Psicología Católica Integral - Mercedes Vallenilla
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La ética es la ciencia que estudia la moralidad de los actos para determinar si está conforme a la naturaleza del ser. La moral está llamada a contener todos estos principios éticos que abstraemos del entorno -a veces- hasta imperceptiblemente donde vamos interiorizando lo que nuestros modelos hacen creyendo que eso es lo correcto y que, además, es un bien. 

El entorno está representado por el lugar donde crecemos como es la familia, la sociedad y la cultura que a su vez impacta a la sociedad. La misma representa todo aquello que interiormente nos dice que es un bien para nosotros y un mal, fortaleciendo a la libertad para que opte -cuando es un bien para nosotros- o deje de optar por ello – cuando juzgamos que es un mal para nosotros-.

La ética es personal. La misma se obtiene de la moral del grupo familiar o social y no representa una limitación de la libertad, si no más bien es la condición necesaria para que llegue a la plenitud en un verdadero funcionamiento porque nos guía como una brújula en nuestros actos indicando hacia dónde necesitamos ir y hacia dónde es mejor no ir.  

En este período de pandemia que como humanidad estamos enfrentando hemos visto lo que la teoría de las crisis ocasiona en cada persona justamente dependiendo -desde mi experiencia- de la moralidad ética que se tenga al momento que la crisis llega. Estas son una oportunidad para crecer haciendo un bien o una oportunidad para todo lo contrario sacando de sí mismo un mal.

Así son las crisis en la vida de las personas. Se presentan como una bifurcación donde tenemos solo dos opciones: derecha o izquierda. Blanco o Negro. Bien o Mal. Solidaridad o Indiferencia. Enfrentar o Evadir. Depresión o Resiliencia. Sacar lo mejor de nosotros mismos o sacar a la peor versión de nosotros mismos. Ambas desconocidas quizás hasta ese entonces. 

En la vida nos enfrentamos a pocas situaciones donde existe el blanco o negro. Las crisis son una de ellas. Las mismas sacan lo peor del ser humano o lo mejor. Nos perdemos en ellas o salimos a flote con más fuerza. Sacan todo el amor que no había salido con las circunstancias anteriores o saca la peor frustración, el peor resentimiento llevándolo al odio que pudo haberse gestado previamente. 

Es una oportunidad por tanto para sacar todo el bien que estaba en potencia pero que al estar en la zona de confort no se había expresado con el paso de los años o saca todo aquello negativo que se había estado ignorando también con el paso de los años y que por las circunstancias de vida nueva que la crisis ha creado con la pandemia salen todas a flote de un solo golpe.

Es así como en esta pandemia veo lo mismo que siempre he visto con relación a cómo impactan las crisis a las personas. He visto a seres humanos extraordinarios brindando una mano. Pensando en cómo ayudar desde sus pequeñas o grandes posibilidades. 

He visto personas que han expuesto su salud. Médicos jóvenes que saltaron a entregarse a sus pacientes sin darse cuenta de que ese acto implicaba entregar la propia vida. Ellos, encarnaron el juramento hipocrático de una forma como nunca quizás imaginaron. Dando la vida por salvar la vida de sus pacientes, exponiéndolo todo, incluso a sus familiares

Enfermeras que salen a trabajar no solo porque es su trabajo, si no porque quieren por vocación atender a sus pacientes sin tener en algunos países nada que las proteja a ellas o a sus familias de esta pandemia. 

Hemos visto gestos de jóvenes que se han movilizado a ayudar a otros que han perdido sus trabajos. Personas que colaboran -allí desde sus lugares- con aquello que pueden. Muchos testimonios de solidaridad me han recordado al óbolo de la viuda, que dio no lo que le sobraba sino lo único que tenía. 

Pero esta pandemia también ha representado una oportunidad para otros sin ética y por tanto sin escrúpulos explotando el dolor humano. Y no me refiero -por ejemplo- a pequeños y medianos empresarios que para sobrevivir se han migrado a manufacturar cubre bocas para poder pagarle a sus empleados y poder sostener a sus familias. Eso, nada de malo tiene siempre que se haga con ética y responsabilidad como forma de vida. 

En este sentido me refiero a todos aquellos que sin ningún tipo de ética ofrecen servicios porque ven en ello una oportunidad de poder sacar partido de la necesidad de personas buenas y desesperadas. De aquellos que sin ningún escrúpulo ofrecen cosas porque ven en el dolor ajeno una oportunidad de lucrar y “hacer dinero” con el dolor ajeno. 

