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La confianza….

Todos hemos crecido y vivido con frases que han sido incorporadas en nuestro lenguaje y que hacen referencia a la palabra confianza. Estamos acostumbrados a escuchar algunas como: “te he dado un voto de confianza”, “has traicionado mi confianza”, “no le tengo confianza”, “tengo confianza en que podrás hacerlo”, “es un abuso de confianza”, “es un problema de confianza”, “nunca te he dado esa confianza”, “depende del nivel de confianza”, o “es un cargo de confianza”, “esto solo te lo digo a ti, porque te tengo confianza”.

Los psicólogos sociales cuando estudiamos la confianza, quizás la abordamos de forma teórica o pragmática, pero cuando comenzamos a ver las heridas de muchas personas, estudiar los problemas de los grupos sociales o de equipos de trabajo o intentar comprender las relaciones interpersonales tanto en el ámbito familiar, social o laboral, nos damos cuenta de que es algo mucho más importante y trascendente en la vida de un ser humano pues compromete muchas dimensiones de la persona y por el significado que le otorgamos en la vida diaria.

La confianza la definimos los psicólogos sociales, como una hipótesis que se realiza sobre la conducta de otros. Es decir, es la suposición que podemos hacer a veces de manera precisa, sobre la potencial respuesta que otra persona o grupos de personas podrán tener ante cierto estímulo, acontecimiento o circunstancia que se presente. Pero además de esa suposición que podemos hacer, se suma una respuesta positiva a nivel emocional. Es decir, la confianza también podemos asociarla a emociones positivas, por lo que podemos también definirla como una emocionalidad.

la confianzaEsto es como si los datos que hemos obtenido por la experiencia previa personal, nos ofreciera un indicador de cómo serán las respuestas futuras. La mayoría de las veces, no estamos hablando de pura especulación, sino de elementos objetivos que han sido vividos previamente y que sirven como referencia en la vida de la persona para después de experimentarlos frecuentemente, dar un indicador real de cómo podrá comportarse otra persona en las mismas circunstancias en un futuro.

En base a la experiencia que la persona tenga en su vida pasada, marcará el nivel de confianza que pueda aportar en su vida presente y a su vez en el futuro. Si una persona ha sido sistemáticamente traicionada por su pareja en el amor –por ejemplo- es normal que pierda la confianza y en un futuro, tenga dificultades para establecer relaciones de pareja armónicas. Si en otros ámbitos, como el empresarial ha vivido experiencias negativas en torno a ser traicionado por un jefe, es probable que se comporte con miedo y profunda desconfianza y por lo tanto, le cueste trabajar en equipo. Si un feligrés ha sido traicionado por un sacerdote, es muy probable que un futuro le cueste confiar no solo en otro sacerdote, sino en la iglesia entera.

La confianza es uno de los pilares en las relaciones tanto a nivel personal como grupal. Esta puede fortalecerse o debilitarse. Es ella la que otorga un profundo sentido de pertenencia, de ser valorado en todo el sentido de la palabra, de ser conocido, abre a la comunicación y la persona se suelta en libertad permitiendo que haya un intercambio sano y productivo en todos los ámbitos de su vida. Esto ayuda a crear un clima de confianza, donde la persona es capaz de desarrollar todos sus talentos, capacidades y dones, fortaleciendo no solo sus relaciones personales, sinos sociales, familiares y laborales. Estos vínculos que se crean, fomentan lealtad y fidelidad a largo plazo.

Cuando existe confianza en cualquiera de los ámbitos descritos, la persona se siente emocionalmente en un clima adecuado y positivo para desarrollarse, por lo cual puede fomentarse la reciprocidad y la credibilidad. Cuando falta la confianza, la persona no solo no es capaz de desarrollarse a plenitud, sino que no logra expresar de manera adecuada lo que piensa, lo que siente y por lo tanto su conducta se ve bloqueada, congelada, reprimida. La persona no logra vivir en toda su esencia lo que muchas veces la hace presa de sus propios miedos, se cierra a las relaciones interpersonales en cualquier ámbito, creciendo en inseguridad emocional y quizás, hasta en baja autoestima.

Los elementos esenciales para que la confianza pueda ir creciendo con el tiempo son varios. Entre ellos podemos considerar que no puede darse un clima de confianza o crearse un clima de confianza cuando no existe en principio una simple simpatía humana. La simpatía es un aspecto humano sencillo pero necesario, no podremos confiar en quien de inicio no sentimos cierta compatibilidad con nuestra personalidad. También, necesitamos que hayan algunos elementos de identificación mutua, con los valores fundamentales de las personas o de las empresas en cuanto a su misión y visión donde se compartan objetivos comunes. Otro elemento un poco más profundo, es la empatía. Nadie puede confiar en quien no se siente comprendido, sino al contrario juzgado, poco valorado o incomprendido. Es necesario sentir la acogida del otro para poder abrirnos a la confianza.

