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Se siembra de noche…

El año pasado sembramos en un pequeño jardín de mi casa un pasto tipo “japonés” de esos que son muy parecidos a los que se utiliza en los campos de golf. Al cabo de un tiempo comenzó a salir un pasto muy grande que se parecía al japonés pero lucía un poco diferente en algunos aspectos. Comenzó a crecer con gran rapidez asfixiando al pasto bueno.

Ese fin de semana estábamos sorprendidos de la velocidad con la que había salido ese pasto “malo” e ingenuamente nos sentamos todo un fin de semana a arrancarlo pues estaba dañando al bueno. El dolor de espalda y las manos rotas justificaron la belleza del pasto que de nuevo volvió a emerger luciendo a como inicialmente se veía cuando lo sembraron.

No había pasado una semana cuando el pasto “malo” había salido mucho más grande, fuerte y en mayor cantidad al que originalmente se sembró. Estábamos sumamente sorprendidos pues habíamos hecho un gran esfuerzo por sacarlo. Fuimos a hablar con el jardinero y nos dijo que debíamos sacarlo de raíz; es decir, había que ir al fondo del piso donde estaba sembrado e ir sacando poco a poco la raíz que estaba metida en un saquito tipo “vaina” que lo protegía pues si lo sacábamos de tajo seguiría creciendo más fuerte.

El trigo y cizañaEl fin de semana siguiente procedimos a la misma tarea. Solo que esta vez, costó mucho más que la primera vez. Allí fue cuando nos dimos cuenta las raíces tan fuertes con que este pasto “malo” estaba sujetado y quizás hasta las partes más pequeñas nos sorprendían con el tamaño de raíz que las sostenía. Había que hacer un gran esfuerzo para abrir campo entre el pasto hasta llegar a la vaina que protegía la raíz para sacarla de tajo sin que se rompiera.

Mientras dedicamos casi tres días a remover todo este pasto “malo” vino a mi mente el pasaje del evangelio del trigo y la cizaña a la vez que pude meditar en las heridas emocionales que he tratado a lo largo de los años en muy buenas personas.

La cizaña en hebreo se escribe como “zonin” y significa la degeneración del trigo o de la buena semilla. En latín se llama “zizania” y en griego “zizanion” que significa cereal engañoso. En los tiempos modernos la cizaña es definida como una planta gramínea que crece espontáneamente en los cereales y los daña. Algunos santos de la Iglesia como San Agustín y San Jerónimo utilizaron la palabra zizania como la oposición del bien versus el mal.

Cualquiera de los significados en los que históricamente nos situemos, la cizaña es algo que daña y mata a la buena semilla – podemos decir- que daña al buen corazón degenerando poco a poco su esencia para al final, matar al amor. En el pasaje del evangelio (Mateo 13, 24-3) podemos comprender ciertas claves actuales para aplicar a nuestra vida:    “El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: “Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?” Él les contestó: “Algún enemigo ha hecho esto.” Le dijeron los siervos: “¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?” Jesús le dijo: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero”

La siembra de la cizaña que hace el enemigo que representa el mal se hace de noche, nunca de día. La noche en sentido bíblico representa oscuridad donde el rey de la mentira, el enemigo que representa el mal aprovecha y cosecha en el corazón del hombre esa cizaña que pudiera ser desolación, desesperanza y confusión que lo separa de Dios.

La falta de claridad llega en la noche quizás por algún acontecimiento de dolor que nos nubla la razón y por lo tanto no nos impide pensar claramente dado que nos asalta un cúmulo de emociones negativas. Si extrapolamos esto al mundo psicoemocional, pudiéramos también asegurar que las mayores heridas emocionales que nos infligimos o nos infligen otros en nuestro corazón son justamente cuando estamos vulnerables, cuando estábamos desprevenidos quizás porque no estamos hechos para vivir cierto tipo de acontecimientos pues más bien estamos hechos para vivir en el amor.

