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Contagio emocional

La unidad en el ser es algo que ha sido estudiado con un aspecto trascendental en el desarrollo de la plenitud de vida. Es aquello que expresa una unidad de mente y alma, donde las expresiones conductuales  son un reflejo de esa misma unidad en el interior del ser o esa misma falta de unidad que podemos llamar falta de integración del ser.

La psicología social ha determinado como los componentes de una actitud al componente cognitivo que es lo que llegamos a discernir o no discernir y que lo otorga la facultad que tenemos con nuestra razón que nos ha sido dada para poder determinar aquello que es un bien para nosotros.

Por otro lado, el componente emocional que forzosamente tiene que ser coherente con el componente cognitivo pues así funciona nuestro cerebro; es decir, una perfecta armonía entre lo que pensamos y lo que sentimos. No hay manera de interpretar o razonar algo de forma incorrecta o negativa y que el componente emocional sea positivo o a la inversa. Por último, el componente conductual que son como si fueran los “hijos” de ambos elementos, donde emanamos conductas que expresan en coherencia lo que estamos pensando con lo que estamos sintiendo todo en una misma unidad.

contagio emocionalPero que sucede cuando en este componente emocional existen heridas o hechos del pasado que se han tirado al inconsciente sin que las hayamos conectado, reflexionado e intentado comprender con la facultad que nos brinda la razón. Esos mismos acontecimientos o hechos traumáticos que nos dolieron y que no comprendimos, estarán jugando un rol importante al determinar no solo la interpretación que hagamos de los acontecimientos futuros que vivamos sino, además, haciéndonos sentir de una forma negativa.

Son esas las funciones que esas emociones negativas tienen en nuestra vida, la de justamente decirnos que hay algo que necesitamos hablar, reflexionar para poderlo integrar de manera sana. De lo contrario, estos hechos estarán creando emociones negativas en forma de patrones que afectarán al final la forma como nos comportemos diariamente, pudiéndonos llevar con el tiempo a actuar de una manera muy contraproducente para nosotros.

Las emociones negativas tienen esa función. Pero hay mucha evidencia científica que señala el que, aunque no tengamos conflictos almacenados en el interior que no hayamos hecho conscientes, estas tienen poder porque ocurre en nuestro cerebro un sesgo negativo que se da por el simple hecho de que tienen una función de supervivencia y de protegernos de aquello que pudiera ser un peligro para nosotros.

Las emociones son las respuestas que nosotros damos a las circunstancias. Estas respuestas interiores dependen de como interpretamos dichas circunstancias. Es un hecho que, si hemos sufrido algo en el pasado que no hemos podido conectar con ello para poderlo integrar, ellas nos estarán sesgando la realidad porque estaremos interpretando dichas circunstancias con un sesgo equivocado.

El cerebro por el sesgo negativo registra y presta más atención a los acontecimientos negativos que a los positivos. Esto es por nuestro instinto de preservación. Tendemos a focalizarnos más cuando algo negativo pasa que cuando sucede algo positivo.

El offset positivo demuestra que tenemos muchos más momentos positivos que negativos, pero no les hacemos caso o no le damos tanta importancia porque no alteran nuestra vida ni corremos riesgo ante ellos, por eso es que no los hacemos tan conscientes.

Las emociones negativas las tenemos que vivir irremediablemente. En cambios las emociones positivas son una opción personal. Ellas dependen más del abordaje que le demos, de la actitud con que asumamos los momentos difíciles de la vida y de que nuestra libertad nos ayude a optar por ellas siempre y cuando hagamos una interpretación adecuada o balanceada de la realidad que nos circunda.

Cuando no sabemos cómo gestionar las emociones negativas ocurre un espiral que llamamos de las emociones. Hay un evento o circunstancia que detona una emoción negativa. Cuando la persona no está en equilibrio porque no ha integrado un hecho del pasado de dolor, este espiral se vuelve un patrón emocional con el que se responde con rapidez sin razonar al respecto, experimentando con gran intensidad en sus emociones negativas, a todas las circunstancias de la vida cotidiana.