Un elemento vital para desarrollar la confianza, es la reciprocidad. Es decir, sentir y experimentar a través de acciones reales y objetivas a lo largo del tiempo, que la otra persona, empresa o grupo religioso, corresponde a esa confianza brindada con la misma confianza con la que le hemos confiado o compartido algo. La confianza al contrario, se va debilitando cuando en esas relaciones interpersonales no somos correspondidos pero aún más fuerte es la emoción de desconfianza, cuando la otra persona hace todo lo contrario a lo esperado. En un grado más profundo, la confianza se rompe cuando la persona ha experimentado una omisión profunda o una acción dolorosa de agravio por parte de aquella en la que se confiaba o del grupo en quien se confiaba, pues esta experiencia nos lleva a otro tema como es el de la traición. La confianza se siente traicionada y la persona se sume en un dolor que lleva tiempo superar.

Otro elemento importante para construir la confianza, es la credibilidad. Una persona que sistemáticamente corresponde a otro, una empresa que sistemáticamente es leal a su empleado, preocupándose por su futuro, sus vacaciones, su salario, valorando su persona, un esposo que cumple su palabra en salirse temprano de la oficina para ir al acto de fin de curso del hijo, un amigo que cumple con lo que ha ofrecido al otro, se convierte en una fuente todavía más creíble que al inicio, lo que ocasiona que la persona pueda seguir creciendo en esa confianza fortaleciendo el nexo personal, laboral, amoroso o de amistad. Cuando esto sucede y las fuentes de confianza se vuelven en fuentes creíbles “dignas” de confianza porque son coherentes cumpliendo la promesa dada con las acciones de vida, ocurre algo hermoso y vital en las relaciones interpersonales que se llama fidelidad, habiendo firmeza y constancia en los afectos, ideas y obligaciones, en el cumplimiento de los compromisos establecidos. Por lo tanto, la confianza lleva a la credibilidad, la credibilidad a la fidelidad y lealtad. Nadie puede confiar en fuentes no creíbles porque sistemáticamente hacen lo contrario a lo que deberían de hacer o viven de forma tan poco coherente a los valores que profesan.

La confianza también implica el respeto y la valoración mutua. Eso quiere decir, que las partes se respetan y además se valoran como un don mutuo y recíproco en el ámbito personal y como un valor en el ámbito grupal o empresarial. Cuando una de las partes tanto en el ámbito personal o laboral constantemente intenta devaluar, desacreditar o no dar el justo valor a lo que la otra persona es o hace, no se pueden generar vínculos de confianza. La investigación actual de liderazgo empresarial, muestra que los grupos de trabajo son más eficaces y productivos, cuando los líderes de proyectos o “jefes” constantemente valoran a su empleado, no solo por lo que produce sino por lo que como persona es. Una constante motivación de las personas que laboran juntos en un equipo de trabajo expresa una valoración mutua, donde cada parte reconoce y valora la parte que cada uno aporta para un fin o bien común.

Además de todos esos elementos, la sinceridad y honestidad es vital para hacer crecer los vínculos de confianza. Una persona que es sincera y explica porqué no logró cumplir con un propósito a la otra parte, hace que la confianza crezca. Pero una persona que sistemáticamente no cumple con las promesas dadas, no es consecuente con lo que dijo en el pasado, sus acciones son incoherentes a los valores que dice que vive, esconde sus errores o posa la culpa de sus errores siempre en el otro, rompe dramáticamente con la confianza.

La confianza se puede vivir en polos del todo o nada. En el polo del todo, hay personas que pueden vivirla de forma exagerada con un exceso de confianza en si mismos que ocasiona serios problemas porque quizás, valoran sus acciones, sus pensamientos y sus propuestas por encima de otros, desvalorizando a otros. Su egocentrismo crece, su autoestima se desvirtúa y su amor propio los hace herir a otros, por lo que llegan a descartar a otros, ejerciendo conductas sumamente controladoras. El otro polo del nada, es cuando una persona ha perdido totalmente la confianza en otros lo que lo lleva a su vez, a perder la confianza en si mismo cerrándose a las relaciones interpersonales y a vivir de manera aislada, rechazando el amor, la ayuda y la comprensión de otros. Al final, cerrando el corazón al amor.

