Psicología Católica Integral - Mercedes Vallenilla
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Hoy IV domingo de Pascua, celebramos a Cristo el Buen Pastor quien se presenta como aquel Pastor que nos Acompaña en el camino.

No es casualidad que esta hermosa y profunda identidad del Señor se presente en este período litúrgico de la Pascua, donde estamos llamados a vivir con esperanza lo que la misma Pascua significa para nosotros los cristianos, el cual ya no es solo el “paso” del pueblo judío de su liberación de la esclavitud en Egipto a la tierra prometida, sino que nos recuerda y nos invita a nosotros también a caminar para “pasar” del pecado a la gracia, del odio al amor, del rencor al perdón, de la tristeza a la esperanza, de la cañada al redil, de la soledad del dolor a la compañía del Señor, de la separación a la comunión, de la división a la unidad, de la oscuridad a la luz, del dolor al amor.

En este contexto, se nos presenta en la Biblia esta imagen del Buen Pastor no solo como una exhortación a los sacerdotes como pastores de la Iglesia sino a nosotros los fieles, pues todos somos pastores y ovejas a la vez. En el evangelio de San Juan (10:14-15) “Yo soy el Buen pastor; y conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mi. Como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas”. Cristo se nos presenta como el “Buen Pastor” hablando de su muerte y con ello, la promesa de entregar la vida por nosotros, no solo porque El es bueno únicamente, sino por amor.

De igual forma, en la carta de los Hebreos (13:20) se nos presenta a Cristo, como el Gran Pastor: “Y el Dios de la paz que levantó entre los muertos al gran Pastor de las ovejas en virtud de la sangre de una alianza eterna a Jesús Señor nuestro”. Cristo nos está hablando de su resurrección.

En la 1 Carta de Pedro 5:4, Cristo se nos presenta como el Pastor Supremo lo que significa que tiene el grado más alto y no hay nadie que lo supere. “Así cuando aparezca el Pastor supremo, recibirán en la Gloria una corona que no se marchita”. Cristo aparece hablando de su gloria.

Cristo, además de hablarnos de toda su pasión, muerte y resurrección por medio de la imagen de un pastor que lidera, acompaña y guía a un rebaño, también nos ofrece muchas imágenes de lo que a una oveja le puede suceder en el camino: quedarse fuera del camino, separarse del rebaño o incluso caerse a la cañada para ser salvada por Él.

Esta escrito y además testimoniado en la vida de muchas personas, que Cristo realmente si cumple su promesa: deja a las 99 ovejas para ir a rescatar a la perdida y se la trae de regreso al redil después de haberla rescatado de la cañada incluso sobre sus hombros para sumarla de nuevo al rebaño, para llevarla a pastos seguros, para conducirnos a las aguas que nos hagan descansar, para guiarnos por senderos de justicia. También para fortalecernos en la confianza y así no temer miedo cuando estemos pasando por valles tenebrosos, sostenernos con su cayado y llenarnos de gozo la copa a rebosar. Pero sobre todo, habitar todos los días de nuestra vida en nuestro interior con fidelidad y lealtad por siempre jamás.

¡Qué parecido es esto a la propia vida que nos toca caminar en este mundo! Y que parecido es también a los procesos de acompañamiento que me ha tocado guiar. Muchas veces, hay circunstancias de mucho dolor que nos separan del camino y a muchos, el mismo dolor o el mismo pecado cometido hace creer que no existe ya posibilidad de ser rescatados. O bien porque ese mismo dolor los ha orillado al margen del camino, o porque han caído profundo en la cañada, o porque las heridas de la infancia o las que se acumulan en el mismo camino lo hacen actuar al margen o por fuera de lo que debería hacer el rebaño. O porque el dolor es tan agudo que pierden la esperanza de ser rescatados y sanados o porque el mismo dolor les ha endurecido el corazón, entumecido su capacidad de conmoverse ante las realidades interiores y exteriores de dolor que lo rodean.