Pero en otros casos cuando no hay cuentas que saldar, el espiral también puede darse cuando ocurre un hecho objetivo que ha evocado una emoción negativa, pero la mente racional entra y la persona es capaz de encauzar y canalizar dichos sentimientos con relativa facilidad. Pero en los otros casos, la mente racional intenta evaluar sin éxito, pues el éxito de esta evaluación dependerá de la interpretación negativa que da el contenido reprimido. Entonces la persona percibe de forma desproporcionada lo vivido, experimentando con una enorme intensidad sus emociones sin que su mente racional le ayude a ubicar con realismo lo vivido y encauzar de esta forma lo que siente o experimenta. Parece que como evaluamos e interpretamos lo que nos sucede o las circunstancias que nos pasan, fomenta este espiral de las emociones y no cesa de crearse una y otra vez recrudeciendo el cuadro y acentuando el patrón.

Una solución no solo es en sí mismo intentar con ayuda profesional detectar que tipo de contenido de dolor ha sido almacenado para que deje la persona de interpretar por medio de él, sin que se dé cuenta. La forma como se puede detectar si existe o no, es si vive de forma inestable la vida, si tiene picos altos alternados con bajos de emociones; es decir si se exalta con facilidad para luego decaerse con facilidad. Si es irritable ante todo o si por el contrario es demasiado pasivo, ante todo. Si es demasiado vulnerable y susceptible ante la vida misma o los errores de otros. Si sus relaciones interpersonales son estables o inestables y si la persona entre otras cosas vive con un constante conflicto. Los cambios en la fluctuación de las emociones son una señal de que se necesita buscar ayuda.

Si lo anterior no es el caso, se puede además de aprender a conectar de forma positiva con ellas, identificar lo que sentimos, para luego pasar con la mente racional a identificar las razones reales del porque lo hemos sentido. De esta forma podemos encauzarlas de forma positiva. Pero también utilizando el fomentar emociones positivas para podernos ayudar a balancear su efecto.

Una característica de las emociones positivas es que deseamos compartirlas, darnos un abrazo, contar lo positivo de lo que nos pasa, esparcirlo con los que queremos. Las emociones positivas son como para espolvorear toda la vida, es como si fuera un talco de sabor que se desparrama por toda la vida y además nos ayudan a transitar por el camino de la esperanza cristiana como virtud teologal que nos abre a esperar todo de un Dios amoroso y valorar lo más pequeño de la vida cotidiana además de alegrarnos por ello.

Las emociones positivas afectan la cara, el cuerpo, como nos conducimos, los músculos y como las personas de nuestro entorno responden a ellas de la misma forma como nos afectan las emociones negativas. Las circunstancias en el espiral de las emociones, se crean porque algo ha cambiado, puede ser que no solo haya cambiado algo en el exterior, sino que puede ser un estado mental que cambio de repente por un recuerdo que vino, una noticia, etc. Y que nos hace interpretar de cierta forma aquello que pudo haber emanado de la propia mente.

El espiral de las emociones no solo sucede con emociones negativas, también sucede con emociones positivas. Son múltiples los estudios que se han hecho –por ejemplo- en estadios de fútbol donde se evidencian como las emociones positivas al igual que las negativas son contagiosas porque entran en este espiral.

De allí radica además la importancia de poder hacer consciente diariamente porqué estoy experimentando ciertas emociones negativas, para una vez conectar con esa razón, poderlas encauzar por medio de ella transformándola en un pensamiento positivo que me conducirá a una emoción positiva y a su vez, a una conducta más adecuada o funcional.

Pero también estamos en la capacidad no solo de gestionar nuestras emociones negativas, sino de poder hacer consciente todos estos momentos positivos que tenemos en el día y que sino los hacemos conscientes se quedan como momentos neutros que pueden pasar desapercibidos. En cambio, si nos levantamos haciendo conscientes cosas como lo bonito que está el día, la alegría del perro cada mañana por vernos, el poder tener comida en la mesa, el saludo de un amigo y tantas cosas que podemos agradecer, es más factible que podamos a su vez generar emociones positivas que ayuden a balancear las negativas.

