Psicología Católica Integral - Mercedes Vallenilla
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Hace 25 años dejé mi país natal Venezuela. Mi capacidad de adaptarme y el espíritu aventurero que siempre me han caracterizado, me llevaron a hacer de mi primer destino de Manila, Filipinas mi primera casa fuera de lo que hasta ese momento había conocido como propio.

Las diferencias tan radicales que me encontré en todos los sentidos no fueron razón para impedir mi adaptación a una nueva cultura, tan diferente a la mía. Por ejemplo, en Filipinas cuando viví hace 25 años, no se usaba el cuchillo para cortar, sino el tenedor y una cuchara sin importar que estuvieras comiendo carne. 

También recuerdo como tuvimos que acostumbrarnos a dejar los zapatos en las entradas de las casas y aprender a estar descalzos en una cena. Ir al supermercado era toda una experiencia pues nada me era familiar. 

Diferencias

La lista de diferencias podría continuar. Acostumbrarnos a la súper población fue todo un reto. La primera vez que vimos cruzar a las personas en un semáforo pensamos que era una manifestación. Hacer fila de una hora en el baño del centro comercial o estar en el tráfico cuatro horas eran cosas “normales”.

Nuestro mayor reto fue cuando una tradicional familia filipina nos invitó un domingo a comer. Al final, nos preguntaron que, si queríamos ser parte de su cultura. Al cabo de un momento, llegó un niño con una canasta de huevos más grande de los normales. Eran embriones de pato llamados “balot”. A pesar de mi resistencia por el asco que me causaba, participamos del ritual mi esposo con el embrión entero y yo con el resto. 

Puedo seguir contando historias de las diferencias que a diario vivíamos en Manila. El tener una especialidad en psicología social me ayudaba a comprender esas diferencias culturales. Nunca juzgué o rechacé a alguien por ser diferente a mí.

Cuando llegué a México después de viajar 24 horas el día del aniversario de bodas más largo de nuestra historia besé como el Papa el piso de América. Aquí todo me era familiar, incluso el chile. Este hermoso país me conquistó el corazón, con la Morenita a la que tanto amaba tan cerca y con el saludo de “mi casa es tu casa” pronto me sentí en casa. Al poco tiempo quedé embarazada y tuve a mi pequeña mexicanita. 

Adaptarnos

Hoy, después de 24 años viviendo en México puedo decir que esta es mi casa. Siempre he pensado que el amor ensancha el corazón de quien se abre a dar y a recibir sin buscar nada más que la experiencia que da el compartir. México me ha dado todo.  Sin embargo, por la naturaleza de mi trabajo que siempre ha sido de un modo “internacional” y además por mi calidad de migrante he sufrido discriminación y no necesariamente de los mexicanos, sino de cualquier persona de diversas nacionalidades.

discriminacion

La discriminación es un flagelo social que no conoce nacionalidades, razas ni fronteras. Ocurre en todas partes del mundo y genera un gran daño. La discriminación es un fenómeno social donde una persona recibe un trato desventajoso o desigual por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo, de edad, de condición física o mental. Al situarme en esta definición me doy cuenta de que toda mi vida he sido discriminada.

La principal discriminación que he sufrido ha sido con relación al presentarme al mundo con lo que considero define quién soy: una psicóloga católica. La discriminación ha venido de colegas ateos o agnostas que consideran un insulto que me presente así. He sufrido constantemente ataques por mi página y redes sociales porque piensan que “con rezos” estoy ayudando a las personas. En automático creen que no estoy preparada de forma científica para poder abordar a mis pacientes y sacan conclusiones muy inadecuadas de quién soy y de lo que hago formando una muy vaga idea alejada de la verdad.

Tipos de Discriminación

Pero la discriminación que quizás más ha dolido es de las que han venido de la propia Iglesia. Justamente de personas que les “da risa” que un seglar como yo pueda haber estudiado teología y filosofía, y no conciben que pueda hablar del valor espiritual que puede tener en mi vida y en mi profesión la experiencia del amor de Dios; pero, además, les parece imposible que pueda tener conocimientos de ella. He escuchado cosas como “mejor prepárate primero y hablamos en 10 años” o “que chistoso que digas que tu Modelo está sustentado en Tomás de Aquino” como si la teología y la filosofía estuvieran solo reservadas para los sacerdotes y laicos consagrados. 

De entrada, en vez de preguntar qué se, cómo esta conformado el cuerpo de conocimiento que tengo 25 años formando y de dónde lo he obtenido, en vez de darse la oportunidad de dialogar conmigo, asumen que no sé y que estoy dando una falsa imagen desvalorizando de entrada no solo lo que supuestamente no sé, sino el servicio que he bridado a la Iglesia de forma desinteresada toda mi vida sino además con malos tratos a mi persona. La desvalorización en este contexto ha sido el pan nuestro de cada día. Lo más insólito es cuando proviene de quién en sus manos imparte justamente el pan de la unidad. Gracias a Dios, también existen hermosas excepciones de quien te agradece y te motiva a seguir.

