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Un largo camino a casa

Pocas veces en la vida se va al cine para recibir tanto en tan poco tiempo. De aquellas películas que cuando acaba, no deseas levantarte -al contrario- deseas quedarte sentado imaginando lo que hubiera venido después, queriendo saber más de la historia.

“Un largo camino a casa” es un libro que cuenta una historia excepcional que al ser llevaba a la pantalla grande ha sido titulada “Lion” en honor a su protagonista Saroo Brierley, un niño que nació en la India y que vivía en pobreza extrema como muchos seres humanos viven hoy, siendo adoptado más tarde por una familia australiana.

La búsqueda de sentidoSaroo salía con su hermano Guddu a excursiones en busca de comida, algunas veces revisaban los trenes, otras robaban carbón, otras recogían comida del piso, otras de la basura. Pero un día todo cambió radicalmente. Saroo se quedó dormido llegando a la estación de trenes en la noche por lo que su hermano lo dejó en una banca mientras le dijo que no se moviera de allí. Saroo se levantó en medio de la noche y comenzó a buscar a su hermano. Se metió en el tren y allí sentado se quedó dormido otra vez.

A la mañana siguiente el tren salió en ruta, sin personas en él y Saroo recorrió un largo camino de 1,600 Km -sin saberlo- desde su poblado a Calcuta. Vago por dos meses, expuesto a caer en bandas de trata de menores, a ser abusado sexualmente, a infinidad de peligros que un niño de 5 años que no hablaba el idioma de esa ciudad, con un lenguaje pobre para poder expresarse y pedir ayuda. Pero una mañana, un joven en una cafetería lo ve en la calle y la bondad del hombre lo saca de esa realidad. Saroo termina en un centro de niños para ser adoptado al cabo de un año por una pareja de australianos.

Saroo vive en Australia una vida feliz y plena con su familia adoptiva. Se convierte en un hombre de bien que hacía sentir orgullosos a sus padres. Entra en la universidad de Melbourne y comienza a estar en contacto con alumnos provenientes de la India. Sus recuerdos comienzan en cascada a asaltar su mente tan nítidos como el agua, lo que lo hace sumirse en sus pensamientos en su otra vida quizás como una necesidad de que integrara aquello que no se había integrado de manera sana.

Gracias al Google Earth, Saroo se obsesiona en una búsqueda de aquella estación de tren donde se perdió ya que el nombre de la villa donde él vivía “Ginestaley” no aparecía en el mapa. La búsqueda lo lleva un año entero a sumergirse en ella, esa falta de integración de saber –su verdad- en totalidad, lo hace perderse un poco en la obsesión de poder responder a cada una de sus interrogantes. Hasta que una noche gracias a la tecnología, encuentra la villa donde había vivido “Ganesh Talai” y se da cuenta que la había aprendido a pronunciar mal.

Saroo emprende el viaje a la India para recorrer el mismo camino que había recorrido muchas veces con su hermano “de regreso a casa”. Recordaba cada detalle, el puente, el río, las mariposas, todos aquellos elementos que lo hacían conectar con su pasado, con su identidad perdida. Saroo llega a su casa y encuentra a su madre biológica y a su familia. Su madre al verlo lo reconoce y Saroo se entera que esa misma noche en que se perdió, su hermano Guddu fue encontrado muerto arrollado por un tren y que su madre nunca quiso mudarse de la villa, porque sabía que –algún día- su hijo regresaría.

La búsqueda de Saroo en realidad es la búsqueda existencialista que todo ser humano debe emprender en la vida para poder vivir integrados y con ello, llegar a la plenitud de vida. Es una muestra de que lo que no se integra sanamente nos desintegra en el mañana. Saroo tenía todo en la vida. Una hermosa familia que le había dado las bases afectivas necesarias para poderse desarrollar como un ser humano equilibrado, pero había algo allí dentro de su corazón que lo dejaba inquieto y era la duda a la que necesitamos responder todos los seres humanos alguna vez en la vida: de dónde venimos y a dónde vamos, dónde estoy, quién soy, cómo se quién soy, qué debo hacer en esta vida, a dónde me dirijo, a dónde quiero llegar.

Saroo no lograba conciliar y responder a todas estas preguntas porque solo había muchos recuerdos desordenados en su mente de aquel niño de 5 años que estuvo vagando por las calles de Calcuta, pero que también estuvo rodeado de amor de su familia biológica. Una madre muy pobre, pero que en los recuerdos de su memoria afectiva solo venía a la mente su belleza y su amor. Una madre biológica que no lo adoptó “porque no le quedó de otra” sino que habiendo podido tener hijos propios, decidió en libertad optar por ser coherente con lo que su corazón le decía que era hacer la diferencia con un niño abandonado en el mundo. Lo adoptó por amor, al final la fuerza que mueve al mundo.

El conflicto intrapsíquico que se genera en Saroo es el mismo que surge en todo ser humano que no ha sabido detenerse en la vida para plantearse las interrogantes más esenciales que deben mover a la existencia humana. Y que al plantearlas e intentar responderlas, es como podemos a su vez generar un conocimiento interior basado en la reflexión y el discernimiento, donde podamos responder a todas y a cada una de ellas con argumentos que expresen nuestra verdad, para que en consecuencia estemos capacitados para crear un sistema de valores y creencias que nos ayuden a desenvolvernos en la vida con una moral recta con actos coherentes a dicha moral, que hemos definido previamente. Sabiendo al final, que nuestros valores nos hacen optar y a su vez guían nuestras acciones afectando o no el curso de nuestra propia existencia.