Cuando estamos confundidos y no vemos claro, es cuando el enemigo aprovecha la ocasión y llega en medio de la oscuridad que existe en el interior a sembrar la cizaña en el corazón. Quizás una buena amistad que da un pésimo consejo. Un amigo que dice que te quiere y abusa de ti en medio de tu dolor y confusión, en medio de tu vulnerabilidad. Un socio que te roba. Un jefe que te exige de más. Un novio que te engaña. Lo importante es que ésta cizaña que se siembra en el corazón lo hace otro o quizás una circunstancia de vida que depende de otro y llega al corazón del hombre para robarle el amor, la paz, la serenidad; al final asfixiando con ello todo lo bueno que haya dentro de sí, robando la verdadera identidad y esencia del propio ser.

Al igual que la cizaña se confunde con el trigo, justamente este dolor que generan las heridas emocionales también se confunden con lo bueno. Pues al principio parece que es lo correcto: una buena relación, una buena decisión, alcohol, drogas, buenas amistades que invitan al mal con las que quizás se evade el dolor interior por un momento.

El tiempo que esta “cizaña” o herida emocional permanezca dentro hace que la raíz del problema se fortalezca y sostenga dentro casi imperceptiblemente para la persona que lo vive por medio de una forma de pensar incluso de actuar poco sana que lleva a la destrucción del interior de la persona, lleva a asfixiar a ese pasto bueno que como fruto debe emanar desde nuestro corazón, mata la belleza que llevamos dentro.

Al igual que la raíz de este pasto malo se encripta dentro de una “vaina” que parece protegerla, al igual sucede con los mecanismos de defensa que surgen en la propia mente para hacer que aquello que se incrustó en el corazón permanezca en él pues en cierta manera hace que no podamos ver u hacer consciente lo que necesitamos ver para sanar. Y con el tiempo, mantiene a través de la justificación con ideas objetivas y llenas de sentido común el mismo problema o quizás racionalizando el porqué estoy en el derecho de sentir ciertas cosas o de actuar de cierta manera. También se puede proyectar en otros lo que sucede en sí mismo o incluso negar lo sucedido, negar que afecto el interior, negar incluso una forma de actuar equivocada.

Lo bien es cierto que para poder sanar estas heridas emocionales y retirar de raíz la cizaña, debemos de ir a fondo para poder develar lo que puede estar oculto o inconsciente, aquello que no se desea reconocer, lo que quizás no deseo ver porque duele demasiado afrontarlo.

El trigo representa la bondad que Dios ha sembrado en nuestro corazón desde el momento en que nos pensó. El dueño del campo es ese Dios que con tanta paciencia y amor espera siempre por nuestro arrepentimiento y conversión, que no significa otra cosa que volver nuestra mirada a Dios y pedirle que sane nuestro interior.

La cizaña obra así en nuestro corazón y se confunde con el trigo en principio porque quizás nuestra razón nos otorga infinidad de argumentos con elementos de verdad para sostener aquello negativo que tenemos el derecho de sentir. Repetimos en la mente cada uno de esos elementos, pero no nos damos cuenta que justamente todos esos elementos de verdad que repetimos sin cesar es lo que va robando poco a poco el amor y esa cizaña va ganando terreno cada día creciendo como si fuera trigo en apariencia, pero en el fondo con una raíz tan fuerte que se va haciendo cada vez más difícil de sacar.

La cizaña se siembra de noche, pero se debe de sacar de día. Esto quiere decir que para poder sacar de raíz aquello que se haya clavado en el corazón debe forzosamente haber un proceso donde nos sentemos en el pasto para ir sacando de raíz y con mucha paciencia ese pasto malo que ha crecido en el corazón. Quizás, el proceso de arrancarlo de raíz duela y nos ampollemos las manos, pero es la única manera cómo podemos sacar aquello que quizás no somos conscientes que nos afectó en el camino, que nos dolió, que nos hizo un profundo daño porque se coló en el corazón.