Uno de esos tantos ejemplos han sido varias promociones que me he encontrado de capacitaciones on line bajo el título “estudia brevemente este curso de psicología” para dar “terapia on line”. En ellos, están ofreciendo capacitación rápida en esta profesión de la Psicología a todos aquellos que -sin importar- que no tengan experiencia en este ramo ni siquiera una profesión que los respalde puedan “ayudar” al que está sufriendo duelo por la pandemia. 

Ofrecer cursos que van desde los 20 dólares para dar nociones básicas de psicología a cualquier persona que desee migrarse de profesión para aprovechar la oportunidad de que muchas personas están de luto por el fallecimiento de sus familiares por Covid, enseñando un “oficio” de dar acompañamiento en duelo on line queriendo juntar dos necesidades a la vez; es lo más falto de ética que he visto con relación a mi profesión en 25 años de experiencia. 

No porque una persona este desempleado, no porque muchas empresas se hayan migrado a trabajar on line, no porque alguien lo hayan corrido de su trabajo y no porque existan muchas personas sufriendo duelo, significa que sea ético juntar dos necesidades y así, “matar a dos pájaros de un solo tiro” donde en apariencia todos salimos beneficiados.

El que alguien esté desempleado y desesperado; y por otra parte otros estén en duelo no justifica el que se le enseñe breves conocimientos de cómo “dar terapia on line” para que se haga un modo de vida aprendiendo a dar “lecciones” breves de cómo poder “ayudar” para “tender una mano solidaria” en estos momentos de pandemia a todos aquellos que sufren una pérdida irreparable estando en duelo. 

Todo este lenguaje eufemístico manipula y encubre un mal con palabras bonitas que aparentan ser un bien sutilmente. Esto caracteriza a personas que están aprovechando una oportunidad en la pandemia, pero sin ética para manipular a personas que sufren. El lenguaje que utiliza eufemismos ayuda a la desconexión moral porque utiliza palabras bonitas para aparentar que es un bien, cuando es un mal. (Leer Desconexión Moral )

Esto no puede ser considerado “ayuda”. Porque para ayudar sin importar el número de personas que estén sufriendo un duelo y que esa ayuda sea una ayuda, necesita tener principios morales y éticos. Las buenas intenciones no bastan. Enseñar nociones a alguien que no está preparado para escuchar, acoger el dolor ajeno y; por tanto, guiar a alguien en su dolor llámese duelo o cual este sea, no es ayudar, sino que es explotar a otros porque está aprovechándose de la vulnerabilidad de aquellos que más sufren mostrando por delante un pseudo título de coach en duelo certificado on line. 

En el acompañamiento hay que considerarse un sin fin de temas relacionados con ello. Desde fomentar la autonomía de la persona para no incapacitarla y con ello, evitar la codependenciencia afectiva de quien acompaña, hasta un diagnóstico certero que ayude a que esa escucha no sea un simple desahogo. Además, que le potencie sus resortes personales para que pueda resolver con sus recursos internos su dolor. Que respete el dolor ajeno y porque lo respeta asume que no se está preparado para tratarlo.

Pero esta oportunidad que ha representado la pandemia para ayudar desde la falta de ética no solo se queda en este tema del acompañamiento, sino que se extrapola a todos los temas empresariales, que van desde cómo ayudar a mis empleados a sobrevivir sin que la empresa naufrague, hasta cómo hacer consenso en la implementación de estrategias que ayuden a no quebrar financieramente recordando que la persona es el mayor capital humano que podemos tener. Son esos empleados los que nos ayudarán a reconstruir la economía.

Esto también implica cómo reinventarse. Implica que le de los suficientes medios para proteger a mi personal en caso de que la empresa sea de rubros esenciales y en el caso de que tampoco lo sea. Implica que me importe mi trabajador si necesito que salga a la calle a trabajar para que no se enferme y exponga a los demás, pero sobre todo a su familia. Implica ser honestos con los empleados sobre la realidad y juntos llegar a acuerdos por medio de consensos. 

Implica hasta cómo no sacar provecho de la situación si estamos en un rubro que se convirtió de la noche a la mañana en un rubro esencial como puede ser el delivery de comida o la venta de antibacterial. Al no sacar provecho no me estoy refiriendo a que este mal fabricar algo que está en demanda, sino -por ejemplo- en no subirle el precio porque sé que como está en demanda y no hay tanta oferta, entonces aprovecho a sacarle un gran dinero a la inversión

Esto también implica considerar que las personas que peor la están pasando buscarán sobrevivir exponiendo todo por amor a sus familias. Cuando las personas están tocadas y afectadas por que no tienen cubiertas sus necesidades básicas, no están razonando claramente porque están desesperados en el modo instintivo de supervivencia. Si eso es así, entonces harán lo que sea necesario sin pensarlo hacer para llevar pan a la mesa. 