Cristo se nos presenta como bueno, grande y supremo porque en cierto modo desea hacernos saber que es Él quien tiene el poder otorgado por su Dios, su padre y nuestro padre del cielo, para acompañarnos en nuestro caminar por la vida y ayudarnos a “pasar” de esta vida a la eterna pero siendo felices, experimentando el verdadero amor, viviendo en plenitud. Pero muchas veces, a pesar de que nos confirma su promesa en muchas partes del evangelio, no lo dejamos rescatarnos, perdiendo la esperanza y creyendo fielmente en que nada podrá cambiar la situación interior o exterior en la que nos encontramos, sintiendo finalmente en un túnel negro sin salida o que no logramos salir de la ola que nos revuelva una y otra vez.

La vida puede en algunas ocasiones convertirse en eso: un caminar sin esperanza. Al igual que los apóstoles de Emaús iban de camino de regreso a su aldea. Tristes, perdidos, acongojados. Porque no comprendían nada lo que había sucedido con la muerte de Cristo. Cuando nos llega un sufrimiento podemos actuar igual. Caminar la vida desenfocados y tristes, y esa tristeza a muchos los lleva a salirse del camino, a perderse en el mal, a actuar mal y terminan pensando ya no ser de las 99 ovejas y con esta afirmación pareciera haber un convencimiento de que la gracia no es suficiente para introducirnos de nuevo en el camino o que el pecado y el mal son más fuertes que la gracia, que el amor que ese Buen Pastor ha prometido brindarnos, y terminan sintiéndose así, comportándose así, “no siendo de las 99” y sin posibilidad de ser rescatados.

Pero Cristo al igual que se les presentó a los apóstoles de Emaús se nos puede presentar hoy. Ellos no lo reconocieron porque quizás no lo esperaban o porque quizás su dolor interior los había cegado la razón y no les permitía comprender todo ese misterio. Pero Cristo se presenta como ese Buen pastor y les explica las escrituras, les hace entender que fue lo que sucedió, los acompaña en todo el camino de regreso a casa, como hoy quiere acompañarte a ti en tu camino de regreso a casa, a tu casa la Iglesia para que te vuelvas a encontrar con Él y retomes el camino perdido.

El desea rescatarte en donde quiera que estés y con su gracia sanar tus heridas, ayudarte a encontrar ese fuerza interior capaz de transformar todo lo malo en algo bueno y que te des cuenta con ello que tu corazón puede latir de gozo y de alegría que solo da el compartir el camino de la vida con la compañía de Cristo, el Buen pastor que ha dado la vida por nosotros. Encontrarte con Él quizás por medio de los instrumentos que Él quiere poner en tu camino: un terapeuta, un consejero, un sacerdote amigo, un amigo que consuela. Alguien con quien puedas hablar y que se presente como ese signo visible del Buen Pastor que quiere acompañarnos en el camino al cielo para sanarnos y así salvarnos y vuelvas con ello, a ser parte del rebaño de las 99.

Heráclito decía que el que no espera lo inesperado no lo encontrará. Cristo el Buen Pastor es el único que nos hace creer lo inesperado y creyendo con fe, hacemos que suceda lo que es bueno para nosotros, lo que nos ayude mejor a llegar a esa patria final que es el cielo. No importa si crees o sientes que no eres de las 99 ovejas, porque Él ha prometido dejarlas e ir por ti donde quiera que estés sin importar en que parte del camino te has perdido. Cristo el Buen Pastor quiere entrar en tu vida para sanarte !Ya es tiempo! Abre las puertas de tu corazón, su misericordia y su amor quieren transformar tu dolor en amor.

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Mercedes Vallenilla

Psicóloga católica con experiencia en Psicología Social y Maestría en Matrimonio y Familia. Doctora en educación de la Universidad Anáhuac, con estudios de postdoctorado. Autora de cuatro libros, pionera en Psicología Virtual con 30+ años de experiencia.

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Mercedes Vallenilla

Psicóloga católica con experiencia en Psicología Social y Maestría en Matrimonio y Familia. Doctora en educación de la Universidad Anáhuac, con estudios de postdoctorado. Autora de cuatro libros, pionera en Psicología Virtual con 30+ años de experiencia.

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