Este tipo de discriminaciones fundadas en malos tratos, burlas y desvalorización solo hablan de una enorme soberbia espiritual de quien lo profesa. Habla tambien de los complejos de quien se quedó atascado en el Concilio Vaticano II y no escuchó que toda vocación cristiana es equiparable en santidad. Esta discriminación de los de “tu propia casa” es la que más duele porque al menos de quien se profesa ateo no tuvo la oportunidad de conocer (sin que con ello este justificando discriminaciones) pero la discriminación de aquel que estaba llamado a valorarte porque ha entendido justamente el mensaje que Jesús vino a traernos a este mundo es algo que nos regresa al tiempo donde los fariseos levantaban el dedo para juzgar quien si y quien no. 

Constante Desvalorización

También he sido discriminada de entrada por mi religión, pero en otros escenarios sociales. Cuando -por ejemplo- pones un límite a quien te esta desvalorizando, en seguida dicen que “eres fanática” o una “hipócrita”. Cuando ser católica no significa que debes de permitir que otros te desvaloricen y como cualquier persona tienes el derecho a poner límites. Pero parece que para otros el hacerlo te hace una mala persona que no actúa con coherencia a su fe.

Otro ejemplo es cuando de entrada ni te quieren ver, conocer o relacionarse contigo porque eres “católica” partiendo del principio que los juzgarás por sus vidas cuando más bien quienes lo están haciendo son ellos mismos que no te dan la oportunidad de conocerte y valorarte por quien eres.

También he sido víctima de discriminación por mi enfermedad. Fui rechazada en muchos trabajos “de la Iglesia” por ser enferma. Con lágrimas en los ojos sabia que mi cuerpo estaba dañado, pero mi alma y mi mente no. Y aunque me la he pasado en un hospital enferma con mis 17 cirugías y muchas hospitalizaciones, siempre he buscado amar y hacer de este mundo uno mejor. Gracias a todas esas puertas que me cerraron hoy tengo una vida profesional muy activa y desde hace 18 años practico la psicología virtual. Gracias a ello, pude hacer muchos cursos online, estudiar desde mi cama y tener un ministerio por redes. 

También he vivido discriminación por mi extraño acento que ni es venezolano del todo ni tampoco es mexicano del todo. Recuerdo una vez que me habían sugerido para compartir mi historia en un congreso. De repente, no me confirmaron la participación. Al cabo de una semana me encontré con una de las organizadoras que me dijo que se habían arrepentido “porque hablaba cómo…” Omito la palabra porque justamente es una palabra discriminatoria. Me quedé en shock por lo que escuché. Este congreso era católico y la persona que me lo dijo era una persona con aparente ferviente compromiso eclesial.

Ni de aquí, Ni de allá

He atendido pacientes de todas las nacionalidades. El otro día tuve que contar por mis estudios los países dónde vivían y han sido más de 20. Nunca he sentido discriminación por parte de ellos porque el amor esta siempre de por medio. Tampoco la he experimentado de los pocos, pero valiosos amigos que tenemos y mucho menos de los ángeles que Dios puso en mi camino que son mis médicos para que pudiera seguir aquí sirviendo con mi gota de aliento a cada paso del camino. Cada una de las discriminaciones que he vivido, no han venido precisamente solo de mexicanos sino de personas de cualquier nacionalidad, pues la misma no tiene fronteras.

Este año ha sido duro por ello. Ser discriminada duele cuando lo único que quieres es aportar una pequeña gota de amor en este océano de desamor. Verificar con pruebas objetivas que has recibido un trato diferencial por simplemente “ser católica” duele y mucho. 

Hoy no escribo este artículo para desahogarme pues la realidad es que no es mi estilo de sobrellevar el dolor y la frustración que generan este tipo de problemas sino porque quiero hacerme presente con el compartir de mi historia para brindar luz, consuelo y esperanza a quien no ha podido superar el daño causado por la discriminación.

Lo primero que necesitamos comprender es que quien discrimina tiene un problema. De hecho, es el problema. Pues, aunque te hayas equivocado, nadie merece ser discriminado por ello. Quien discrimina y trata a otros de forma diferencial, es porque tiene de entrada una enorme frustración con su persona que se ha convertido en resentimiento incluso hasta llegar quizás al odio y la forma de sacarlo es encauzar la frustración con la fuente que percibe como de menor poder. 

No eres tú

En este sentido, al usar la palabra “menor poder” no me refiero a que realmente así lo sea, sino a la diferencia entendida como debilidad en cuanto a cómo lo percibe el otro. Eres débil si no tienes el mismo poder que da el dinero, eres débil porque eres católico, eres débil porque no eres de aquí. Eres débil porque no eres sacerdote o por tanto no puedes ser teólogo. Y así, la mente saca la lista de lo que percibe que no eres como si esto fuera una debilidad y por ello, entonces se justifica para encauzar la frustración personal que se siente en forma de agresión. Esto, da paso a la discriminación. 