La plenitud de vida solo puede venir de una persona que conecta con lo más íntimo de su ser. El éxito, la seguridad emocional, la confianza en sí mismo y muchos otros aspectos que afectan nuestra vida personal, nuestras relaciones de pareja o incluso en el trabajo, solo pueden venir del tipo de respuestas que nos demos interiormente pues es así como podremos tener una visión integradora de nuestra propia vida y de nuestra propia existencia.

Esto es lo que vemos en “Un largo camino a casa”. La búsqueda interior de respuestas trascendentes, como menciona el mismo protagonista en la película al llamar a su madre adoptiva después de haber encontrado a su madre biológica “ya estoy bien porque ya encontré todas las respuestas”. La necesidad del hombre del conocimiento interior al cual no se puede llegar a él sin un esfuerzo personal que nos permita optar en libertad.

Lo contrario es lo que vemos en muchos jóvenes y adultos-niños que no crecieron ni maduraron en estos días. Pues sino se confronta el ser humano con esta tarea existencialista de responder a las inquietudes más profundas del ser humano, no podrá formar a su razón de convicciones y certezas que lo ayuden a optar en libertad, pues no podrá elegir ese sistema de creencias y valores que guiarán el día de mañana sus acciones. Y como muchos, terminarán optando por lo que hace la mayoría sin que eso signifique que esté bien o adquiriendo como un pensar propio lo que los demás dicen sin cuestionarlo, cediendo su capacidad de razonar a otros. Una especia de “secuestro a la razón” que terminará en una pérdida de la libertad para actuar, con un sistema de creencias débil o inexistente sin que la persona sepa de dónde viene y a dónde va, en lo que cree y en por qué lo cree.

El apoyo afectivo de la familia natural biológica o adoptiva donde sin importar el dinero o la pobreza- juega un papel preponderante en esta búsqueda de la verdad. Es el amor que se viva dentro de ella la que brinda el fundamento que cimienta las bases para poder llegar a esa necesidad sana y necesaria del hombre a cuestionar su existencia.  En cambio, si el hombre no cuenta con ella, en vez de convertirse en un buscador de la verdad se convertirá en un buscador de afecto de forma no sana, impidiendo la integración del ser y con ello, la plenitud de vida.

Un tren cambió la vida de él y de su hermano esa noche. Al igual como puede pasarnos a nosotros hoy en día. El tren que nos atropella y nos hace perder la vida por una mala opción tomada en la oscuridad del interior que no es otra cosa que falta de claridad interior. El tren que tomamos -sin darnos cuenta- y que puede representar todas esas decisiones que a veces podemos llegar a tomar en la vida con muy poco de conocimiento porque no alcanzamos a medir las consecuencias de ello, porque no reflexionamos, porque no cuestionamos, porque no logramos optar en libertad para luego mirar atrás y darnos cuenta que no proyectamos la magnitud de las consecuencias de lo que estábamos decidiendo. Pero es ese el mismo tren, el que puede después de discernir y tomar la vía correcta, el que puede llevarnos de regreso a casa, representado por todo ese camino personal que debemos recorrer en el interior para alcanzar nuestra verdad e integrar nuestra propia vida.

Saroo era tan solo un niño de 5 años cuando se perdió una noche en la India. Lo único que conservaba en su mente era el amor que recibió de su mamá, su hermano y su propia familia almacenado en muchos recuerdos sencillos en su memoria. Ese amor fue suficiente para llevarlo a esa búsqueda de regreso a su casa para descubrir al final del camino que su nombre no era Saroo sino Sheru, que significaba León en la India.

Todos necesitamos emprender ese camino que nos lleve de regreso a casa. Reconocer y asumir responsabilidad por esa falta de integración que ocurre en el ser cuando no se han definido en el interior todas esas preguntas existenciales y/o en otros casos, se le suma el no haber resuelto de fondo las heridas emocionales que se traen dentro y que impiden con ello poder responder a las preguntan más trascendentales de la propia vida que imposibilitan el crear convicciones y certezas que guíen los actos con coherencia, a tomar decisiones adecuadas que nos ayuden a desarrollarnos en plenitud de vida afectando positivamente nuestro entorno personal, familiar y social, afectando nuestra propia vida.

La casa al final representa no solo un espacio físico determinado sino el lugar interior como punto de partida donde comienza nuestra existencia, la que guía interiormente nuestros actos y la que nos ayudará al final a llegar a ese lugar dónde queremos terminar un día. La casa es ese interior donde todo cobra un sentido trascendente de cara a una eternidad.

Mercedes Vallenilla

Mercedes Vallenilla

Psicóloga Católica Virtual / Conferencista Internacional / Escritora / Blogger / Candidata a Doctora en Psicologia

Psicóloga con más de 25 años de experiencia dentro de la Iglesia Católica en diversos países. Pionera en la atención psicológica de manera virtual desde hace 18 años. Autora de 4 libros sobre psicología y espiritualidad cristiana. Maestra en Ciencias del Matrimonio y de la Familia por el Instituto Pontificio Juan Pablo II y la Universidad Anáhuac. Candidata a Doctora por la Universidad Anáhuac en México.

Mercedes Vallenilla

Psicóloga Católica Virtual / Conferencista Internacional / Escritora / Blogger / Candidata a Doctora en Psicologia

Psicóloga con más de 25 años de experiencia dentro de la Iglesia Católica en diversos países. Pionera en la atención psicológica de manera virtual desde hace 18 años. Autora de 4 libros sobre psicología y espiritualidad cristiana. Maestra en Ciencias del Matrimonio y de la Familia por el Instituto Pontificio Juan Pablo II y la Universidad Anáhuac. Candidata a Doctora por la Universidad Anáhuac en México.

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