Además de ello, como está demostrado que vivimos muchas más emociones positivas que negativas, también está demostrado que al poner en práctica este buen hábito de vida, nuestros recursos personales se activan mucho más y nos ayudan a su vez a vincularnos afectivamente de manera positiva estableciendo más relaciones interpersonales que no sacan de nuestro foco de preocupación y nos ayuda a tener una perspectiva mayor y más amplia sobre nuestra realidad.

Cada emoción tiene una dinámica interior y evocan una respuesta que al sentir la emoción nos sentimos motivados a darla. Las emociones positivas nos dan un amplio margen de acción en cambio las emociones negativas nos contraen y reducen. Si vemos las acciones o respuestas que evocan las emociones negativas, son muy limitadas, nos aíslan, nos enojan. Las positivas nos amplia enormemente nuestro panorama y futuro, nos hacen crecer y desarrollarnos.

Las negativas sirven para “defendernos “de una amenaza si las utilizamos bien en el presente. Las emociones positivas para prepararnos para el futuro y para todos los momentos que Dios tiene planeado brindarnos. Cuanto más experimentemos emociones positivas de eventos positivos o neutros más nos estamos preparando para que el futuro en el ámbito emocional y así, podamos crecer y ser una mejor versión de nosotros mismos. Seremos más resilientes, estaremos más conectados con nosotros mismos y mucho más capaces de poder apreciar la vida con objetividad, además de poder fomentar los recursos para enfrentar la propia vida.

Alegría, amor, esperanza, serenidad, gratitud, conforman entre otras un repertorio de emociones positivas que el mismo creador ha puesto en nosotros que tienen origen en nuestra propia humanidad para ayudarnos a vivir esta vida equilibradamente. Esto es posible, siempre y cuando podamos saltar después de la gestión de ellos del mundo racional para dar el salto final al espiritual y así podamos comprender nuestra vida y la vida que nos espera con la mayor amplitud posible.

Las emociones negativas sino se aprenden a gestionar de manera adecuada, pueden hacernos actuar de manera inadecuada. Las emociones positivas están allí, para que con nuestra parte humana podamos colaborar con nuestro espíritu y abrirnos a vivir esta vida con un don que ha sido regalado por Dios a nosotros.

Nunca debemos de vivir de las emociones. Ellas no están llamadas a guiar nuestras vidas porque no tienen esa función. Pero no solo es un hecho que tenemos que aprender a gestionar las emociones negativas, sino que además si le sacamos a las emociones positivas un provecho de nuestra misma naturaleza humana, podemos colaborar con nuestra razón y nuestro espíritu con ese toque de polvo “dulce” que son las emociones positivas, para conducir nuestra vida con coherencia y unidad de nuestro ser.

Mercedes Vallenilla

Mercedes Vallenilla

Psicóloga Católica Virtual / Conferencista Internacional / Escritora / Blogger / Candidata a Doctora en Psicologia

Psicóloga con más de 25 años de experiencia dentro de la Iglesia Católica en diversos países. Pionera en la atención psicológica de manera virtual desde hace 18 años. Autora de 4 libros sobre psicología y espiritualidad cristiana. Maestra en Ciencias del Matrimonio y de la Familia por el Instituto Pontificio Juan Pablo II y la Universidad Anáhuac. Candidata a Doctora por la Universidad Anáhuac en México.

Mercedes Vallenilla

Psicóloga Católica Virtual / Conferencista Internacional / Escritora / Blogger / Candidata a Doctora en Psicologia

Psicóloga con más de 25 años de experiencia dentro de la Iglesia Católica en diversos países. Pionera en la atención psicológica de manera virtual desde hace 18 años. Autora de 4 libros sobre psicología y espiritualidad cristiana. Maestra en Ciencias del Matrimonio y de la Familia por el Instituto Pontificio Juan Pablo II y la Universidad Anáhuac. Candidata a Doctora por la Universidad Anáhuac en México.

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