La misma también puede ocurrir no solo cuando se perciben las diferencias de razas, etnias, educación o cultura como debilidad, sino incluso cuando alguien se atreve a hacer algo diferente que cuestiona lo hasta entonces establecido en el “status quo”. Por ejemplo, cuando me presenté al mundo cómo psicóloga católica hace muchos años, no era normal que un psicólogo se presentara así. Y peor aún, tuve que soportar años de juicios porque comencé siendo pionera como psicóloga virtual. Este atributo diferencial ha sido motivo suficiente para que alguien que esta frustrado lo tome como centro de discriminación, enfilando todo su resentimiento hacia este objetivo. 

La persona que discrimina esta llena de resentimiento porque está herida emocionalmente solo que no es capaz de reconocerlo y esa diferencia que percibe es la excusa perfecta para encauzar su frustración. Una persona herida, hiere a otro.

También se puede discriminar porque se está enfermo de soberbia espiritual creyéndose superior a otros porque supuestamente “conoce la fe”, pero esto es totalmente opuesto a la misericordia de Dios, pues se parece más a un comportamiento fariseo que ubica en un pedestal de superioridad a quien cree que solo a él le ha sido revelada la verdad. 

El herido, hiere

Rechazar lo que no conozco es ignorancia. Rechazar a otro porque que se más o porque está enfermo o porque no es del mismo nivel social o de educación, es soberbia. Si has sido víctima de discriminación como lo he sido, solo te recomiendo que no te enganches emocionalmente con este tipo de comportamientos porque terminarás tu volcando tu frustración en ello, al final tu comportamiento será igual al que inicialmente te esta agrediendo.

Lo siguiente es que mantengas una postura distante para que puedas gestionar algún tipo de solución en el caso de que exista esta posibilidad. Si hay algo que puedas hacer sin comprometerte emocionalmente, hazlo. Pero una vez hecho necesitas soltarlo en especial si no hay cambios. Siempre en ese caso, es mejor que te retires. El tiempo te dará la razón siempre y la justicia humana tarde o temprano aparece. Sabiendo, además, que en el cielo estas personas tendrán que rendir cuentas y sufrir la peor discriminación de todas que es ser separado del amor eterno de Dios. 

Tengo el privilegio de conocer a más personas en el mundo con las cuáles me he vinculado personal y profesionalmente de una manera profunda que las que me han discriminado. Aquellas que lo han hecho, hoy quiero darle las gracias porque me han hecho mucho más fuerte en mis convicciones, me han empujado mucho más allá fuera de mi zona de confort, me han enseñado a secarme cada una de esas lágrimas derramadas y levantarme a luchar. Me han hecho ser creativa buscando formas diferentes para salir adelante y, además, me han fortalecido en mi fe al ver la contundente respuesta de Dios que siempre ha salido a mi encuentro para reparar lo que estropeo otra persona. Al final, me han hecho abrazar al que este perdido y a no juzgarlo, ayudándolo a avanzar sanando con amor.

No seas Sujeto del Espiral del Mal

Es mejor siempre cuidar tu bienestar psicológico, emocional y espiritual que estar en contacto con personas que te discriminan. Así es como dejarás de ser “sujeto objeto” del espiral del mal que te succionará en tus intentos por defenderte de la injusticia recibida. 

Luego de ello, gestiona tu dolor teniendo la confianza que Dios se encargará de restaurar con creces el dolor de haber sido discriminado, abriendo un mejor horizonte para ti del que inicialmente habías pensado.

Que nunca nadie te diga que no puedes, y si te lo dicen voltea la mirada a otro horizonte y verás como la puerta que pensaste un día se cerró más bien era una ventana.

Si eres de los que discriminan, busca ayuda antes de que esa misma frustración que has vertido en otros se te revierta a ti rompiéndote en mil pedazos.

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Mercedes Vallenilla

Psicóloga católica con experiencia en Psicología Social y Maestría en Matrimonio y Familia. Doctora en educación de la Universidad Anáhuac, con estudios de postdoctorado. Autora de cuatro libros, pionera en Psicología Virtual con 30+ años de experiencia.

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Mercedes Vallenilla

Psicóloga católica con experiencia en Psicología Social y Maestría en Matrimonio y Familia. Doctora en educación de la Universidad Anáhuac, con estudios de postdoctorado. Autora de cuatro libros, pionera en Psicología Virtual con 30+ años de experiencia.

2 comentarios

  1. Mercedes es una auténtica cristiana con su pensamiento de amor universal hacia todos aquellos que necesiten de sus consejos y experiencia! .

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