Esto requiere tomar una decisión. Requiere que tengamos plena conciencia de lo que pasó y cuándo fue la noche donde la cizaña se metió en el corazón. Es decir, dónde estuvo ese punto de quiebre donde un día comencé a sentirme mal y a actuar de manera equivocada. Si fueron nuestros propios actos los que la metieron o si más bien fue alguien que la coló de noche y sin mi permiso en mi corazón.

La cizaña daña porque rompe la unidad interior. A veces esa cizaña proviene a su vez de la cizaña que otros llevan dentro y que intentan a como dé lugar sembrarla en otros corazones pues ha crecido tanto en el interior que necesitan expandir y sacar de sí mismos lo que ya no pueden cargar dentro de si mismos: su frustración interior, sus resentimientos, sus miedos, sus deudas pendientes que no haya como saldar.

Y aquí vale la pena preguntarse que lleva al hombre a sembrar cizaña en otros. Quizás esa necesidad de hacer de menos a otros para sentirse mejor. Quizás por complejos interiores que se llevan dentro, por celos o la misma frustración por las propias heridas emocionales que se traen que hacen que se transfieran a otros.

La cizaña se confunde con el pasto bueno, pero Dios nunca lo hace. Los criados en seguida querían arrancarla de tajo, pero eso hubiera sido igual a nuestro primer intento de arrancar el pasto pues estábamos muy poco conscientes de lo que realmente estaba pasando en el fondo del mismo. Y esto significa que hay que trabajar, buscar acompañamiento, buscar hacer consciente del problema de fondo que sostiene todo, pues a la ligera y por encima, no se sanan las heridas que se llevan por dentro.

La paciencia de Dios es igual a la paciencia del amo. Siempre espera, siempre está vigilando con paciencia ese día en que nosotros creamos conciencia de esto. Está allí, esperando a que nosotros nos arrepintamos, a que nos sentemos con calma y poco a poco a ver la raíz que la sostiene. A que veamos a fondo aquello que nos duele.

Jesús es claro en el evangelio. La cizaña se debe arrancar con sumo cuidado pues podemos llevarnos al trigo por delante; es decir puede el mismo dolor hacernos tomar decisiones equivocadas de las cuales tarde o temprano nos arrepentiremos llevando con ello lo bueno que aún quede en medio de todo.

Al final del evangelio está claro que Dios podrá juzgarnos por lo bueno que hayamos hecho y aquello malo se irá a la hoguera. De la misma manera debe llegar ese día en que lejos de la oscuridad, sin emociones negativas, sin resentimientos en el corazón podamos sentarnos con valentía y claridad a poner nombre a todo aquello que divide por dentro. A sacar con calma y paciencia – pero de raíz- a plena luz del día la cizaña que quizás se lleva en el corazón por medio de un trabajo de filigrana que pueda separar lo malo que hay entre todo lo bueno que llevamos dentro y el mismo Dios sembró en el corazón.

Mercedes Vallenilla

Mercedes Vallenilla

Psicóloga Católica Virtual / Conferencista Internacional / Escritora / Blogger / Candidata a Doctora en Psicologia

Psicóloga con más de 25 años de experiencia dentro de la Iglesia Católica en diversos países. Pionera en la atención psicológica de manera virtual desde hace 18 años. Autora de 4 libros sobre psicología y espiritualidad cristiana. Maestra en Ciencias del Matrimonio y de la Familia por el Instituto Pontificio Juan Pablo II y la Universidad Anáhuac. Candidata a Doctora por la Universidad Anáhuac en México.

Mercedes Vallenilla

Psicóloga Católica Virtual / Conferencista Internacional / Escritora / Blogger / Candidata a Doctora en Psicologia

Psicóloga con más de 25 años de experiencia dentro de la Iglesia Católica en diversos países. Pionera en la atención psicológica de manera virtual desde hace 18 años. Autora de 4 libros sobre psicología y espiritualidad cristiana. Maestra en Ciencias del Matrimonio y de la Familia por el Instituto Pontificio Juan Pablo II y la Universidad Anáhuac. Candidata a Doctora por la Universidad Anáhuac en México.

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Que el dolor no te robe el amor

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