En este sentido si tú estás en una posición de privilegio, la ética en la pandemia implicaría que lo ayudes a razonar dándole los medios para cuidarse; a la vez de ayudarlo a ver las consecuencias. Porque esa persona hará lo que sea para poder comer, pero si tú eres ético no aprovecharás, sino que lo ayudarás a que implemente procesos con medidas usando recursos que tu le puedes proporcionar. 

Los cristianos necesitamos ser coherentes con la ética desde el humanismo. Esto implica tener claro varios principios, el más importante es que la libertad va con la responsabilidad. La capacidad de elegir necesita ir de la mano para asumir responsabilidad sobre las consecuencias que genere aquello que elegimos, pero no solo en mi sino en los demás, aunque se llamen empleados. 

Ser éticos en la pandemia implica tener claro los principios de solidaridad y subsidiariedad base de la doctrina social de la Iglesia donde estamos obligados por un deber ser a ayudar a los que no tienen las mismas oportunidades que nosotros, de la forma que sea, allí en nuestro entorno ayudando a asumir responsabilidad pequeña y parcial sobre lo que otro no puede asumir no porque no quiera, sino porque no puede. 

Ser éticos en la pandemia implica ser íntegros. Este principio ético humanista habla de que el fin no justifica los medios. En el caso que he puesto de ejemplo, significa que si quiero ayudar a otros que sufren duelo no puedo pagar un curso de 20 dólares para capacitarme en terapia online y que como empresa no puedo ofrecer eso porque no es ético hacerlo, aunque tenga las mejores intenciones. Implica por tanto que el bien, para que se un bien necesita se íntegro donde el objeto, las circunstancias, los medios y la finalidad estén todos alineados y sean todos buenos de principio a fin.

Para ser éticos en la pandemia hay que practicar el principio antrópico el cual considera que es legítimo todo lo que contribuye al bien auténtico de la persona. Pero si soy contador y quiero dar terapia eso no será un bien autentico a la persona, aunque tenga buenas intenciones y pague un curso exprés de bajo costo. 

Ser éticos en la pandemia implica aplicar el principio de universalidad donde consideramos que lo que es bueno es bueno para todos sin distinción. Si considero que es bueno como empresario que mi familia se cuide a extremo entonces eso lo debo de considerar para los empleados que tengo en la oficina o en casa; y, por tanto, no pedirle cosas que los expongan, así como no se lo pediría a mi propio hijo. 

El bien se debe buscar a toda costa. La peor crisis que vamos a enfrentar como humanidad después de encontrar la vacuna no es el restablecimiento de la economía.

Para que esto no suceda, el hombre necesita comprender que no se puede reactivar una economía, una empresa, un negocio, si como persona no soy capaz de ser coherente cuidando del capital humano como cuido de mi propia familia. Si no estamos dispuestos a vivir todo esto con una profunda ética -durante y después- de la pandemia, no podremos recuperarnos como humanidad ni siquiera económicamente. 

La crisis entonces será una oportunidad para sacar lo peor de cada persona y no una oportunidad para sacar todo ese potencial bueno del ser que estaba oculto. Potencial que estuvo descansando previo a la pandemia en su zona de confort.

Al final, vivir la pandemia con ética es lo que esta llamado a ser por designio divino: un llamado de atención final a la humanidad para que frene su desenfreno y cambie finalmente su forma de pensar, de vivir y de actuar. Si no reflexionamos sobre esto, nada de este sufrimiento habrá valido la pena. 

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Mercedes Vallenilla

Psicóloga católica con experiencia en Psicología Social y Maestría en Matrimonio y Familia. Doctora en educación de la Universidad Anáhuac, con estudios de postdoctorado. Autora de cuatro libros, pionera en Psicología Virtual con 30+ años de experiencia.

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Mercedes Vallenilla

Psicóloga católica con experiencia en Psicología Social y Maestría en Matrimonio y Familia. Doctora en educación de la Universidad Anáhuac, con estudios de postdoctorado. Autora de cuatro libros, pionera en Psicología Virtual con 30+ años de experiencia.

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