La desconfianza es algo que a todos nos ha ocurrido porque pudimos habernos sentido traicionados por alguien a quien quizás, no solo queríamos sino a quien le confiamos cosas de valor para nosotros. Cuando esto nos ocurre, es importante asumir el dolor pero no de forma generalizada; es decir, hay que darle un valor relativo y no absoluto a la experiencia vivida. Esto quiere decir, que hay que saber discernir e identificar separando la acción de desconfianza de la persona o grupo implicado no generalizándolo a otras relaciones, pues es aquí donde podemos hacernos daño.

De igual forma, es importante evaluar dónde pudo haber estado el error o qué cuota de responsabilidad pudimos haber tenido. Para hacer este análisis, debemos separar los elementos de vinculación afectiva y reconocer dónde pudimos habernos equivocado. Muchas veces, quizás nuestro radar interior si nos avisó que no debíamos seguir confiando, pero quizás, esos elementos afectivos o cierta ingenuidad o cierta evasión por ser un aspecto de dolor que no tuvimos el valor de afrontar, puede llevarnos a seguir confiando sin que nos detengamos a analizar aquella evidencia que pudo decirnos lo contrario. También pudimos no haber puesto límites a tiempo, aquellos límites sanos donde le decimos a otros con nuestras palabras o acciones que no estamos en capacidad de seguir estableciendo una relación ante ciertas conductas o circunstancias.  Es importante no encerrarnos en nuestros sentimientos negativos que la traición a la confianza ha evocado, para ello es necesario que una vez superada la traición, busquemos mucho el amor que Dios quiere derramar en nuestro corazón para sanar el dolor causado y nos sintamos motivados a abrirnos a otras personas. Para ello, es importante que no vivamos como si todo el mundo fuera igual a esa persona o grupo de personas que nos han traicionado en la confianza. Abrirnos a otras personas y realidades, siempre trae consigo nuevos horizontes y a la vez, fortalece los recursos interiores para poder volver a confiar.

Cristo, infinidad de veces inspiró confianza. Pero no fue solo por su elocuencia al hablar, sino por la fuerza y coherencia con la que vivía los ideales que profesaba. Estamos llamados a respetar a todas las personas, pero no a confiar en todas. La confianza es un regalo que tiene que ser conquistado a pulso y valorado constantemente como un don recíproco con el paso del tiempo, pero aún más importante tiene que ser cuidado a diario con la misma delicadeza con la que se trata y cuida a una flor, para que al final pueda ser vivido como un privilegio de amor.

La confianza es trascendente en todos los ámbitos en que nos desarrollemos, pero vital en el ámbito religioso y de acompañamiento pastoral. Pues si la confianza se rompe en el ámbito empresarial, tendrá consecuencias en las personas, pero si la confianza se rompe por medio de alguien que estaba llamado por vocación a ser un espejo del amor de Dios,  “otro Cristo” para la vida de las personas, estas acciones dejan heridas profundas en las almas lo que los llevará a separarse del amor de Dios, tan contrario a la misión de la iglesia.

La base de las relaciones personales y profesionales, tanto en el ámbito individual como grupal, es la confianza. La confianza puede tardar años en construirse y minutos en destruirse, pocas veces puede ser restaurada. Para valorar la confianza que otros han depositado en nosotros, debemos de ser sinceros con nosotros mismos para ser sinceros con los demás. Desde mi punto de vista, ser sinceros nos ayuda a vivir en coherencia con la fe que profesamos a la vez que nos hace modelos íntegros ante los demás, fortaleciendo lazos profundos de amor, fidelidad y lealtad, valorando la confianza que nos otorgan y que otorgamos a los demás.

Mercedes Vallenilla

Mercedes Vallenilla

Psicóloga Católica Virtual / Conferencista Internacional / Escritora / Blogger / Candidata a Doctora en Psicologia

Psicóloga con más de 25 años de experiencia dentro de la Iglesia Católica en diversos países. Pionera en la atención psicológica de manera virtual desde hace 18 años. Autora de 4 libros sobre psicología y espiritualidad cristiana. Maestra en Ciencias del Matrimonio y de la Familia por el Instituto Pontificio Juan Pablo II y la Universidad Anáhuac. Candidata a Doctora por la Universidad Anáhuac en México.

Mercedes Vallenilla

Psicóloga Católica Virtual / Conferencista Internacional / Escritora / Blogger / Candidata a Doctora en Psicologia

Psicóloga con más de 25 años de experiencia dentro de la Iglesia Católica en diversos países. Pionera en la atención psicológica de manera virtual desde hace 18 años. Autora de 4 libros sobre psicología y espiritualidad cristiana. Maestra en Ciencias del Matrimonio y de la Familia por el Instituto Pontificio Juan Pablo II y la Universidad Anáhuac. Candidata a Doctora por la Universidad Anáhuac en México.

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