas identificar cuando estás siendo presa de manipulaciones afectivas. Vence tus miedos interiores e intenta convencerte de que Dios quiere que vivas una vida plena basada en el verdadero amor y en la valoración mutua y recíproca. Pero sobre todas las cosas, no sigas llamando amor o amistad a este tipo de relaciones que solo destruyen interiormente y atan haciendo esclavo a otro en nombre del amor.

Comienza a dar los pasos en el interior de tu persona para que inicies un proceso de desvinculación afectiva con aquel que te oprime, te desvaloriza, te hiere o agrede y así puedas vivir una verdadera libertad interior que te lleve a la plenitud de vida. Pídele ayuda Dios para que te muestre el camino y así puedas aprender a amar a Dios y al prójimo «como a ti mismo». Rompe tu silencio. Nunca es tarde para cambiar tu propia vida.

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Mercedes Vallenilla

Psicóloga católica con experiencia en Psicología Social y Maestría en Matrimonio y Familia. Doctora en educación de la Universidad Anáhuac, con estudios de postdoctorado. Autora de cuatro libros, pionera en Psicología Virtual con 30+ años de experiencia.

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Mercedes Vallenilla

Psicóloga católica con experiencia en Psicología Social y Maestría en Matrimonio y Familia. Doctora en educación de la Universidad Anáhuac, con estudios de postdoctorado. Autora de cuatro libros, pionera en Psicología Virtual con 30+ años de experiencia.

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